La científica estadounidense Diana Yousef junto a su iThrone.

La científica estadounidense Diana Yousef junto a su iThrone.

Referentes Agua limpia y saneamiento

El invento de Diana Yousef, un inodoro al estilo de la NASA que convierte los desechos humanos en vapor de agua

La científica estadounidense ha desarrollado el iThrone inspirada en tecnología de la agencia espacial con la que trabajó en 2009. 

17 abril, 2024 02:24

Era 2009 cuando la bioquímica estadounidense Diana Yousef, experta en desarrollo internacional, tuvo su “momento eureka”. Estaba en la NASA, analizando “las opciones de reciclaje de agua para la estación espacial internacional”. Una y otra vez surgieron en la conversación el “saneamiento por vaporación” o los materiales transpirables, esos que, explica, “tienen la capacidad de extraer agua molecular de una masa húmeda”.

El objetivo, cuenta a ENCLAVE ODS, era “coger las aguas residuales y pasarlas por tubos de un material transpirable, hacer que el agua molecular saliera y usarla para la agricultura espacial”. La idea, asegura, le pareció “muy interesante”; sin embargo, no llegó a nada. Al menos, para la NASA, porque en ella se sembró el germen de lo que, cinco años después, se convertiría en su startup change:WATER Labs. Ahora, su proyecto es finalista en los premios de Innovación Social de Fundación MAPFRE.

Su proyecto fue macerando, a fuego lento, en la mente de Yousef. En 2012, cuando se mudó a Boston y tuvo a su primera hija —es madre de tres niñas—, su carrera se “estancó”. Hasta entonces, además de colaborar con la agencia espacial estadounidense, había desarrollado proyectos para Naciones Unidas o el Banco Mundial. En ese momento, lo tuvo claro: “Si iba a esforzarme para hacer algo por el futuro de mi carrera, más valía que importase, que justificase el hecho de que no iba a ser madre a tiempo completo”.

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Como explica, tenía “muchas ganas de tocar algo que tuviera un enorme impacto”, tanto para el desarrollo social y económico como para la sostenibilidad y la “protección del futuro, los recursos del planeta” para sus hijas y sus nietos. Precisamente por eso cogió su cochecito infantil, su paño de lactancia y a su bebé y se “pateó” la ciudad de Boston, llamando a puerta tras puerta para intentar “que la gente se interesara en esta idea”.

No fue hasta finales de 2014 que consiguió llamar la atención del prestigioso MIT. Hasta entonces, cuenta, “no tenía tecnología, ni fondos, ni colaboradores, ni espacio para trabajar… nada; solo tenía una idea”. Una vez montado su equipo —buena parte proveniente de la universidad estadounidense— consiguieron, al fin, la subvención inicial que puso los cimientos de su revolucionario invento: el iThrone.

La revolución de los retretes

En dos años ya habían desarrollado su tecnología, inspirada en el proyecto de la NASA de 2009, aunque con matices. El material que han creado, que denominan envoltorio retráctil para basura (shrink-wrap for crap, en inglés) es, como el que usaba la agencia espacial: un “material transpirable que tiene la capacidad de alejar el agua de un área húmeda”.

Se parece, dice Yousef, “a los tejidos con los que se hace la ropa de deporte que absorbe y evapora nuestro sudor para que estemos cómodos”. Sin embargo, su shrink-wrap for crap “no es una tela”, más bien es un material que “absorbe agua molecular y luego la libera al aire en forma de vapor de agua”.

Esta envoltura retráctil para basura se insertó en su producto estrella, el iThrone. Se trata, explica, “de un inodoro portátil de bajo costo y sin cisterna que tiene la capacidad de evaporar la mayoría de los desechos”.

Parece ciencia ficción —o incluso magia—, pero nada más lejos de la realidad. “Los desechos humanos son un 95% agua”, cuenta y, por eso, su innovación es tan revolucionaria.

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Yousef explica su funcionamiento: “El iThrone incorpora bolsas hechas de este material evaporativo en su interior, y los excrementos se recogen en ellas. Luego, las bolsas aspiran el agua de los desechos para encogerlos y secarlos. Y así, los residuos líquidos se pueden eliminar casi por completo in situ”.

