Andrés Trapiello

Andrés Trapiello

España Hablando sobre España

“En los pactos postelectorales más que a Don Quijote tenemos a Groucho Marx”

Entrevista al poeta y escritor Andrés Trapiello, candidato a senador por UPyD en las últimas elecciones generales.

28 febrero, 2016 03:27
Julia Tena Roberto Cárdenas

Andrés Trapiello recibe a EL ESPAÑOL en su casa en el centro de Madrid. Mientras tiene lugar la entrevista, podemos admirar una espléndida biblioteca que alberga tomos de Pío Baroja, Miguel de Unamuno y por supuesto Don Quijote de la Mancha. El escritor y experto cervantino ha traducido recientemente la obra magna de Cervantes al castellano actual y también ha inventado nuevas aventuras para sus personajes en novelas como Al morir Don Quijote y El final de Sancho Panza y otras suertes.

El poeta leonés fue candidato a senador por UPyD en las últimas elecciones generales, y asegura que la desaparición de este partido ha dejado un enorme agujero en la política española. Para Trapiello, ninguno de los políticos actuales ha conseguido encarnar la figura de Alonso Quijano en esta etapa de pactos postelectorales, ya que más que Don Quijote ha predominado la célebre máxima de Groucho Marx: “Estos son mis principios, si no le gustan tengo otros”.


Este año es el IV Centenario de la muerte de Cervantes, y también el de William Shakespeare. Los británicos han organizado eventos y actividades en más de 140 países de todo el mundo, mientras que en España se celebrarán menos de la mitad. ¿Recordamos y valoramos lo suficiente nuestra herencia cultural?

Es verdad, pero hemos de huir de la demagogia, y tratar de ver las cosas como son. En primer lugar, los ingleses tienen seguramente más dinero que nosotros en este momento. Además, Shakespeare es un autor que sigue vivo, hay cientos de compañías que lo representan por todo el mundo, y no hay año que no hagan una película basada en alguna de sus obras. Es un autor que “trabaja” más que Cervantes. Según dice una encuesta del CIS, únicamente dos de cada diez españoles confiesan haber leído el Quijote, y hasta me parecen demasiados. En esta misma encuesta, cuando se preguntaba a estos dos cómo se llamaba Don Quijote, solo un 16% acertaba a decir Alonso Quijano.

Muchos ven el Quijote como algo académico, universitario, escolar, una tarea, más que un disfrute. Incluso entre la gente que lo ha leído, muy pocos lo vuelven a releer. En España muchos cumplen con el Quijote como si fuera el servicio militar. Tal vez esta es la diferencia con Shakespeare. La gente va a ver un Macbeth, un Hamlet, o un Otelo muchas veces a lo largo de su vida. Esto hace que la figura de Shakespeare esté mucho más viva. Dicho esto, el Estado podría haberse empleado más a fondo, pero seguramente la estadística del CIS también rige para nuestros gobernantes, de modo que podríamos decir que ocho de cada diez políticos españoles no han leído el Quijote.

Cervantes plasma lo mejor de nosotros, y no solo del español, sino también del ser humano.

Su traducción de Don Quijote al castellano actual ha sido un éxito de ventas. ¿Por qué decidió traducir el Quijote al español moderno?

Hay muchísimos lectores que confiesan no haberlo leído debido a la dificultad que presenta su lectura. Las lenguas evolucionan, y nosotros tenemos que leer el Quijote en el castellano del siglo XVII, que es una lengua que ya no hablamos y a menudo no entendemos cuando la vemos escrita. Borges contaba que a él le gustaba mucho más leer el Quijote en inglés que en castellano. Yo creía que era una boutade, pero no lo era.

Él leyó el Quijote por primera vez en una traducción inglesa, porque en su casa se hablaba inglés. Cuando años después volvió a leerlo en su lengua original, le decepcionó. Había pasado de ser una novela que podía leerse de corrido, como todas la novelas, a un libro que había que estudiar con esfuerzo. Eso es lo que les ocurre a muchos, y por eso había que traducirlo. Esto es algo que he hecho yo pero podía haberlo hecho cualquier otro.

