Stand de la OEI en la cumbre del clima de Brasil.

Stand de la OEI en la cumbre del clima de Brasil. Cedida Belém

Historias COP30

Iberoamérica en la COP30: educación, ciencia y cultura para una transición justa

En la llamada 'cumbre de la implementación', el papel de la OEI ha sido crucial. Por su organización y por reforzar el multilateralismo.

Más información: El secretario general de la OEI, en la COP30: "Es el momento de transformar los compromisos en protección real"

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Seguramente por haber sido celebrada en un lugar tan simbólico para la biodiversidad (Belém, Brasil), la COP30 está marcada por la etiqueta de "especial". Más allá de las decisiones adoptadas, el hecho de haberse llevado a cabo en pleno corazón de la Amazonía ha significado un punto de inflexión en la gobernanza climática global. Se ha comportado como un recordatorio de la premura en el cambio.

Es trascendental haber situado la agenda climática en uno de los territorios más biodiversos del planeta. Pero también haber incorporado taxativamente la educación, la ciencia y la cultura como herramientas fundamentales para implementar una transición justa.

Y no por casualidad, sino por el papel de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) como socio estratégico del gobierno brasileño. Ha sido trascendental su contribución a la organización del encuentro. Pero también su inspiración e impulso.

Su voz siempre recuerda los intereses de las regiones que forman Iberoamérica. Y en esta ocasión esa voz ha sido altavoz y conciencia para recordar que las políticas ambientales no pueden prosperar sin derechos, justicia social y conocimiento.

El secretario general de la OEI, Mariano Jabonero, recordó durante la cumbre de líderes previa a la COP30, que "no habrá descarbonización legítima si no se construye desde la equidad, los derechos humanos y la participación de quienes habitan los territorios afectados".

Insistió en que la verdadera implementación comienza en las escuelas y en que la transición energética solo será legítima si integra la dimensión social y escucha a los países del sur global.

Siendo la Amazonía la imagen de un territorio vivo, pero también icono de la vulnerabilidad, el telón de fondo ha sido perfecto para una obra sublime y para un mensaje universal: esto es lo que hay, esto es lo que hemos perdido y esto lo que podemos perder.

En palabras de Álvaro Raez, responsable de la OEI para la cumbre, "ha sido un honor que el gobierno de Brasil haya contado con nosotros en un lugar con grandes desafíos logísticos, tanto por el número de personas que acudían como por su tipología".

Durante la COP, el secretario general de la ONU, António Guterres, afirmó: "El mundo no puede permitirse una transición que excluya a quienes menos han contribuido a esta crisis. La justicia climática comienza en los territorios que hoy sufren sus impactos". Este enfoque conectó profundamente con la agenda iberoamericana impulsada por la OEI.

"El cambio climático mata y destruye, y del cuidado de nuestro planeta depende nuestra herencia en el futuro. Tenemos un deber y un desafío moral", insiste Raez. "El secretario general introdujo el lema 'hacer que la cooperación suceda' y nosotros hemos dado una gran respuesta a esa consigna".

El propio paisaje ha sido protagonista de la cumbre. Raez enfatiza: "Allí el clima se siente, no se debate en abstracto. Todo grita urgencia. Cruzarse con papagayos, con guacamayos, frente a ríos de los que no ves la otra orilla en el horizonte es destacable".

Más allá de la presencia de tantos líderes mundiales, el responsable de la OEI en la COP30 evidencia la relevancia que se ha dado a los pueblos originarios, fundamental si se tiene en cuenta que de "una población amazónica de 5 millones de habitantes, hoy no quedan más de 300.000".

Sin cultura no hay planeta

Belém, en Brasil, concentra el 20% de la biodiversidad mundial y ha servido para recordar que la crisis climática no es un fenómeno uniforme. De hecho, afecta de forma desigual a países, regiones y comunidades, incluso dentro del propio territorio. Y no ha parado de escucharse dos palabras: implementación real.

Como no ha parado de hacerse una petición: pasar de las promesas, a las políticas; de los grandes discursos, a la vida cotidiana de las comunidades.

Ya se sabe, pero la COP de Belém lo ha dejado sellado: Iberoamérica tiene mucho que decir, proponer y hacer. Y es un espacio vivo, como la propia Amazonía. Por eso, ha sido fundamental y encomiable uno de los espacios creados por la OEI en la cumbre: Iberoamérica Viva.

El lugar, junto con la Zona Verde –destinada al tercer sector y organizaciones que no participan en las negociaciones oficiales–, recibió más de 300.000 personas y fue concebido como un punto de encuentro de educación, ciencia, lenguas, culturas, patrimonio, pensamiento indígena y debate intergeneracional.

Es importante, además, destaca Javier Azócar, director de OEI en Chile, que la "juventud haya sido uno de los siete ejes de ese espacio, sobre todo conociendo la mayor concienciación actual de la gente joven". Para Raphael Callou, director general de Cultura de la entidad, "la ciencia diagnostica, pero la cultura transforma. Si queremos cambiar comportamientos, tenemos que cambiar narrativas".

Esa idea de que la cultura es un componente esencial de la respuesta al cambio climático es clave para Callou, que señala que la organización trabaja desde una perspectiva que combina impacto social, simbólico y educativo. Y resalta programas que están llevando a cabo, como el de rutas e itinerarios culturales que vinculan patrimonio, sostenibilidad, identidad territorial y adaptación climática.

Estas rutas, además, generan alternativas económicas que fortalecen los territorios y ponen en valor la biodiversidad y los saberes populares. Destaca la del Origen del Cacao en Ecuador, proyecto que combina economía rural, cultura ancestral y adaptación climática.

Cerca de 300.000 personas visitaron la Zona Verde, con puestos de venta de artesanías y productos locales.

