La emergencia climática, a pesar de que algunos la vean sólo como un caballo de batalla ideológica, es hoy una amenaza muy real. Diversos estudios científicos, como el Informe Anual del IPCC recientemente publicado, nos han malacostumbrado a recibir malas noticias al respecto.

Sabemos, por ejemplo, que las decisiones tomadas hasta el momento por los gobiernos, en lugar de llevarnos a limitar el calentamiento global a los 1,5 grados que exigía el Acuerdo de París de 2015, nos dirigen a una situación de lo más desalentadora: el aumento de las temperaturas podría oscilar entre 2,2 y 3,5 °C para el año 2100.

Este no es un fenómeno nuevo; desde los 70, son muchas las personas que nos llevan avisando de que un modelo de crecimiento basado en la explotación de recursos finitos —los combustibles fósiles— no es sostenible en el tiempo. Hemos sobrepasado el punto de inflexión en su consumo, el llamado pico del petróleo (o, peak oil, en inglés).

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¿Qué quiere decir esto? Que hemos consumido más de la mitad de las reservas de combustibles fósiles y que la mitad restante es la de peor calidad. Es el momento de asumir nuestra responsabilidad y de acabar con esta huida hacia delante.

La responsabilidad de la arquitectura y la construcción

La arquitectura y la construcción son responsables de, aproximadamente, un 36% de las emisiones de CO₂, del 40% de la energía consumida y del 35% de los residuos generados. La situación es tan alarmante que no podemos hacer otra cosa que mejorar. Cada vez somos más los que tratamos de poner nuestro granito de arena, en nuestro caso, el del estudio de arquitectura sAtt Triple Balance y la promotora inmobiliaria de impacto Distrito Natural, a través del diseño arquitectónico y la construcción de edificios de vivienda ecológica y colaborativa.

Es necesario aplicar un modelo que participe del concepto de culturas regenerativas, que hemos tratado muy a fondo en las recientemente celebradas Jornadas REGEN, y de lo que nosotros llamamos el Triple Balance: un equilibrio entre los elementos ecológicos, sociales y económicos en todos nuestros proyectos, que nos permita dar respuesta a algunas de las problemáticas más acuciantes a nivel global (cambio climático, accesibilidad a la vivienda, etc.).

Del dicho al hecho: cómo puede una vivienda cuidar del medio ambiente y las personas

Bajemos todas estas ideas a lo terrenal. Existe una serie de elementos clave a la hora de diseñar y construir edificios que ayuden a mitigar el cambio climático. El primero pasa por transformar la relación de los edificios con el carbono, es decir, hacer que dejen de ser emisores para que se conviertan en grandes sumideros de carbono.

Para hacerlo, es necesario utilizar materiales constructivos como la madera, que absorbe CO₂ durante su crecimiento, al contrario que otros materiales tradicionales, como el hormigón o el acero.

Me remito a Albert Sagrera, experto en materiales, que en un artículo de ElDiario.es afirmaba que “si la huella de carbono de un edificio convencional, de hormigón, puede estar entre los 600 y 800 kilos de CO₂ equivalente por m2 construido, uno de madera con aislamiento natural puede estar en la mitad”.

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Hace unos años, diseñamos y construimos Entrepatios Las Carolinas, el primer cohousing ecológico en derecho de uso de Madrid, y lo hicimos con madera CLT (Counter Laminated Timber) en su estructura. La construcción de todo el edificio tuvo un impacto de solo 1300 toneladas de CO₂ y no genera carbono en uso gracias a su total electrificación.

Este es un modelo que ya estamos replicando en todos los proyectos de vivienda que promovemos con Distrito Natural, tanto en promociones urbanas (Pirita y Tomás Bretón en Madrid) como rurales (vibio.land en Higuera de las Dueñas, Ávila), y no lo hacemos solo por sostenibilidad: la madera es un material muy resistente y 400 veces más aislante que el acero.

Si se gestionan adecuadamente los recursos forestales —a través de certificaciones como la de FSC—, la madera se convierte en un recurso constructivo que, además de cuidar del medio ambiente y evitar emisiones, también es rentable y resistente.

Edificios como refugios climáticos

El otro concepto clave cuando hablamos de arquitectura que lucha contra el cambio climático es el de resiliencia climática. En un contexto de grandes alteraciones de temperatura, sequías recurrentes y de importantes contrastes meteorológicos (olas de calor y episodios de frío extremos), los edificios deben adaptarse. Y además, deben ser eficientes energéticamente.

Ser, en definitiva, refugios climáticos que aseguren el confort y el cuidado de quienes lo habitan sin disparar el consumo de energía y la facturas. Para conseguirlo, seguimos estrategias de diseño pasivo que garantizan el aislamiento y la estanqueidad del edificio. Y lo convierten en un abrigo frente a las inclemencias del tiempo.

De esta manera, se minimizan las demandas energéticas, se ahorra en suministros y nos protegemos, en el caso de grandes urbes como Madrid, de la mala calidad del aire exterior y del ruido.

La instalación de placas fotovoltaicas en las azoteas para el autoabastecimiento energético, la implantación de las comunidades energéticas, el uso de materiales reciclados y reciclables, la reutilización de aguas grises o la creación y desarrollo de una comunidad cohesionada que pueda compartir gastos y que participe de un modelo económico circular son otras herramientas que implementemos en todos nuestros proyectos.

Todo ello con el objetivo de lograr una transformación ecosocial que haga frente al contexto complejo de crisis sistémica que ya estamos viviendo.

En definitiva, a través de la arquitectura, podemos cambiar nuestras relaciones con la energía, el agua, la movilidad, la alimentación, la economía, las materias primas y, sobre todo, transformar las relaciones entre las personas para construir construir edificios y comunidades resilientes.

*** Iñaki Alonso Echeverria es arquitecto y CEO de Distrito Naturla, una promotora inmobiliaria de viviendas colaborativas.