¿Podemos encontrar aspectos de la España actual en el Quijote?

Sin duda. Cervantes plasma lo mejor de nosotros, y no solo del español, sino también del ser humano. Los valores que se reflejan en ese libro son valores universales y para todos los pueblos: el de la libertad, la lealtad, la generosidad… son valores con los que es muy fácil que todo el mundo se identifique.

Hablando de actualidad política, ¿quién diría usted que es el Don Quijote de los pactos postelectorales?

Yo creo que en estos pactos hay poco quijotismo y poco sanchismo. Lo que hay son maquiavelos de manual. No se ve mucha cordura, y sí interés, doblez, y bastante hipocresía. Lo que los políticos nos están demostrando en estos pactos es que la política es el arte de llamar a las cosas por otro nombre. Todo el mundo cambia de principios; como decían los hermanos Marx, “estos son mis principios, si no les gustan tengo otros”. Digamos que más que Don Quijote lo que tenemos es a Groucho Marx. Con todo, sin pactos hoy por hoy no habrá gobierno.

Lo que ha producido la desaparición de UPyD es un enorme agujero en la política española.

Usted fue candidato a senador por UPyD en las últimas elecciones generales. ¿Qué le parece que Ciudadanos ahora enarbole la bandera de regeneración que una vez abanderó UPyD?

Esa es una bandera que ahora enarbola todo el mundo. La reforma constitucional, la supresión del senado, de las diputaciones. Realmente lo que ha ocurrido con UPyD es inexplicable. Yo no soy militante, soy votante de UPyD desde que empezó. Me pareció que era un proyecto muy necesario en España. Rosa Díez sí que encarnaba la figura de Don Quijote. Ella ha sido el Don Quijote de la política española de estos últimos diez años. Y luchando contra molinos de viento, es decir, contra escraches y contra viento y mareas. Los verdaderos borregos a los que se enfrenta Don Quijote eran bastante parecidos a los que la acosaron a ella en la universidad.

¿Piensa que los principios de UPyD siguen vivos en algún otro partido?

Lo que ha producido la desaparición de UPyD es un enorme agujero en la política española, de decencia, de coraje y de defensa clara de la Constitución y de los valores constitucionales. Ahora hay gente que los defiende, pero con la boca pequeña. Es decir, que hoy defiende una cosa en Madrid, y otra en País Vasco y otra en Cataluña. Y quien defiende estos principios constitucionales, acaso está podrido de corrupción. UPyd era un partido de lo más completo. Ya no hay uno parecido que defienda las mismas cosas y con la misma contundencia en todos los territorios de España, aunque haya quien lo plagie en algunos aspectos de su programa. El papel de los precursores, aunque heroico a veces, suele ser corto y poco lucido.

El pacto entre PSOE y Ciudadanos va a tener muy poco recorrido, y eso lo saben ellos.

¿Usted estuvo a favor de un pacto UPyD/Ciudadanos?

Sí, muchas personas estuvimos a favor. Pero realmente no fue posible, y a estas alturas ya da igual. De todos modos insisto en que no soy político, no estaba en esos pactos. Aunque me habría gustado mucho que se hubiera llegado a un acuerdo. Savater lo decía con mucha gracia, era como un divorcio entre papá o mamá, y a nosotros nos hubiera gustado que se hubiesen llevado bien, pero no fue posible.

Es una lástima, sobre todo porque eso nos hubiera evitado prescindir de una de las grandes políticas que ha tenido este país en los últimos años, y también de Andrés Herzog. Yo le conocí en la última campaña y era una persona de diez: discreto, inteligente, decente, trabajador, y que además ha hecho más contra la corrupción que todo Podemos juntos. Todos estos que tratan de regenerar la política lo hacen de boquilla, desde luego no veo que hayan puesto muchas demandas o que estén combatiéndola en los juzgados. Para ellos un plató es más importante que un juzgado. Es una desgracia que hayamos tenido que prescindir de personas valiosas y probadamente decentes de la política española.

Andrés Trapiello/Roberto Cárdenas

Andrés Trapiello/Roberto Cárdenas

¿Qué le parece el acuerdo que han alcanzado Ciudadanos y PSOE?

