El sector de las energías renovables se consolida como un pilar estratégico, no solo para la transición energética, sino también para la evolución del empleo en España.

Su madurez creciente y su aportación al PIB del 1,13% lo posicionan como motor económico, pero también como laboratorio de nuevas formas de trabajar.

Según nuestra Guía del Mercado Laboral, el 59% de las empresas del sector de las renovables apoya la jornada semanal de 37,5 horas. Doce puntos por encima de la media.

Este dato no es menor, ya que refleja una visión de sostenibilidad que va más allá del medio ambiente. Se trata también de sostenibilidad humana y organizativa.

El sector entiende que un entorno laboral equilibrado y alineado con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) es clave para atraer y fidelizar talento en un mercado cada vez más competitivo y exigente.

La reducción de jornada responde, de esta manera, a una estrategia de bienestar y eficiencia, donde se busca optimizar resultados sin comprometer la calidad de vida.

Sin embargo, esta apertura convive con una tendencia menos esperada, y es el retorno a la presencialidad. El 13% de las empresas tiene previsto implementarlo este 2025.

Aunque parezca contradictorio, esta decisión tiene sentido. En un sector aún joven, la presencia física favorece la cohesión, coordinación y control de los proyectos.

Para las empresas del sector, la gestión de activos, el uso de energía asequible y no contaminante, así como una colaboración ágil, son factores clave para el éxito de iniciativas con alta complejidad técnica.

Pero esto plantea un nuevo reto: atraer y retener talento en un entorno que, en muchos casos, todavía demanda flexibilidad y trabajo híbrido.

El 71% de los profesionales del sector está explorando nuevas oportunidades. Esto obliga a las compañías a construir una propuesta de valor que vaya más allá del salario.

Los profesionales buscan propósito, una cultura alineada, oportunidades de desarrollo y entornos sostenibles donde su aportación tenga sentido. El sector de las renovables es cada vez más consciente de la importancia de responder a estas expectativas.

La energía limpia no solo necesita ingenieros, también demanda project managers IPP, asset Managers, técnicos en ESG y perfiles de gestión con visión estratégica.

Este cambio en la demanda de talento refleja la transformación estructural del sector: de construir proyectos a garantizar su rentabilidad y sostenibilidad.

La eficiencia operativa, el cumplimiento regulatorio y los compromisos medioambientales obligan a contar con profesionales que integren visión técnica y capacidad gestora.

A su vez, se afianzan modelos de plantilla más dinámicos; cada vez son más comunes los equipos mixtos, que combinan personal fijo y freelance por proyecto.

Esta estructura flexible permite a las empresas adaptarse con rapidez a cada fase del desarrollo, optimizando recursos y manteniendo la especialización técnica.

Es también una forma de responder a la volatilidad del mercado, sin perder capacidad de innovación ni agilidad en la toma de decisiones.

No basta con adaptar estructuras, también es necesario invertir en formación de calidad. Y aunque se han dado pasos importantes, todavía queda mucho recorrido.

Lo refleja la colaboración entre universidades y empresas, que ha mejorado, pero continuamos detectando carencias en la incorporación de jóvenes a proyectos reales tras titularse.

Necesitamos acortar esa distancia. Formar desde el primer momento a los perfiles que liderarán la transición energética en los próximos años es una prioridad.

El sector tiene la oportunidad de convertirse en un referente, no solo tecnológico o económico, sino también laboral, social y formativo.

Porque la sostenibilidad empieza en la forma en la que trabajamos, en cómo cuidamos al talento y en cómo diseñamos organizaciones más humanas.

*** Beatriz Pons es National Energy Strategic Accounts Manager en Hays España.