El modelo de zero waste o residuo cero está revolucionando la forma en que abordamos la gestión de los desechos, tanto desde las empresas como desde la ciudadanía.
Este cambio de paradigma no solo impulsa la transformación de los residuos en nuevos recursos, sino que fomenta además una economía verdaderamente circular.
Según datos recientes, el mercado global de gestión de residuos ya alcanzó la cifra de 1.293,70 mil millones de dólares en 2022 y se proyecta que crezca hasta los 1.355,82 mil millones de dólares en 2032, lo que pone de manifiesto la creciente relevancia y trascendencia de este sector en todo el mundo.
La realidad es que muy pocas industrias permanecen ajenas al cambio que supone el residuo cero. Sectores como la energía, la moda, la belleza, la alimentación, las bebidas y la electrónica, están viendo cómo cada vez más compañías rediseñan procesos y productos desde la fase inicial con el objetivo de minimizar los desechos y emisiones.
Paralelamente, los ciudadanos hemos comenzado a implicarnos de forma activa en iniciativas que no sólo se limitan al reciclaje tradicional y crece el compromiso y exigencia hacia marcas y gobiernos para que adopten modelos sostenibles, transparentes y responsables.
Esta transformación está generando un impacto notable no solo desde el punto de vista ambiental, sino también económico, abriendo un abanico de oportunidades con gran potencial transformador.
Así, por ejemplo, uno de los grandes desarrollos que permite el modelo zero waste es la revalorización del desperdicio alimentario.
Actualmente, cerca de un tercio de los alimentos producidos en todo el mundo se desperdician, y resulta evidente que transformar estos residuos en insumos valiosos constituye un mercado en auge.
Es especialmente inspirador comprobar cómo numerosas empresas logran crear valor a través del intercambio de subproductos entre distintas industrias y mediante el desarrollo de soluciones innovadoras que reducen el desperdicio a lo largo de toda la cadena de suministro.
Del mismo modo, la gestión de residuos en el hogar adquiere cada vez mayor protagonismo.
El crecimiento del consumo doméstico genera volúmenes crecientes de basura, y aquí es donde veo un enorme reto para la innovación tecnológica y la puesta en marcha de nuevas estrategias que potencien la separación, el reciclaje y la reducción de desechos en el entorno doméstico, muy limitado por espacios cada vez más pequeños.
Otra dimensión fundamental en este contexto es el uso eficiente del agua. Ante la intensificación de la crisis hídrica mundial, considero que tanto organizaciones como consumidores podemos liderar el cambio apostando por productos y servicios que reduzcan el consumo de agua, un desafío clave tanto en la industria como en los hogares, y promoviendo un uso responsable de este recurso esencial.
Sin embargo, aun con todos estos avances y oportunidades, no podemos perder de vista los importantes desafíos que enfrenta la implantación real del modelo zero waste. Uno de los más relevantes tiene que ver con los costes.
Las alternativas sostenibles suelen requerir inversiones mayores que las opciones tradicionales, lo que frena su adopción generalizada. Por este motivo, es fundamental que desarrollemos modelos de negocio accesibles, rentables y escalables para derribar esta barrera.
Por otro lado, los obstáculos normativos resultan igual de determinantes. La legislación actual, especialmente en un país como España, aún favorece la opción de desechar en lugar de recuperar y reciclar, desincentivando la economía circular.
Por otro lado, la creciente demanda de productos personalizados, si bien legítima desde el punto de vista del usuario, puede entrar en conflicto con la necesaria estandarización de procesos que permite optimizar recursos y minimizar residuos.
Por último, la fragmentación de la cadena de valor, especialmente en sectores como el alimentario, donde intervienen multitud de actores dispersos, dificulta la aplicación de soluciones integrales a gran escala.
Es imprescindible que trabajemos para promover la colaboración entre industrias y el intercambio de conocimiento técnico y estratégico, sólo así podremos lograr avances relevantes y sostenibles.
En definitiva, el enfoque residuo cero ya no es una simple tendencia emergente, sino una necesidad urgente para garantizar la sostenibilidad del planeta.
Las empresas pueden y deben liderar esta transformación, pero para ello resulta esencial superar barreras estructurales, económicas y regulatorias que todavía nos frenan.
De igual forma, la innovación, la colaboración y la acción colectiva entre industrias, ciudadanos y gobiernos serán los pilares indispensables para conseguir un futuro sin residuos.
*** Gema de Marcos es Building Manager de Byld.