España es un referente en transición energética y en energías renovables. En la actualidad, nuestro sector energético es uno de los más avanzados y maduros, fruto de cien años de progreso técnico que han permitido acelerar el desarrollo económico e industrial, mejorando considerablemente la calidad de vida de los ciudadanos.

Sin embargo, pese a los grandes avances conseguidos, todavía hay mucho camino por recorrer para lograr la descarbonización y una transición energética justa y resiliente. La solución es tan clara como compleja: eliminar las moléculas contaminantes (combustibles fósiles) del proceso de generación de energía, principalmente eléctrica, para el transporte y para el calor.

Por otro lado, los principales desafíos energéticos de España pasan por lograr la descarbonización energética en línea con los Objetivos de Desarrollo Sostenible, la reducción y la estabilidad del coste energético y, por último, la independencia energética del exterior, ya que en 2021 esta dependencia aumentó hasta el 69,1%.

Afortunadamente, este sector lleva más de 20 años trabajando en buscar diferentes soluciones para dar respuesta a esto retos a través de las energías renovables, como la energía eólica y la solar, o tecnologías como las bombas de calor, el bombeo hidráulico y, últimamente, el impulso del coche eléctrico. 

Pero de todas las tecnologías limpias, la energía solar fotovoltaica, por primera vez en cien años, ha permitido poner al consumidor final, es decir, a las familias y las pequeñas empresas, a la misma altura de importancia que las instituciones públicas y grandes empresas en cuanto a decisión y capacidad de ejecución de su propia política energética.

En España, hasta hace 3-4 años, eran el gobierno y las grandes empresas sobre los que recaía de manera exclusiva el desarrollo de políticas energéticas, ya que la estrategia energética requiere de fuertes inversiones, proyectos complejos tecnológicamente y elevadas capacidades operativas y financieras que el ciudadano de pie no podía asumir.

Para involucrar al consumidor final en esta responsabilidad estratégica necesitábamos encontrar una tecnología extraordinariamente sencilla, barata y limpia. Y hemos dado con ella, se llama solar fotovoltaica. 

Según la Agencia Internacional de la Energía, el año pasado, la energía solar fotovoltaica fue la fuente de energía más instalada en el mundo, con aproximadamente 300GW (200GW un año antes) y se espera que su crecimiento se duplique cada 2 años. Otro dato representativo, también de la AIE, es que el 45% de la potencia solar en el mundo se instala en los tejados de familias y empresas, y no en grandes parques solares en suelo, el llamado autoconsumo. En Europa, esta cifra se eleva al 60%. Cien millones de hogares en todo el mundo ya consumen energía solar de su propia casa. 

Ha sido tan solo en los últimos cinco años que el ciudadano ha tomado un papel protagonista para luchar contra el cambio climático. Así, el consumidor final ha visto en el autoconsumo solar una manera sencilla y barata de formar parte activa de este cambio positivo hacia la descarbonización.

No podemos olvidar que las energías renovables contribuyen de manera positiva en la creación de empleo e impulsan la innovación y la tecnología, especialmente para un país líder en esta energía como es España. Además, mejoran el acceso a la electricidad en zonas rurales y remotas, facilitando así la reducción de la pobreza energética.

Sin embargo, a pesar de todo esto, el sector aún se enfrenta a diversos retos. Entre los más relevantes, encontramos la necesidad de desarrollar políticas y marcos regulatorios que impulsen la energía fotovoltaica en edificios. En España, el 60% de la población vive en vertical y la superficie técnicamente viable de los edificios españoles podrían generar más del 80% de la demanda eléctrica residencial. Por esto, es de vital importancia promover una legislación clara y facilitar los trámites para fomentar el autoconsumo solar en comunidades de vecinos y las llamadas 'Comunidades Solares'.

Si en el año 2022 se han instalado una cifra récord de 200.000 instalaciones solares en casas unifamiliares, el autoconsumo en comunidades de vecinos es prácticamente residual, por su complejidad de ejecución. 

Para desarrollar una normativa de detalle y eficiente se necesita el esfuerzo de los principales agentes del sector. Todos debemos remangarnos y dedicar recursos suficientes para estructurar un proyecto ambicioso de autoconsumo solar colectivo. Las expectativas para el sector fotovoltaico siguen siendo de crecimiento a largo plazo.  

Por otro lado, para fomentar un crecimiento sostenible es necesario que podamos llevar la energía gratuita del día a las horas en las que no hay sol, con la integración de tecnologías de almacenamiento. Las baterías permitirán una mayor penetración en el mercado energético y una expansión significativa de la capacidad instalada.

De nuevo, en espera de que lleguen grandes decisiones estratégicas nacionales con respecto al almacenamiento, ya hay miles de clientes residenciales que cuentan con una batería inteligente y con un nivel alto de independencia de la red.

En resumen, el sector fotovoltaico emerge como un actor fundamental en la transición hacia un futuro sostenible, con la meta de proveer de una fuente de energía eficiente y renovable y de mejorar la competitividad de nuestra economía. Pese a los retos existentes, se anticipa que esta industria continúe su crecimiento y contribuya a los Objetivos de Desarrollo Sostenible, abarcando desde la disminución de la pobreza energética hasta la acción climática y la promoción de la innovación. 

Al fomentar el desarrollo del sector fotovoltaico y del almacenamiento eléctrico, avanzamos hacia un mundo más responsable, sostenible y equitativo para las actuales y futuras generaciones.

***Gabriel Nebreda es director de EDP Solar.