José de Pazos fue el artista encargado de diseñar los premios entregados durante el IV Observatorio de ODS.

José de Pazos fue el artista encargado de diseñar los premios entregados durante el IV Observatorio de ODS. Cedida

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José de Pazos diseñó los I Premios de ENCLAVE ODS: "La obra cuenta una historia de cambio y sostenibilidad"

Empezó su carrera artística a los 17 años y ahora, sus creaciones sobre soportes cotidianos como extintores o 'skates' decoran lugares de todo el mundo.

Más información: ENCLAVE ODS entrega sus primeros Premios de Sostenibilidad en el marco de su IV Observatorio

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Podría decirse que José de Pazos (Cádiz, 1976) ya nació artista. Lleva toda su vida dedicada al arte en todas sus formas, tras una andadura que empezó con unos estudios especializados en fotografía que le abrieron las puertas al mundo del reporterismo gráfico.

Trabajó para las principales agencias nacionales e internacionales, pero su debut en el panorama creativo fue mucho antes, cuando, con tan sólo 17 años, realizó su primera exposición individual.

Desde entonces, 25 años de carrera le avalan. Las paredes se le quedaban pequeñas y, fascinado por el Pop Art y el Street Art, empezó a hacer uso de lienzos, por así decirlo, alternativos. Decidió pasarse al mundo de la escultura y, con distintos moldes, plasmó su arte sobre extintores, skates o, incluso, un Playmobil.

De este modo, y haciendo una excelente intersección entre nuestro mundo moderno y el universo distópico de los dibujos animados, ha llegado a decorar lugares de todas partes del mundo.

Asentándose como un artista rompedor, que hace desde acrílico hasta escultura, y que trabaja con diferentes lenguajes y texturas, ha creado un estilo propio fácilmente reconocible.

Actualmente, se dedica de lleno a producir, desde Mijas (Marbella), colecciones de arte que se exponen en The Gallery Riviera (Málaga), María Porto Gallery y La Galería (ambas en Madrid).

Obra de José de Pazos.

Obra de José de Pazos. Cedida

Pero De Pazos ha dejado, por un momento, la luz del sur que tanto le inspira para acudir a la capital tras un encargo muy especial: el de diseñar el galardón de la primera edición de los Premios de Sostenibilidad ENCLAVE ODS.

Entregados en el marco del IV Observatorio de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, y que acaba de darse por finalizado, el gaditano hace un hueco en su agenda para charlar de todo lo que hay detrás de un artista que es capaz de convertir una lata reciclada en una obra de arte.

Empezó su carrera artística muy joven, con su primera exposición individual a los 17 años. ¿Cómo fue esa experiencia y qué le motivó a dar ese paso tan temprano?

Empezar tan joven fue una mezcla de ilusión y vértigo. Tenía muchas ganas de mostrar lo que hacía, de probarme a mí mismo y de sentir la reacción de la gente ante mi obra.

Desde muy temprano entendí que el arte no solo es crear algo bonito, sino conectar con quien lo mira y provocar una emoción, una reflexión, o incluso una sonrisa.

Su formación en fotografía y su trabajo como reportero gráfico marcaron sus inicios. ¿Cómo influyó esa experiencia en su mirada artística actual y en su capacidad para ver lo extraordinario en lo cotidiano?

La fotografía me enseñó a mirar de otra manera. Aprendí a observar lo que pasa a mi alrededor, a encontrar historias en gestos pequeños, en objetos comunes, en detalles que otros pasan por alto.

Esa mirada se trasladó al arte, y en cada obra intento que el espectador vea algo en lo que quizás antes no había reparado, que se sorprenda o se conecte con un recuerdo o una emoción.

Se define como un artista de Urban Pop Art que fusiona el arte callejero con referencias de la cultura de masas. ¿Podría explicarnos cómo llegó a desarrollar este estilo único y qué elementos lo distinguen del Pop Art tradicional?

El Pop Art clásico elevaba los iconos de consumo masivo, pero yo los llevo a la calle, los mancho, los mezclo con sprays, soportes industriales… Mi estilo no es limpio ni perfecto, es ruidoso, urbano, tiene la imperfección de lo vivido en la calle.

