La sede de Ferraz este sábado.

La sede de Ferraz este sábado. Efe

España EL PSOE, PARTIDO EN DOS

El PSOE, desgarrado en 12 horas tumultuarias con sollozos y conatos de agresión

Tras la dimisión de Sánchez, los cánticos que se escuchaban en Ferraz seguían siendo favorables a él. "¡Pedro, Pedro, Pedrooooooooooo!", decían sus fieles al estilo de Penélope Cruz anunciando el Óscar para Pedro Almodovar. 

1 octubre, 2016 21:31
La madrileña calle de Ferraz estaba en funcionamiento este sábado mucho antes de que amaneciera. El equipo de seguridad revisaba los aledaños de la sede nacional del PSOE antes de las seis de la mañana, consciente de que solo una chispa es necesaria para provocar un incendio incontrolable. El presidente de Aragón, Javier Lambán, entraba en la sede veinte minutos antes de las nueve de la mañana entre gritos de "golpista" y "traidor". Poco después hacía el 'paseíllo' entre algodones el catalán Miquel Iceta, uno de los pocos fieles que todavía se partían la cara por Pedro Sánchez.

Momento en el que Pedro Sánchez abandona la sede de Ferraz

A las nueve de la mañana empezaba el combate definitivo entre sanchistas y susanistas. Los manifestantes en los alrededores de la sede no sumaban ni cien, pero el ruido que se colaba por los cimientos de la sede nacional del PSOE fue, durante todo el día, en la misma dirección: contra los susanistas ("Susana Díaz es la casta que desprecia derechos") y a favor del secretario general ("No es no!") que los dimisionarios no reconocen como tal. 
La primera pugna que se vivió en la sala Ramón Rubial donde se reunieron fue en la Mesa del Comité Federal. Nada más comenzar, un silencio fúnebre avanzaba lo que estaba por llegar, mientras Susana Díaz recibía a lo que quedaba de Ejecutiva dándole la espalda. La dirigente andaluza Verónica Pérez, (artífice de la ya célebre frase "la autoridad soy yo") ha intentado hablar primero como presidenta para votar el dictamen del Comité de Garantías, pero Rodolfo Ares, vicepresidente, no le dejó. Fue entonces cuando Pedro Sánchez tomó la palabra para ofrecer la vuelta a los dimisionarios y votar la Ejecutiva al completo. Pero los críticos le dijeron que no.
Entre este momento las doce horas que le sucedieron, cuando Pedro Sanchez presentó finalmente su dimisión, todo lo que sucedía dentro traspasaba el umbral a través de los mensajes que susanistas y sanchistas enviaban por WhatsApps. El circo que se vivió de puertas para afuera fue totalmente surrealista: una inmobiliaria repartió una paella; personas disfrazadas de militantes hacían sus numeritos; decenas de periodistas trabajaban durante horas tirados en el suelo.
Portales, bares o cualquier ventana servía para anotar la última hora del día. Las vecinas de la sede socialista bajaban a curiosear cada cierto tiempo y preguntaban "cómo va la cosa". Hasta las dos en punto, cuando la inmobiliaria contigua de la sede socialista ofreció gratuitamente un plato de paella a los informadores, los miembros del Comité habían hecho dos recesos para intentar acercar posturas. Hubo cuatro en todo el día. De nada sirvieron las muestras de buena voluntad. El acercamiento fue imposible durante la interminable jornada. "Cuando hablaba uno de un bando, los contrarios se echaban encima. Y viceversa", reconocían diversas fuentes presentes en la reunión.
Los dos bandos -sanchistas contra susanistas- no consiguieron ponerse de acuerdo durante toda la jornada ni siquiera en qué querían votar. Conforme pasaban las horas y la discusión seguía en bucle, los ánimos se empezaron a tensar. El momento cumbre se vivió cuando Susana Díaz rompió a llorar, incapaz de controlar sus emociones tras comprobar que la ruptura era total y que Sánchez, herido de muerte, resistía vivo.
Desde la sede se filtró que la mano derecha de la andaluza intentó agredir a Sánchez, pero ambos bandos desmintieron muy pronto esa versión. Un miembro del equipo de seguridad que durante todo el día anduvo "controlando a los de dentro y a los de fuera" reconocía a este diario que en más de una década que lleva trabajando en la sede nunca había visto un enfrentamiento así. "Es una pena, no van a quedar ni los cimientos", se resignaba. El tono, "duro" y miradas "que se mataban".
El momento de máxima tensión se vivió a las cinco de la tarde, cuando los sanchistas se atrevieron a poner -dicen los críticos que por la fuerza- una urna para votar el congreso exprés que Sánchez proponía. Entonces los insultos, según reconocieron diversas fuentes, se multiplicaron. "¡Traidores!", "¡sinvergüenzas!", se propinaron. Media hora después, Juan Antonio Pérez Tapias abandonaba la sede sin votar tras su intento frustrado de imponer la paz entre las dos partes. Su rostro evidenciaba el caos que se vivía de puertas para dentro. "El partido está dividido. Es imposible llegar a ningún acuerdo". Por no saber, ni siquiera supo decir si aquella urna era legítima.

Pucherazo

La realidad demostró minutos después que no lo era. Por eso pararon la votación, cuando los críticos jaleaban a los sanchistas 'pucherazo' y empezaron a recoger firmas para lanzar una moción de censura al secretario general. La Mesa se resistió a recoger las firmas para votar echar a Sánchez, pero finalmente se votó a mano alzada celebrar un congreso federal y el ala oficialista -el de Sánchez- perdió por 133 votos a 107. Inmediatamente después presentó su dimisión, incomprensible para los fans que le seguían desde fuera. "¡No es no!", se desgañitaban cuando la tarde caía y las luces de Ferraz se encendían, como si el partido hubiera resucitado del paro cardíaco en el que estuvo durante doce horas ininterrumpidas. Fue en ese momento cuando abrieron la sala de prensa para que los informadores pudieran sentarse en una silla y apoyarse en una mesa. Cuando la batalla ya estaba perdida.
Los mensajes que se escupían desde las redes sociales convirtieron este sábado 1 de octubre en algo más parecido a un festival de Eurovisión que al Comité Federal más difícil que se recuerda: emoticonos, memes, cuchillazos, indirectas, filtraciones, intoxicaciones, fotografías, retuits de la maldita hemeroteca... hasta la derrota final de Pedro Sánchez.

"¡Pedro, Pedro, Pedro!"

La calle Ferraz estuvo durante todo el día cortada al tráfico y entre los manifestantes no solo hubo socialistas. Pequeños grupos de votantes de Podemos y de Izquierda Unida también se desplazaron hasta los aledaños de Ferraz para pedir cordura y evitar un gobierno del PP. "Por favor, tenemos que estar más unidos que nunca. Esto es una pena", reconocía a EL ESPAÑOL Rosa, una militante reconocida de Podemos. "Estamos haciendo presidente a Mariano Rajoy, quién nos lo iba a decir", resumía un simpatizante de IU, que añadía: "Si no estamos unidos, estamos muertos".
Con la cabeza de Sánchez ya servida en el plato de Díaz, los manifestantes se resistían a reconocer que habían perdido la guerra. Los cánticos que se escuchaban en la mismísima calle de Ferraz seguían siendo "¡Pedro, Pedro, Pedrooooooooooo!" al estilo de Penélope Cruz anunciando el Óscar para Pedro Almodovar. El perfecto colofón para una jornada absolutamente surrealista.