Eso sí, matiza, “los residuos sólidos no desaparecen”, pero “habrá muchos menos y serán mucho más estables y más seguros de gestionar”. De esta manera, asegura Yousef, se consigue “un inodoro compacto que puede gestionar entre 1.400 y 2.800 usos antes de que sea necesario vaciarlo”.

Eso, indica, permite que quien lo use “'tire de la cadena sin necesidad de líquidos, ni de tuberías”. Porque, indica, se “lanza” al aire “como gas de agua puro”. Básicamente, concluye, “se trata de un inodoro que reduce los residuos en el punto de producción, lo que permite una recolección pura y una contención mucho más higiénica”. Sobre todo, recuerda, en “situaciones de hacinamiento”.

Además, asegura, “transforma la economía y la escalabilidad del saneamiento descentralizado, porque no necesita ninguna infraestructura de apoyo”. Sus potenciales clientes les han llegado a garantizar que su solución es “al menos cinco veces más barato de instalar que los retretes portátiles”. Algo que se traduce en la posibilidad de tener más baños que, en lugar de vaciarse a diario, se pueden vaciar cada 2 o 3 meses”.

Esto, a su vez, “reduce drásticamente el coste de recolección”. E, indica, “cada recolector de residuos puede dar servicio a 20 veces más inodoros”.

Del campo de refugiados al festival

“La mitad de la población mundial no tiene acceso a un baño limpio y seguro”, cuenta Yousef cuando se le pregunta por qué podría ser tan revolucionario su proyecto. Pero no es algo que diga ella; también lo asegura la ONU. Además, según cifras de la organización, alrededor de 2.400 millones de personas directamente carecen de acceso a servicios básicos de saneamiento, como retretes o letrinas.

El motivo, recuerda Yousef, es claro: “Viven en lugares en los que no tienen ninguna infraestructura de alcantarillado o agua corriente”. Es decir, es imposible tirar de la cadena. “Cuando no se puede hacer, los desechos humanos se acumulan in situ y se convierten en una basura muy cara de gestionar y recoger”.

Pero no solo eso: “El agua afecta prácticamente a todos los aspectos de la vida de las personas: la salud, la productividad y la paz entre las naciones”. Algo de lo que, sobre todo, fue consciente durante la crisis de refugiados de 2015. “En aquel momento me dio cuenta de que el saneamiento es muy desmoralizante e incluso peligroso para las personas que viven en campos de refugiados y asentamientos, específicamente, para las mujeres y las niñas”.

Porque, insiste, “cuando las mujeres y las niñas carecen de acceso a baños limpios y seguros en sus hogares, cerca de sus escuelas o en los lugares en los que trabajan, en realidad corren un alto riesgo de sufrir agresiones sexuales y violencia”.

Aunque Yousef asegura que el iThrone puede sacarse de los contextos humanitarios y aplicarse al día a día. “Hay muchos lugares públicos en los que se podría implementar, como festivales de música, por ejemplo, o sitios donde es necesario conservar o economizar en consumo de agua…”, reconoce.

Y añade: “Todos los inodoros que vendemos tienen la capacidad de generar un impacto social en comunidades de bajos recursos, pero también producen un impacto ambiental en todas partes, porque no usa agua y reduce las emisiones de metano que a menudo se emiten por las aguas residuales no gestionadas”.

El iThrone beta

Actualmente, el iThrone está en fase de prueba en Panamá, un entorno, según su creadora, “desafiante para una solución como esta” por sus altos niveles de humedad. En los dos primeros meses de funcionamientos, las dos unidades de este inodoro desplegadas en una zona indígena a las afueras de la ciudad de Panamá, dice, han dado muy buenos resultados: “Han logrado eliminar o evaporar hasta un 97% de los residuos”.

Esto, indica, se traduce en que cerca de un tercio de una tonelada de desechos humanos "se haya evaporado”. Además, asegura, estos iThrones han funcionado durante casi 3 meses “sin ningún tipo de mantenimiento” y sin infraestructura. Los residuos, además, se “han contenido de forma higiénica”.

Mientras se escriben estas líneas, el iThrone sigue en fase piloto, como continuará durante los próximos 9 meses aproximadamente, “para ver cómo funciona en todas las estaciones del año”. Aun así, “probablemente pasarán otros 12 a 18 meses antes de que tengamos un producto que podamos lanzar al mercado a gran escala”, concluye Yousef.