Afrodescendientes, qué palabra. Para algunas un palabro moderno, para otras un espacio habitable y para muchas una incógnita. Pero para este país somos una falsa novedad. Las eternas recién llegadas, cuya historia en este territorio se reduce a una mera leyenda.
El concepto afrodescendiente fue adoptado en el año 2000 en la Conferencia Regional de las Américas, llevada a cabo en Santiago de Chile, previa a la III Conferencia Mundial contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y las Formas Conexas de Intolerancia, celebrada en 2001 en la ciudad de Durban.
De esta conferencia deviene el mandato del Decenio de las personas Afrodescendientes (2015-2024), de este un Foro Permanente de los Afrodescendientes y un Segundo Decenio de las personas Afrodescendientes para el próximo año.
Dicho esto, ¿cuál es la realidad de las personas afrodescendientes en España? En esta pregunta subyace un tabú: ¿es España racista?
Lo cómodo sería decir que no, que está todo perfectamente, que asumamos las migas de la representación. Pero el panorama real no es ese.
Entidades como Biznegra venimos denunciando discriminaciones varias desde hace tiempo. Por ejemplo, en cómo el racismo afecta al acceso a la vivienda donde nos encontramos con el informe de Provivienda ¿Se alquila? Racismo y xenofobia en el mercado del alquiler, que muestra como el 72,5% de las inmobiliarias contactadas reconocen formas explícitas de discriminación.
Puestas a hablar de ello, no podemos dejar de mencionar el perfilamiento racial, ya que según la Agencia de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea (FRA), el 52% de las personas negras residentes en España han sido sometidas a controles policiales debido a su raza, superando la media europea del 48%.
También debemos sumar los datos presentados en la Memoria anual de resultados del Servicio de asistencia y orientación a víctimas de discriminación del Consejo para la Eliminación de la Discriminación Racial o Étnica (CEDRE), que muestra 2.582 casos de racismo en 2023.
Pero este verano, la cacería de personas migrantes en Torre Pacheco parece haber sido la chispa para tomarse en serio —por fin— esta cuestión. ¿Será este el punto de inflexión para que se tomen medidas reales y efectivas contra el racismo?
Los actos de violencia que tuvieron lugar en el municipio murciano, y que la mayoría pudimos ver en redes sociales, no son ni puntuales ni aislados.
Son el resultado del relato de la Reconquista católica de la península ibérica, el pogromo gitano de 1749, la trata transatlántica de personas africanas por parte de España, y un larguísimo etcétera.
Dicha herencia llega hasta nuestros días en el asesinato de Lucrecia Pérez en 1992, cuyo caso es de especial relevancia dado que fue el primer asesinato racista reconocido por la justicia como tal, o el incendio provocado de casas gitanas en 2022 en Pael de Pacheco (Jaén).
Los asesinatos en las fronteras constantes con masacres como en las de Melilla, trabajadores migrantes desaparecidos por sus patronos, o los asesinatos de Abderrahim, Muhammad Munir, Mamouth Bakoum, Abdoulie Bah, Brian Ríos, Mahamedi y una larga lista de persecuciones que acaban en la muerte.
Todo ello implica de facto que no se lograrán los Objetivos de Desarrollo Sostenible, especialmente el 1 (fin de la pobreza), 3 (salud y bienestar), 5 (igualdad de género), 8 (trabajo decente y crecimiento económico), 10 (reducción de las desigualdades), 11 (ciudades y comunidades sostenibles) y 16 (paz, justicia e instituciones sólidas).
A menos que pensemos que estos objetivos están cumpliéndose porque se está aplicando a población blanca, paya y europea.
La falta de medidas específicas en la prevención e intervención contra el racismo denota la relevancia del mismo, que cuando no se ha negado, se ha minimizado.
Por ello, líneas de trabajo como las de Fondo Calala nos permiten trabajar la justicia racial, no sólo respecto a los derechos de las mujeres, sino como parte necesaria para construir sociedades más justas.
Y es que la justicia social sin la racial es un concepto vacío que nos sitúan en una falsa convivencia. Y para lograrlas ambas se debe reconocer por fin el racismo (social, institucional y estructural) que existe en España, por incómodo que sea.
***liassou Olalla es miembro de la Asociación de Mujeres Afrodescendientes Biznegra.