Cerca de 300.000 personas visitaron la Zona Verde, con puestos de venta de artesanías y productos locales. Cedida OEI Belém

Como lo que no se mide no existe, Callou recuerda que el sector cultural aporta en Brasil un 3,2% al PIB, pero también en muchos países, entre un 2 y un 3. Y además enfatiza que lo hace con una enorme capacidad de inclusión, que ocupa a un número importante de jóvenes y con muy bajas emisiones. Asegura que la cultura no debe entenderse como un sector aislado, sino como un eje central del desarrollo sostenible.

Como parte de esa evolución, Callou anunció en Brasil que el próximo año se lanzará la publicación Cultura y Desarrollo Sostenible, que trabajará a partir de evidencias. Se está realizando en colaboración con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). Y, lo más importante, siempre a partir de hechos. "No podemos pedir a la ciudadanía que cuide lo que no comprende. La cultura emociona y arraiga", explica.

La base económica del clima

La OEI ha recorrido la COP30 defendiendo la idea de que la sostenibilidad se construye desde la base. Y esta la forman centros educativos, docentes, comunidades y los propios estudiantes.

La Organización presentó proyectos que demuestran que niños y jóvenes lideran el cambio cultural hacia la sostenibilidad. Tamara Díaz, directora general de Educación y Educación Técnico Profesional de la OEI, recordó que "los principales embajadores del clima no son los ministros, sino los estudiantes".

Institución Educativa Comercial de Envigado, Colombia, ganadora del Premio Escuelas Sostenibles.

Institución Educativa Comercial de Envigado, Colombia, ganadora del Premio Escuelas Sostenibles. Cedida OEI Belém

Entre las iniciativas destacadas, Díaz elige el premio Escuelas Sostenibles para visibilizar las acciones que realizan los colegios. "Trabajamos en Brasil, México y Colombia, y se han presentado unos 2.000 proyectos muy buenos sobre cambio climático, temas de residuos, pasando por empoderamiento de la mujer, con la incorporación de tecnología con perspectiva de género".

En este premio, la cuantía "no es importante, sino lo que conlleva, entre otras cosas que algunos escolares que muchas veces no han salido de su localidad de origen pueden visitar otros países", subraya. Y también resulta relevante que todos los proyectos quedan en un repositorio al alcance de toda la comunidad educativa.

La directora habla apasionada del premio Innovación y ODS, organizado con el Ministerio de Educación de España, con proyectos de centros educativos de los 23 países miembros de la OEI. Son tres galardonados (uno con 10.000 dólares y los otros con 5.000 dólares). "El año pasado ganó un brasileño, que se emocionó tanto que no podía ni hablar".

A estas iniciativas se suma la reciente publicación Alianzas para la esperanza activa, que recoge 40 casos de educación climática en 16 países iberoamericanos. Todas las experiencias coinciden en algo esencial: la educación ambiental eficaz no se basa en teoría aislada, sino en acción comunitaria, vínculo con el territorio y colaboración intergeneracional.

Energía y cooperación

Si hablamos de dimensión científica, también aquí la OEI ha llevado su embajada de cooperación a Belém. No en vano, sus esfuerzos por facilitar la transición energética son visibles en la región.

Por ejemplo, el proyecto Energytran que impulsan, cofinanciado por la Unión Europea, es paradigmático de cooperación birregional. Es una demostración, además, de ese pasar de las declaraciones a la acción para combatir la crisis climática, tal y como manifiesta Javier Azócar, director de la OEI en Chile: "Representa exactamente ese salto estratégico".

Azócar señala que "estamos por debajo de las metas de la Agenda 2030, aunque Iberoamérica sigue siendo una región con enorme potencial gracias a su biodiversidad y a las tradiciones ancestrales que mantiene en muchos lugares".

Ese proyecto que lleva las energías alternativas a zonas en riesgo de exclusión, utilizando los recursos de las propias comunidades, "genera investigación aplicada y fomenta una cooperación basada en evidencias".

Más allá de la COP 30, Energytran realiza un evento internacional en Santiago de Chile los días 26 y 27 de noviembre. Es la presentación del cierre del programa, y no es casualidad la elección de la sede. Porque Chile puede presumir de que más del 50% de su energía proviene de fuentes renovables, con el proyecto de alcanzar el 80% en 2030. Además, las centrales de carbón tienen previsto su cierre completo en 2040.

El simposio aborda las tres dimensiones del proyecto: desarrollo tecnológico, ambiental y social, aparte de una transversal de recomendaciones de políticas públicas. Más allá de la presentación de resultados, nada baladí, su foco es la relevancia del intercambio de conocimiento entre Europa y América Latina.

Mariano Jabonero en la COP30.

Mariano Jabonero en la COP30. Cedida OEI Belém

Azócar insiste en que estas políticas han sido de Estado, no de Gobierno, lo que ha permitido su continuidad. Señala también el trabajo con comunidades locales, la articulación público-privada y la equidad de género.

El proyecto ha contado con cerca del cincuenta por ciento de investigadoras mujeres y ha evidenciado que la crisis climática afecta más al colectivo femenino en todas sus edades, y cómo esa desigualdad exige políticas específicas.

Con todos estos ingredientes en la coctelera de Belém, la participación de la OEI en la COP30 ha constatado que la sostenibilidad solo es posible si se educa, se investiga y se cultiva. La Amazonía, convertida en aula, laboratorio y patrimonio vivo, recordó que no hay transición justa sin equidad social, cultura, ciencia o educación.

Lo afirmó Mariano Jabonero: "El éxito de la COP30 es un éxito para la Amazonia, para Brasil y para el conjunto de la comunidad iberoamericana. Este no es un punto de llegada. Es el momento de transformar compromisos en protección real".