Es un poco brindis al sol. Me parece muy bien que digan que ahora vamos a cambiar la Constitución, pero no sé cómo la cambiarán, sólo con 130 votos. Aunque es un pacto que veo con muchas más simpatía que ningún otro, con la abstención del PP. El que me parecería ya una demencia sería PSOE y Podemos, porque ahí no estamos pasando ya una línea roja, sino veinticinco. El pacto entre PSOE y Ciudadanos va a tener muy poco recorrido, y eso lo saben ellos. Pero viendo lo molestos y los nerviosos que se han puesto los de Podemos, debe estar mejor incluso de lo que pensamos, aunque no sirva para nada.

¿Cree entonces que vamos camino a nuevas elecciones?

Parece que sí, sería muy raro que no acabásemos ahí.

Usted se ha mostrado muy crítico con la retirada de nombres de calles que ha llevado a cabo el Ayuntamiento de Madrid. ¿Se debe quitar las calles a aquellos escritores que fueron simpatizantes del franquismo?

No, de ninguna manera. ¿Quién es nadie para decir que hay que quitar una calle a Manuel Machado? ¿Es más grave haber apoyado a Franco en el año 42 que haber apoyado a Stalin en el año 55, por ejemplo? Hay poetas en España que tienen calles habiendo apoyado a Stalin abiertamente, un genocida. ¿Eso significa que hay que quitarle la calle a Alberti? Por supuesto que no. Tiene que tener una calle. Pero tiene que tener una calle igualmente José María Pemán.

Además estos dos poetas son bastante parecidos. Son las dos caras de la misma moneda. Yo no le quitaría una calle a Alberti por haber sido un escritor estalinista, y tampoco le quitaría una calle a José María Pemán, que fue en efecto un hombre terrible en la guerra, pero que luego desarrolló un talante muchísimo más liberal que la inmensa mayoría de los autoritarios de un lado y del otro.

Escribí un artículo hace tiempo sobre un encuentro muy poco conocido que tuvo lugar en el barco de Pedro Ardoy, atracado entonces en el Sena. En una tarde de los años 50, en una reunión secreta en la que se preparaba probablemente la entrada de Bergamín a España, se reunieron Pepe Bergamín, Rafael Alberti y José María Pemán, los tres amigablemente. Por lo tanto, lo que los poetas unieron que no lo separe un alcalde de tres al cuarto.

La Historia nos dice que por desgracia no todos los escritores son además buenos ciudadanos.

¿Es compatible ser un buen escritor y participar de ideologías totalitarias como el fascismo o el estalinismo?

La Historia nos dice que sí, que por desgracia no todos los escritores son además buenos ciudadanos. Sin embargo parece que si las ideas son estalinistas nos caen más simpáticos que si las ideas son fascistas. Zizek, que es un filósofo muy influyente en las corrientes de extrema izquierda en Europa, se puede retratar en su dormitorio con un póster de Stalin a tamaño natural. Imaginemos qué sería del filósofo que se hiciera retratar en su cuarto con una foto de Hitler.

Desgraciadamente hay gente que tiene ideas totalitarias. Si lo que me pregunta es si yo creo que puede haber un gran escritor que sea fascista o estalinista, yo le diría que un gran escritor no. Puede ser un escritor notable. Yo no le doy la categoría de gran escritor a Louis-Ferdinand Céline, por poner un ejemplo de escritor antisemita. Pero tampoco me parece un gran escritor Pablo Neruda, un poeta estalinista, ni tampoco Alberti. Pero todos ellos me parecen escritores notables, y hay que leerlos. Pero yo nunca les pondría en la misma categoría que Cervantes, Juan Ramón Jiménez o Antonio Machado.

Usted ha escrito mucho sobre la Guerra Civil. ¿Hemos superado la dialéctica de vencedores y vencidos?

Yo creo que sí, hace muchos años. Lo que ocurre es que esto se está reavivando de una manera bastante oportunista. Para ver en qué posición colocamos a los demás, sacamos el tema de la Guerra Civil. En España casi todo el mundo nace con una idea de la Guerra Civil, parece que está en nuestros genes. Todo el mundo sabe de la Guerra Civil, aunque no sepa mucho, y todo el mundo se sitúa en un lado u otro. Yo creo que esta dinámica es muy perversa.

