Marta, alumna del taller de ILOEMA, junto a Flor, bordadora coordinara del taller.

Marta, alumna del taller de ILOEMA, junto a Flor, bordadora coordinara del taller. Esteban Palazuelos

Historias

Las 'últimas' bordadoras de Madrid: el taller donde luchan para mantener viva una tradición que 'rescata' a mujeres

Desde la calle de Viriato, el proyecto ILOEMA impulsa el diálogo entre artesanas del bordado español para que esta técnica ancestral no muera.

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En un pequeño local de la calle de Viriato, en Madrid, el sonido de las agujas rompe el silencio. Allí, donde las manos avanzan lentas y seguras, ILOEMA ha recuperado técnicas de bordado a punto de perderse.

Desde hace casi siete años, el proyecto se dedica a formar gratuitamente a nuevas bordadoras, conectar a artesanos con artistas contemporáneos y construir, desde un espacio íntimo, un refugio femenino para un oficio que reclama su lugar en el presente.

"ILOEMA nace en febrero de 2019 con la idea de enseñar una parte de la herencia cultural española que son los bordados", explica Silvia Delgado de Torres, cofundadora de la iniciativa. Y eso, lo dice con la convicción de quien lleva años observando cómo las técnicas ancestrales desaparecen por falta de relevo generacional.

Ni ella ni su socia, Teresa Muñoz-Rojas, eran bordadoras. Tampoco diseñadoras. "Pensamos en la posibilidad de juntar artistas con bordadores para sacar ediciones textiles limitadas", cuenta.

Su papel sería el de editoras, curators, como ella misma lo llama. Y así, señala Delgado de Torres, las piezas nacerían del diálogo entre artesanos y creadores, y ellas articularían la conversación.

Desde entonces, ILOEMA ha impulsado proyectos con artistas como Antonio Ballester Moreno o Blanca Muñoz; ha colaborado con bordadores de Talavera, Lagartera, Navalcán o la Real Fábrica de Tapices; y ha formado gratuitamente a ocho bordadoras españolas, además de a diez mujeres de Bangladés en un taller inicial impartido en Lavapiés.

Teresa Muñoz-Rojas y Silvia Delgado de Torres, fundadoras de ILOEMA.

Teresa Muñoz-Rojas y Silvia Delgado de Torres, fundadoras de ILOEMA. Esteban Palazuelos

Alguno de los proyectos fueron complicados. Incluso, Delgado de Torres reconoce que con la experiencia internacional pincharon, porque, tal y como narra a ENCLAVE ODS, no pudieron asumir la dedicación que requería. Pero no se lamenta, y reconoce que fue parte del aprendizaje: "Hay formaciones que solo pueden darse en determinadas condiciones".

En cualquier caso, para la cofundadora la razón de fondo sigue intacta. O, por lo menos, así lo deja entender durante la entrevista: "Nuestro fin siempre ha sido que no se pierda. Que exista una formación y que haya gente realmente dispuesta a aprender y valorar lo que está detrás de cada pieza".

Un taller como laboratorio

Desde su creación, el proyecto ha crecido con un modelo claro en el que formación artesanal, diálogo con el arte y edición de piezas contemporáneas forman parte de un mismo objetivo. Algo que, según dice Delgado de Torres, les ha llevado a que las llamen "visionarias", sin embargo, ellas consideran que tan solo tuvieron suerte.

Coincidieron con un auge global del textil artístico, pero su objetivo nunca fue subirse a una tendencia. Era —y sigue siendo— dignificar el trabajo de las bordadoras y demostrar que estas técnicas pueden encontrar nuevas vidas.

Marta, alumna en el taller de ILOEMA.

Marta, alumna en el taller de ILOEMA. Esteban Palazuelos

Por eso, en ILOEMA las piezas no se eligen al azar. "Siempre pensamos desde la técnica: qué queremos explorar y qué artista dialoga mejor con ella", asegura la cofundadora.

