Cada mensaje de WhatsApp que enviamos emite  0,2  gramos de CO₂ a la atmósfera.

Cada mensaje de WhatsApp que enviamos emite 0,2  gramos de CO₂ a la atmósfera. iStock

Semanales Adiós al ecopostureo

Contaminación digital: cada mensaje de WhatsApp que enviamos emite 0,2  gramos de CO₂ a la atmósfera

Según el investigador Mike Berners-Lee, lanzamos a la atmósfera casi 35.000 toneladas diarias de dióxido de carbono. En concreto: 0,2 g por cada mensaje de WhatsApp.

6 diciembre, 2021 02:59

El mensaje de WhatsApp con el que damos los buenos días, por ingenuo y alegre que parezca, contamina. Pero no sólo ese mensaje, también todos los memes, felicitaciones y notas de audio con las que hacemos que el día a día parezca más conectado.

Es fácil dejarse llevar por la comunicación sin límites que ofrece internet. La red está pensada para eso, para ser divertida, sociable, útil e inmediata. Sin embargo, la nube no vive del aire.

Cada vez que enviamos un email, compartimos una foto, tenemos una reunión por Teams, escuchamos Spotify, vemos algo en Netflix o hacemos una búsqueda en Google, contaminamos. Es decir, emitimos CO₂. 

 La red está pensada para ser divertida, sociable, útil e inmediata. Sin embargo, la nube no vive del aire

En total, lanzamos a la atmósfera casi 35.000 toneladas diarias de dióxido de carbono. En concreto: 0,2 g por cada mensaje de WhatsApp, según el investigador Mike Berners-Lee.

Un dato aún más significativo es lo que contaminamos mientras vemos media hora de vídeo en cualquier plataforma streaming. Según la oenegé Media Shift Project, “las mismas emisiones que generamos al conducir durante 6 kilómetros”.

Se podría decir que si internet fuera un país, sería el quinto más contaminante del mundo. Así lo revelaba en 2017 el estudio Clicking Clean de Greenpeace. ¿Pero cómo es posible?

La clave está en los datos

Si no trabajas en esto, difícilmente serás consciente de lo que hay detrás. Lo invisible se vuelve visible al conocer que los centros de datos, que trabajan 24 horas todos los días del año para que internet funcione sin descanso, se cuentan por millones.

Estas nuevas fábricas de la era digital requieren enormes cantidades de agua y combustibles fósiles y contaminantes (carbón, gas, petróleo y nuclear) para funcionar y refrigerarse, pues no pueden supera los 50 °C.

Y cuando la digitalización desembarque del todo en nuestras vidas, la cantidad de centros de datos en funcionamiento se multiplicará. La pandemia encumbró a internet y parece que la sostenibilidad la glorifica, pero el volumen de datos que manejamos es tan inmenso que merece una reflexión sobre cómo nos relacionamos con la red.

Nuestra actividad digital tiene un impacto medioambiental.

Nuestra actividad digital tiene un impacto medioambiental. Chainarong Prasertthai iStock

Mónica Vicente, directora de Reputación & Sostenibilidad en OmnicomPRGroup, recuerda que “toda actividad genera una huella de carbono y lo importante es saber cómo podemos compensar la actividad que realizamos”.

Las grandes como Google, Apple o Facebook están tomando medidas al respecto, relacionadas con el uso de energías limpias o renovables. Sin embargo, desde Greenpeace advierten de que "están comprando garantías de origen, es decir, un papelito donde se dice que en algún momento del año se ha producido energía renovable".

Mientras no se consuman energías 100% renovables, no dejará de ser greenwashing. Porque, como afirma María Prado, responsable del proyecto Energía de Greenpeace, "existe una urgencia en trasladar todos los consumos digitales a las renovables”.

La experta insiste en que si queremos evitar los ecopostureos de las empresas, "debemos exigir marcos de actuación claros, un compromiso real y una vigilancia de la debida en toda la cadena de valor".

Una hora de videollamada emite hasta 1.000 gramos de CO₂

La mejor acción política como consumidores que podemos hacer está en nuestra cesta de la compra y nuestro día a día. Sentir que estamos conectados está bien y nos define como animal social que somos, pero podemos hacerlo mejor. Y exigir con nuestra voz y nuestros actos.

Por ejemplo, la contaminación de una hora de videollamada –hasta 1.000 gramos de CO₂–, se puede reducir en un 96% si se hace con la cámara apagada, según la revista Resources, Conservation and Recycling.

O ver una película de plataforma streaming con el cable de fibra óptica, en vez de con datos para reducir las emisiones.

O controlar la cantidad de información que compartimos en redes o almacenamos ayuda al planeta.

No es tan difícil.

Este año podríamos regalarnos ser más selectivos en quien y cómo vamos a contaminar por WhatsApp. ¿Para qué vamos a engañarnos? Inevitablemente, mandaremos el mensaje de texto, foto o audio –incluso podcast en algún que otro caso– felicitando la Navidad. Aunque podemos hacerlo en menor escala y exigiendo el cambio de que todos seamos energías renovables.

Los cambios individuales suman. Y los cambios colectivos transforman.