El 17 de octubre se conmemora el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza. Una fecha que debería servirnos no solo para recordar la situación de quienes más sufren, sino para mirarnos como sociedad y preguntarnos si estamos haciendo lo suficiente. Porque la pobreza no es una estadística, es la realidad cotidiana de millones de personas.
Más de 4 millones de personas en España viven en situación de pobreza material severa. Hablamos de hogares donde no hay recursos para encender la calefacción en invierno, comprar un abrigo o unas gafas graduadas, reponer los electrodomésticos cuando se estropean o asumir un gasto médico imprevisto.
La pobreza no se mide solo por lo que hay en la nevera. Se mide por la imposibilidad de llevar una vida digna, de participar en igualdad de condiciones en la sociedad.
Cuando pusimos en marcha Acompartir lo hicimos convencidos de que la pobreza no termina con un plato de comida. Es urgente que nadie pase hambre, pero también es necesario ir más allá.
Quien vive en situación de precariedad arrastra un cúmulo de carencias que tienen que ver con el acceso a productos básicos, con la exclusión social y con la sensación de no poder ofrecer a los hijos un futuro mejor.
Por eso desde el principio quisimos que nuestro banco de productos Acompartir tuviera una vocación transformadora y que se alineara con los grandes retos que marca la Agenda 2030: erradicar la pobreza, reducir las desigualdades, impulsar un consumo responsable y, tejer alianzas sólidas entre todos los actores sociales y económicos. Porque sabemos que solos no podemos, pero juntos sí.
El desperdicio es un lujo que no podemos permitirnos como sociedad. Mientras millones de personas carecen de bienes básicos, toneladas de productos acaban en vertederos cada año. Material escolar, productos de higiene, ropa o enseres domésticos son retirados del mercado por criterios comerciales, logísticos o de stock.
Lo que para una empresa es un excedente, para una familia puede ser un salvavidas. Nuestro trabajo consiste en tender ese puente.
Recientemente, hemos creado una app que avanza en esa dirección. Con ella facilitamos que empresas y comercios de barrio pongan a disposición sus excedentes de manera sencilla, transparente y rápida, y que las entidades sociales puedan acceder a ellos según las necesidades de las personas que atienden.
Pero la tecnología es solo una herramienta. Lo verdaderamente importante es el cambio cultural que queremos impulsar: que aprendamos a aprovechar los recursos, a reducir el despilfarro y a compartir con quienes no tienen lo suficiente.
La pobreza material severa no es un problema que afecte solo a quienes la sufren directamente. Es un fenómeno que erosiona la cohesión social, alimenta la desigualdad y debilita el futuro de un país. Si miles de niños crecen sin acceso a lo básico, si miles de adultos tienen que elegir cada mes entre llenar la despensa o pagar la luz, como sociedad estamos hipotecando nuestro futuro común.
Y ahí es donde iniciativas como Acompartir cobran todo su sentido: no son una solución mágica, pero sí una demostración de que hay otras formas de organizar los recursos.
El reto es inmenso, pero también lo es la capacidad de respuesta cuando sumamos esfuerzos. Empresas, ONG, administraciones y ciudadanía, todos tenemos un papel que desempeñar en la lucha contra la pobreza.
*** Leticia López-Cotelo, directora del Banco de Productos Acompartir.