Y así surgió la colaboración con la Real Fábrica de Tapices, que derivó en una pieza híbrida —ni tapiz ni alfombra— realizada con técnicas inéditas para la institución en sus más de 300 años de historia.

Del mismo modo, nació también el último taller en la calle de Viriato (Madrid), dirigido por la bordadora Flor, quien ha sido clave en el puente entre tradición y diseño.

Flor, bordadora que coordina el taller.

Flor, bordadora que coordina el taller. Esteban Palazuelos

En su caso, llegó a la iniciativa a través de un contacto en común porque Delgado de Torres y Muñoz-Rojas buscaban a alguien capaz de dibujar los manteles en un primer proyecto con Ballester Moreno. "Desde entonces colaboramos puntualmente en todo lo que necesitan", cuenta Flor.

Hoy coordina el taller y también diseña: "Trabajo sobre todo trasladando las ideas que ellas tienen al lenguaje del bordado, y ahora tocamos más la parte didáctica, que es el último proyecto que hemos hecho juntas".

Ana y Marta, alumnas de ILOEMA, junto a Flor, bordadora que coordina el taller.

Ana y Marta, alumnas de ILOEMA, junto a Flor, bordadora que coordina el taller. Esteban Palazuelos

Además, su reto es doble, pues tiene encomendadas las misiones de atraer y profesionalizar. "Hay mucha gente que sabe bordar, pero trabajar de esto es otra cosa. Hace falta entender al cliente, trabajar con un briefing, hacer muestrarios, pensar en tiempos…". Y precisamente ese proceso —de la idea a la pieza final— es lo que intenta transmitir a las alumnas.

Cuando le preguntamos cómo se mantiene vivo un oficio que requiere tanto tiempo en plena época de inmediatez, lo tiene claro: "No queda otra que adaptarlo". Y eso, dice, viene desde el diseño: conocer la duración, ajustas los dibujos… Es decir, se trata de "iluminar el oficio con arte. Ahí está la clave para que estas técnicas sobrevivan".

La herencia continúa

Ana y su hija Marta son dos de las participantes en el taller actual. Ana entró en ILOEMA desde los pueblos donde el proyecto comenzó a buscar bordadores. "Al principio la gente no se fiaba, pero llevamos ya cinco años con ellas", cuenta. Marta, en cambio, volvió al bordado tras una pausa larga: "He cosido desde pequeña, lo dejé y ahora he vuelto".

Cuando les preguntamos qué les ha sorprendido del proceso, Ana no duda: "La paciencia ya la conocíamos, pero con Flor hemos aprendido técnicas nuevas que nunca habíamos hecho".

Sobre el futuro, la respuesta es distinta en cada situación. Mientras Ana ya trabaja de esto, Marta no lo ve tan claro, pues asegura que es "complicado y no hay muchas salidas".

De izquierda a derecha: Marta, alumna; Teresa Muñoz-Rojas, cofundadora; Ana, alumna; Flor, bordadora; Silvia Delgado de Torres, cofundadora.

De izquierda a derecha: Marta, alumna; Teresa Muñoz-Rojas, cofundadora; Ana, alumna; Flor, bordadora; Silvia Delgado de Torres, cofundadora.

De un modo u otro, si algo sabe Delgado de Torres es que el camino hacia adelante pasa por enfocarse. "Tenemos que dejar de hacer determinadas cosas y centrarnos en sacar trabajo fuera del territorio nacional con bordadores españoles".

También, dice, han de repensar la formación, porque "lo gratuito es muy difícil de valorar". De ahí que asegure que su ideal sería una red estructurada de talleres donde las propias bordadoras expertas enseñen y acrediten a nuevas generaciones.

Mientras tanto, en la madrileña calle de Viriato, las horas de trabajo siguen acumulándose puntada a puntada. "Es muchísimo el tiempo que una persona dedica a una pieza y muchas las horas que nosotras pensamos en cómo hacerlo", indica Delgado de Torres. Por eso, insiste en que el valor de cada obra va más allá del objeto.