En el contexto actual de transición hacia una economía verde e inclusiva, el sector de la edificación tiene un reto enorme por delante para descarbonizarse y acercarnos a un modelo de neutralidad en carbono.

Según el Informe sobre la situación mundial de los edificios y la construcción en 2022 que elabora anualmente la ONU el impacto medioambiental de la construcción nueva y del parque de viviendas existente nos aleja de los objetivos de descarbonización incluso para 2050. De hecho, según la UE, es responsable de más del 36 % de los gases de efecto invernadero

Esto plantea un problema, pero también abre una puerta a la solución, porque si empezamos a enfocarnos en descarbonizar la edificación estaremos más cerca de mitigar el cambio climático y de acercarnos a lo que puede ser la ciudad del futuro, más sostenible, más conectada y saludable. Las herramientas para conseguirlo son varias y van desde la nueva construcción o la rehabilitación hasta el autoconsumo y las hipotecas. 

La construcción nueva es una oportunidad para establecer las bases de edificaciones sostenibles. El emplazamiento de los edificios, el uso de los materiales, la gestión de los residuos, la eficiencia energética en el diseño, los sistemas de climatización y aislamiento eficientes contribuyen a reducir la demanda energética. 

Por su parte, la rehabilitación de edificios existentes desempeña también un papel crucial. Muchas construcciones antiguas no han mejorado su eficiencia energética, lo que implica un consumo elevado de recursos y emisiones de carbono altas. La rehabilitación de esos edificios, además de mejorar su eficiencia, puede incluir medidas de autoconsumo, como la instalación de paneles solares en las cubiertas, capaces de generar energía limpia y reducir la dependencia de fuentes no renovables.

De esta forma, los edificios pueden convertirse en pequeñas centrales que producen su propia energía renovable compartida con la comunidad de vecinos y vecinas. Esto no contribuye solo a la descarbonización, sino que promueve la autonomía energética y garantiza el suministro ante posibles cortes.

Además de la construcción nueva y la rehabilitación, en el mercado inmobiliario es esencial abordar otras líneas de trabajo relacionadas con la inclusión, como el alquiler y la vivienda social.

En el contexto económico actual, las personas con menos recursos económicos se ven obligadas a vivir en viviendas con una eficiencia muy baja, lo que supone una vulnerabilidad mayor frente a la pobreza energética y un impacto ambiental alto. Es necesario promover políticas de alquiler y vivienda social que fomenten el acceso a edificios eficientes y que cuenten con instalaciones de energías renovables para reducir la factura.

Asimismo, es importante asegurar que esas políticas incluyan medidas de apoyo y asesoramiento para las personas propietarias e inquilinas para facilitar esa transición hacia la sostenibilidad.

Además, la descarbonización de la edificación no se limita solo a la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, sino que también tiene un impacto positivo en la calidad de vida de las personas y en la equidad social. Los edificios sostenibles y eficientes promueven el bienestar con una buena calidad del aire, temperatura estable y materiales que respetan la salud. La transición hacia la construcción sostenible también puede generar oportunidades nuevas de desarrollo económico y empleo, así como contribuir al desarrollo de nuevos modelos de ciudad.

En este proceso de transición, el sistema financiero juega un papel fundamental como catalizador de fondos por su capacidad de impulsar y financiar proyectos que promueven la reducción de emisiones de carbono.

Los bancos, las instituciones financieras y las entidades y personas inversoras deben desarrollar productos y servicios financieros específicos para que las ciudades sean más verdes e inclusivas. Junto con la financiación del sector, las ecohipotecas, vinculadas a la calificación energética de la vivienda, contribuyen a que la ciudadanía pueda contribuir a la neutralidad en carbono 

Asimismo, es importante el establecimiento de incentivos y regulaciones claras que faciliten el acceso a la financiación para los actores involucrados. Las entidades financieras se comprometieron a alinear sus carteras de préstamos para lograr la neutralidad en emisiones para el año 2050 y algunos bancos aspiramos a alcanzar ese objetivo para 2035. Creemos que nuestro papel es primordial a la hora de decidir qué proyectos se financian con un enfoque integral que tome en cuenta el impacto ambiental y social de las actividades que respaldamos.

***Tamara Lemos, gerente de Construcción Sostenible de Triodos Bank