Mezclo colores, formas y materiales de manera libre, y siempre intento que cada pieza tenga su propio pulso y su propia voz. A veces incluyo frases que transmiten energía positiva, ganas de vivir, de entenderse, de respetarse y de fuerza, para que el mensaje de la obra llegue directo al espectador.

Utiliza diversas técnicas sobre diferentes soportes. ¿Cuál es su proceso creativo al combinar estas técnicas y cómo decide qué soporte usar para cada obra?

Cada objeto o superficie tiene su propia personalidad y eso influye en cómo trabajo. Un extintor, por ejemplo, tiene volumen, curvas y bordes que hacen que mis trazos y técnicas se adapten a él; un skate ya viene con su propia historia de uso y eso también condiciona la intervención. En cambio, un lienzo plano me permite experimentar con capas y mezclar técnicas con más libertad.

Me gusta dejar que la pieza me vaya guiando, la técnica surge de lo que quiero contar y de las características del objeto, y siempre intento que cada obra tenga vida propia y una energía que la haga reconocible.

La luz mediterránea y el mar son elementos fundamentales en su trabajo, ya que ha vivido en diferentes ciudades andaluzas como Cádiz, Marbella y Málaga. ¿De qué manera estos elementos naturales se reflejan en su obra?

La luz del sur lo cambia todo. Esa claridad tan característica hace que los colores se vean más fuertes, más intensos, y eso se cuela en mi forma de trabajar. Mis obras tienen esa chispa de energía que da la luz andaluza, incluso cuando hablo de temas urbanos o de cultura pop.

El mar me influye de otra manera, no solo como color, sino como movimiento, como sensación. Está en el ritmo de las composiciones, en la frescura con la que intento que respire cada pieza, en esa idea de que nada es estático.

Para mí el mar es libertad, y esa libertad se nota en lo que hago. Aunque pinte algo aparentemente industrial o cotidiano, siempre hay un eco de eso detrás.

De Pazos utiliza en su obra múltiples soportes y distintos estilos, combinando el mundo real con el de los dibujos animados.

De Pazos utiliza en su obra múltiples soportes y distintos estilos, combinando el mundo real con el de los dibujos animados. Cedida

Trabaja con iconos de la cultura popular, desde personajes de cómics hasta marcas comerciales como Campbell's Soup y Playmobil. ¿Qué criterio sigue para seleccionar estos elementos y qué mensaje busca transmitir a través de su descontextualización?

Me interesa todo aquello que está en la memoria colectiva, lo que todos llevamos dentro, aunque no lo pensemos, un juguete de la infancia, un personaje de cómic, un logo que vemos cada día en la calle.

Cuando saco esos iconos de su contexto y los pongo en otro, hago que el espectador se ría, se incomode o se cuestione su propia relación con esos recuerdos y consumos.

Además de lienzos, interviene objetos cotidianos como skates, extintores y esculturas. ¿Cómo surge la decisión de trasladar sus personajes bidimensionales al mundo tridimensional?

Siempre me ha fascinado poder tocar lo que pinto. El 3D apareció de manera natural, mis obras tenían que salir de la pared y mezclarse con la vida real.

Cada objeto tiene su propia historia, un skate, por ejemplo, no es solo madera y ruedas, ya viene con golpes, caídas, experiencias... Intervenirlos es como darles una segunda oportunidad, un giro inesperado que los convierte en algo más que un objeto común.

Durante años compaginó su carrera artística siendo CEO de una empresa de diseño gráfico. ¿Cómo fue esa experiencia de equilibrar el mundo empresarial con su pasión artística, y qué le llevó finalmente a dedicarse por completo al arte?

Durante años fue como vivir dos vidas en paralelo. Por un lado, la rutina del diseño gráfico, pragmatismo, reuniones, deadlines… todo muy concreto y seguro.

Por otro, el arte, imprevisible, libre, caótico y totalmente mío. Mantener las dos cosas era agotador, pero también aprendí disciplina, organización y gestión de ideas, aunque mi corazón siempre estuviera en la pintura y los objetos que creaba.

Llegó un momento en que tuve que mirar de frente lo que realmente quería. Me di cuenta de que si quería volcarme de verdad en mi obra, en contar mi historia a través del Urban Pop Art y mis objetos, no podía seguir repartiendo mi energía.

