Hace unos días escuché a una alta directiva preguntarse en voz alta cómo querría pasar a la Historia la Reina Letizia. Mi pensamiento se fue inmediatamente a su último discurso en la FAO (Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) en Roma.

Pensé que Doña Letizia seguramente pasará a la historia por ponerse del lado correcto, por dar voz valiente a seres que carecen de ella. Como lo ha hecho una y mil veces apoyando a las mujeres víctimas de trata. Como lo hizo aquella mañana del Día Mundial de la Alimentación en la que recordó que “el hambre sigue siendo hoy una herida abierta y un arma de guerra en muchos lugares del mundo” y que “la dignidad del ser humano no es negociable”. También denunció que un tercio de los alimentos que se producen acaban en la basura.

Esta cifra es realmente insoportable a poca conciencia que se exhiba. Y nos apela a todos y cada uno de nosotros cualquier mañana de estas, si nos atrevemos a mirar con gafas solidarias y de sentido común nuestros frigoríficos y basuras. Ahí está en las bolsas azules o amarillas la paradoja de nuestro tiempo. La del exceso y carencia, de la abundancia y la inanición, del derroche y la miseria convivientes en el mismo planeta.

Libertad frente al miedo

No esgrimamos más que el cambio es necesario. Ni gritemos, como Amaral, que “esta es nuestra revolución”. Cantemos su himno. Pero mejor haciendo nuestra revolución. Ha llegado el momento de transformar no sólo nuestra mentalidad, sino especialmente nuestra manera de actuar. De pasar de las intenciones a los hechos. De sumar a la inteligencia artificial, de la que no podemos prescindir, la inteligencia ética. Porque es la evolución que requiere nuestra época, que ha de ser no solo tecnológica, sino moral.

Por esa razón -y por su frescura, por cierto- entusiasmó el discurso de la Princesa de Asturias durante la entrega de los premios que llevan su nombre, el pasado viernes 24 de octubre en Oviedo. Porque apeló a “confiar en la libertad frente al miedo, en la justicia frente a la arbitrariedad, en la democracia frente a la intolerancia, en el Estado social de derecho frente al abuso del poder, en los derechos humanos frente a la indiferencia”.

La futura Reina se refería a los premiados, pero también a los valores que encarnan, esos que tienen que ver con la cooperación, con la cultura y la ciencia, pero también con el compromiso cívico. Era una afirmación ética y política, en pos de una sociedad libre y justa.

Creatividad, convicción y responsabilidad

Unos minutos antes, el premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades 2025, Byung Chul Han, había dicho que “la libertad sin valores ni significado se convierte en una quimera”. Recordó que el problema no es la tecnología ni los dispositivos móviles sino que “la tecnología nos use a nosotros como una herramienta”. Muy positivo no fue, con su afirmación de que tiene “la esperanza de que colapse el sistema, y va a pasar pronto”.

Es obvio que el cambio no puede esperar. El cambio social y empresarial, pero especialmente personal, sobre todo porque, aunque sea de perogrullo, somos las personas las protagonistas de la sociedad, somos las personas quienes construimos la empresa. En los X Premios Los Leones de EL ESPAÑOL, se entregó el de “trayectoria empresarial” a Ana Botín. En su discurso, la presidenta de Banco Santander resumió en tres palabras la actitud que requiere el liderazgo actual: creatividad, convicción y responsabilidad.

Su fórmula de generar beneficio, pero con propósito, y de liderar, pero desde la coherencia es aplicable no sólo a los negocios, sino en general a la vida de cada uno, con la seguridad de que sin responsabilidad no hay futuro. Es una realidad que nos interpela a todos.

La inacción tiene un precio

Por eso fueron también conmovedoras las palabras con las que concluyó su discurso Mario Draghi, premio Princesa de Asturias de Cooperación Internacional. En Oviedo el economista y expolítico italiano lanzó un mensaje esclarecedor sobre el futuro de Europa y la renovación de su impulso democrático, para ofrecer un continente en el que “los ciudadanos puedan creer. Una Europa donde los jóvenes vean su futuro. Una Europa que se niegue a ser pisoteada”, sin miedo al declive y con orgullo.

Su reflexión es extrapolable a cualquier ámbito: quien no actúa, retrocede. Quien se aferra al pasado, se queda fuera del futuro. Y Europa, como el resto del mundo, necesita redefinir sus prioridades si no quiere sentirse atrapada en una economía estancada, dependiente y desigual.

Cambiar mente y hábitos

¿Qué tienen que ver las declaraciones de la Reina, la Princesa de Asturias, Botín y Draghi? La llamada a la acción, desde luego. Y en la profundidad de sus palabras, los cimientos de una realidad: todo cambio colectivo se gesta en la conciencia individual. Pero también que por nuestras obras nos conocerán.

No basta saber que debemos reducir el desperdicio alimentario, si seguimos llenando el cubo de basura con lo que podríamos haber aprovechado. No sirve hablar de igualdad si, en nuestra vida profesional, seguimos reproduciendo desigualdades. Me encantó escuchar a Cruz Sánchez de Lara, vicepresidenta de EL ESPAÑOL en los X Premios Los Leones recordando a Madeleine Albright. “Hay un lugar en el infierno para las mujeres que no apoyan a las mujeres”. Es un ejemplo. Y tampoco sirve exigir acción política si, como ciudadanos, no participamos en la construcción de soluciones.

Cambiar la mentalidad es el punto de partida; cambiar los comportamientos, el auténtico desafío.