Las colas cada vez más largas en los bancos de alimentos son una muestra de la abrumadora realidad de la pobreza en España.

Decenas de personas esperan cada día para poder desayunar un café y pan gracias al banco de alimentos, como por ejemplo al cercano al cine Ideal, en Madrid.

Incluso se quedan sin reservas, como ocurrió en el banco de alimentos de Navarra. Y para muchos son la única vía de escape para poder comer algo durante el día.

Dentro de esta situación de falta de ingresos y acceso a servicios básicos o vivienda, se recrudece la esperanza de vida, íntimamente ligada a la pobreza; y ello resulta en enfermedades derivadas por la mala alimentación, higiene o enfermedades crónicas. En las colas del hambre hay un elevado aumento de personas que se encuentran en alguna de estas situaciones:

  • Personas mayores gravemente limitadas: un espectro de personas con 65 años o más que son dependientes.
  • Acuden a las colas con muletas, sujetándose con un carrito de la compra o apenas pueden andar.
  • No hay acompañamiento ni seguimiento por parte de una persona a cargo, lo que hace muy complicado su tratamiento hospitalario.
  • Necesitan alimentarse y se prioriza.

En un porcentaje aproximado, según informes de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), el índice de pobreza en personas mayores (Old age income poverty, en inglés), el nivel de pobreza de personas entre 66 a 75 años es del 11%. Para los mayores de 75 años asciende al 15%.

Aunque muchos de ellos tienen un acceso a pensión, el importe no puede cambiarse. Es decir, la planificación de ahorro y subida del coste de la vida no pueden modificarla, los costes son cambiantes y el ingreso es el mismo.

Y, por tanto, hablando en un plano puramente sanitario, tampoco pueden tratarse de determinadas complicaciones de salud, como pueden ser las patologías bucales, originadas por falta de salud bucal: pérdida de dientes, enfermedades periodontales, cáncer bucodental…

Los objetivos encaminados a conseguir que la población esté lo más sana posible, debe incluir de manera estratégica a los colectivos vulnerables, como lo son las personas mayores y dependientes, para el acceso universal a un plan sanitario:

  • Personas con limitaciones para la actividad de la vida cotidiana: estas personas pueden tener problemas de movilidad, discapacidad intelectual o enfermedades crónicas que les dificultan realizar las actividades básicas de la vida diaria.
  • Enfermos crónicos: en España, el 18% de la población convive a diario con el dolor crónico. Esta enfermedad causa un gran impacto en la salud, tanto física como emocional, y en la vida social, familiar y laboral del individuo.

Si hablamos dentro del espectro de la pobreza, la enfermedad es una consecuencia notable: existe una gran dificultad para encontrar comida sana asequible económicamente, lo que provoca que los ciudadanos basen su dieta en comida rápida. La prevalencia de enfermedades asociadas a una dieta perjudicial, como la obesidad y las enfermedades cardiovasculares, es mayor.

En las situaciones de las colas para los bancos de alimentos impera el hambre, que da lugar a la misma situación de mala alimentación o hacerlo con lo que se pueda.

  • Personas con problemas de salud mental: la relación entre la pobreza y los problemas de salud mental es un hecho constatable. 
  • La evidencia científica demuestra que uno de los principales factores de riesgo para desarrollar un problema de salud mental es la pobreza y la desigualdad económica.

La ansiedad y preocupación con conseguir dinero se repite diariamente. Pagar medicinas, ir al dentista, pagar el alquiler o hipoteca, encender la calefacción…
Todo ello supone una espiral que deriva en depresión.

Para poder conseguir la erradicación de la pobreza y la desigualdad, son necesarias políticas de protección y la reforma de ingresos para jubilados que se ajusten a la realidad del coste de la vida.

Otro de los grandes retos es el empleo. Puesto que, en muchos casos, las personas con empleo son pobres. Una gran apuesta por el fin de la pobreza empieza con políticas sociales estructurales y termina en la responsabilidad ciudadana, en cuanto a respeto de derechos laborales, no despilfarrar y tirar alimentos.

Al igual que se contemplan programas específicos para detección precoz del cáncer, un proyecto que pueda dar cabida al acompañamiento de personas que necesitan tratarse de cualquier patología, incluida la bucodental y mental específica para la sufrida pobreza, de por sí desigual y aún más en cuanto al acceso a la compra de medicinas y tratamientos muy necesarios.

Es vital que podamos frenar la brecha de la desigualdad tan marcada que se está sufriendo desde hace años, pero ahora más visibilizado con las kilométricas colas del hambre.

***Nora Vázquez es jurista, sanitaria en el Institut Català de la Salut y docente.