Tenía que dejar atrás la seguridad, el sueldo fijo y todo lo cómodo, y lanzarme a lo que realmente me apasiona. Fue un salto de fe, pero hoy sé que era necesario, no hay nada comparable a sentir que cada día puedes dedicarte a lo que amas sin reservas.

¿Cómo recibió la noticia de ser el artista encargado de elaborar los premios para EL ESPAÑOL? ¿Tenía una idea establecida de lo que quería hacer o decidió improvisar?

La recibí con una mezcla de ilusión y vértigo. Sabía desde el primer momento que no podía hacer un premio convencional; tenía que ser algo que contara una historia, que tuviera sentido y que hablara de cambio y sostenibilidad, no solo de estética.

Además, todo esto fue posible gracias a María Porto, una de las galeristas más importantes de España, con la que tengo una relación excepcional basada en cariño y respeto mutuo. Ella confió en mí y me dio el honor de crear este galardón, y eso significó muchísimo.

María no sólo me abrió la puerta a este proyecto, sino que me inspiró con su visión y su capacidad de entender el arte y su impacto.

Improvisé sobre un concepto muy claro: quería que cada premio transmitiera un mensaje, que no fuera solo un objeto decorativo, sino un símbolo que generara conversación y emoción.

Trabajar con su confianza y apoyo fue clave, gracias a ella pude arriesgarme, experimentar y plasmar en cada pieza lo que considero que debería representar un galardón contemporáneo y lleno de significado.

Cada premio es distinto en relación a su categoría. ¿Qué quería expresar con cada modificación y por qué hay elementos que debían mantenerse?

Para mí era fundamental que todos los premios compartieran un lenguaje común, la lata reciclada convertida en obra, los vertidos que simbolizan transformación y movimiento, y los símbolos que conectan con la sostenibilidad y el compromiso.

Esa raíz les da coherencia y hace que la colección se reconozca al instante. A partir de ahí, cada galardón necesitaba su propio matiz, algo que hablara directamente de la esencia de la categoría.

L'Oréal, con la frase Belleza con propósito, tiene un rojo intenso que transmite urgencia y vitalidad, recordando que la belleza puede generar un impacto real.

Francesca Thyssen-Bornemisza lleva El arte como motor de cambio y se viste de verde, símbolo de esperanza, para reflejar cómo el arte puede transformar la sociedad y el entorno.

Y la Unidad Militar de Emergencias (UME), con Entrega, valor y servicio, adopta el azul de confianza y compromiso, evocando la fuerza y la entrega en situaciones críticas.

Cada frase, cada color, cada pequeño detalle en la etiqueta o en el vertido actúa como una extensión del mensaje del premiado.

Mantener elementos como la palabra love, los diamantes, las estrellas, los corazones, las cruces y la flor asegura que, aunque cada premio tenga su propia voz, todos forman parte de un mismo lenguaje y cuentan una historia compartida: la sostenibilidad no es estática, el compromiso tiene muchas caras y cada acción cuenta.

Fotografía de los I Premios de Sostenibilidad ENCLAVE ODS, diseñados por José de Pazos.

Fotografía de los I Premios de Sostenibilidad ENCLAVE ODS, diseñados por José de Pazos. Cedida

Menciona en una entrevista reciente su deseo de realizar una exposición en colaboración con otro artista de estilo totalmente opuesto al suyo. ¿Podría contarnos más sobre este proyecto y qué espera que surja de esa fusión creativa?

Lo que me interesa de verdad es el diálogo con el contraste. Mi obra tiene ruido, color, saturación y energía; quiero situarla al lado de algo que funcione desde otra mirada, con otra forma de entender la narrativa visual, la composición o la interacción con el espectador.

Esa tensión genera una especie de chispa, cada pieza potencia a la otra y obliga al espectador a mirar de manera distinta.

No se trata de mezclar estilos por mezclar, sino de explorar cómo dos enfoques diferentes pueden convivir y enriquecerse.

Quiero que el público sienta sorpresa, que descubra conexiones inesperadas y que la exposición se convierta en un espacio donde lo mío y lo del otro se potencien mutuamente, sin perder identidad.

Para mí, esa es la verdadera riqueza de colaborar con alguien que tiene un lenguaje propio y distinto al mío, la combinación de perspectivas crea algo que ninguno de los dos podría lograr por separado.