Lo que menos soportaban los de una España u otra eran justo a todos aquellos, que eran la inmensa mayoría, que no querían ser ni de unos ni de otros. Hay unas declaraciones de César Arconada, comunista, de antes de la guerra, que decía que él despreciaba más a un liberal que a un fascista. Decía que a un fascista le entendía, aunque no estuviera de acuerdo.

Los intelectuales tienen un papel muy importante en la política.

En su libro “Las armas y las letras” usted cuenta las historias de algunos de los artistas que vivieron el terror de la Guerra Civil. De estos escritores, ¿a quienes admira por su comportamiento y a quienes por su talento?

El comportamiento de Unamuno es ejemplar. Es un comportamiento muy valiente, realmente es uno de los que se juega la vida, porque desafía nada menos que a Millán Astray y a una tropa de legionarios y falangistas, siendo además como él era en principio un hombre que apoyaba el régimen de los sublevados. Es verdad que él estaba en una posición de cierta fuerza, en aquel momento no era un cualquiera, era el intelectual español más conocido fuera de España. Sin embargo también sabía que en aquel momento en Salamanca habían matado a amigos suyos. Habían matado al alcalde socialista de Salamanca, habían asesinado a un amigo suyo que era pastor protestante, pero no obstante, y a pesar de que él podía pensar que su figura era más o menos intocable, se enfrenta a Millán Astray con una gran gallardía.

Y luego a mí me ha gustado mucho en la guerra la figura de Juan Ramón Jiménez, que tiene que salir de España, cuando ve que su vida corre peligro, y me parece dramática sin dejar de ser ejemplar la figura de Azaña. En general mis simpatías están con todos aquellos que pese a las circunstancias seguían siendo demócratas convencidos. En la izquierda del Partido Socialista radical o en el partido Comunista no había muchos demócratas.

Quince días antes del golpe de estado de julio, Largo Caballero había hablado de dar él mismo un golpe. Ya habían dado un golpe de estado en el año 34. No había muchos demócratas en el 36, ni después, cuando por indicaciones de Stalin los comunistas dejaron de hablar de la Revolución para hablar de la Democracia. Sí, se hace muy raro oír hablar de democracia en 1937 a Dolores Ibarruri, al tiempo que se inician las depuraciones contra el POUM, que se abrocharon con el asesinato de Andreu Nin, ordenado por el PCE.

Andrés Trapiello/Roberto Cárdenas

Andrés Trapiello/Roberto Cárdenas

Y luego como escritores, curiosamente a los que más admiro en relación a la guerra son liberales, siendo de izquierdas o derechas. Chaves Nogales, Clara Campoamor, Morla Lynch… Don Pío Baroja no era precisamente un dechado izquierdista, al contrario, fue un hombre que apoyó de una u otra manera la sublevación, pero era un hombre liberal.

También lo eran Azorín, Ortega, Unamuno, Juan Ramón, y Antonio Machado, que se vio obligado por las circunstancias a apoyar cosas en las que no creía demasiado. Y luego hay personas que dentro de la propia izquierda tienen que sobrevivir como pueden. Cernuda, Gaya, María Zambrano... había mucho miedo y mucho peligro en aquel entonces, tanto en el frente como en la retaguardia. Cuando Gaya, en el 37, mantuvo una polémica con Renau, el cartelista comunista, Bergamín le dio a aquel un consejo: “Estate unos días sin ir al café y no te dejes ver en público…” Si no te mataban en el frente, en cualquier momento te podían matar los tuyos en la retaguardia. En los dos lados.

El principal problema de los españoles es que los políticos se escuchan demasiado a ellos mismos.

¿Existen hoy intelectuales comprometidos? ¿Son necesarios?

Yo creo que sí hay muchos intelectuales comprometidos, sin duda. Y ejemplares. Yo cada vez que abro el periódico y me encuentro con un artículo de Savater, sé que me va a hacer pensar. O un artículo de Félix de Azúa, o de Félix Ovejero o Francesc de Carreras. Los intelectuales son muy necesarios, son los que avivan los debates, los que nos orientan muchas veces a los demás, los que nos advierten de las trampas. Tienen un papel muy importante en la política. Como algunos periodistas como Espada o Santiago González.

Yo estoy convencido de que los políticos, que son los que deciden, también los leen, aunque se ve que no siempre les aprovecha mucho. En la lucha contra ETA. a mí no me cabe la menor duda de que los artículos de Savater o Juaristi, o la manera de ver la historia en los artículos de Santos Juliá, han cambiado la mentalidad de los políticos. ¿Que se dejen aconsejar o influenciar por ello? Más bien poco.

A día de hoy, ¿cual es el principal problema de los españoles?

El principal problema es que los políticos se escuchan demasiado a ellos mismos. Viven en una especie de régimen endogámico, poco real. El caso claro es el de los nacionalistas. Parece que en Cataluña sólo se habla de independencia. Este es un problema creado por unos señores absolutamente encebollados con el independentismo, que están imponiendo ese discurso a todos los demás, un discurso xenófobo, excluyente. Han conseguido que toda Cataluña esté a expensas de un grupo que es numeroso, pero en absoluto mayoritario.

Este es el problema que hay en este país, que grupos de presión o grupos políticos se arrogan el derecho de representar a todo el mundo. El principal problema que tenemos en este momento son los populismos. El populismo más reaccionario de todos, el populismo independentista, y el populismo de izquierdas de Podemos, que no le va a la zaga: se han puesto de acuerdo en acabar con la España constitucional. Lo que menos tolera un podemita es a un liberal, como a alguien de UPyD. Por eso se van a hacerle escraches a Rosa Díez. En cambio corren a visitar en la cárcel a Otegi. ¿Realmente estamos hablando de demócratas?

El reto que tiene en este momento la sociedad y la humanidad es cambiar su modelo de vida.

¿Estaría a favor de un referéndum en Cataluña?

Mucha gente dice que no le importa, pero a mí sí, porque me privaría de un derecho fundamental. Ellos reclaman su derecho a decidir, pero, ¿y el mío? ¿Dónde dejan mi derecho a decidir?

¿Qué reformas necesita España?

La principal reforma ni siquiera pasa por la Constitución. En primer lugar hay que cambiar las costumbres. No podemos vivir con tanto derroche, vivimos en una especie de consumo frenético. Estamos viviendo un calentamiento global real. El reto que tiene en este momento la sociedad y la humanidad es cambiar su modelo de vida. Hay que consumir menos. El capitalismo hay que cambiarlo, no puede ser tan voraz. No puede ser que haya territorios pequeños que acumulen la mayor parte de la riqueza del planeta mientras cientos de países se hunden en la miseria más desoladora.

A raíz del “caso Nóos”, ¿es el momento de plantearse un referéndum sobre la monarquía?

Con todo lo que tenemos encima, no parece que ese sea un asunto crucial. El rey antiguo está bien donde está. Yo, que soy republicano, no creo que este sea el principal problema. Tenemos un rey que parece alguien libre de corruptelas, sensato y prudente, del que no se conoce ningún gran desaguisado, como los que estaban sitiando a su padre. Esto funciona aceptablemente por ese lado, y como dicen en Inglaterra, lo que no está roto no lo arregles. No sé si el país necesita hoy un escrutinio riguroso de la institución. ¿Realmente nos beneficiaríamos? En esto hay que ser como Pablo Iglesias, el bueno, el tipógrafo, el socialista: el rey, mientras no estorbe, ningún problema.

Los ingleses también dicen “ignorance is bliss”, la ignorancia es la felicidad

Sí, pero no es ignorancia. Decía Gaya, citando a un amigo suyo: “Se puede llevar una corbata fea pero sabiéndolo”. Eso es un poco lo que es la monarquía. No es la corbata ideal seguramente, pero si cumple unos cuantos requisitos, como veía el viejo socialista, un bonito nudo, y a lucirla. La monarquía es sólo un complemento.