Distribución de los kits de saneamiento en el campamento de Marib para personas desplazadas internamente (PDI).

Distribución de los kits de saneamiento en el campamento de Marib para personas desplazadas internamente (PDI). Owis Alhamdani ONU

Historias Semana Mundial del Agua

Una de cada cuatro personas carece de acceso a agua potable: la realidad que excluye a las comunidades más vulnerables

UNICEF y la OMS advierten de que el mundo avanza más lento en garantizar servicios básicos de agua, saneamiento e higiene.

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Mariana Goya
Publicada

Una de cada cuatro personas en el mundo todavía no puede abrir un grifo en su casa y beber agua segura. Son 2.100 millones de seres humanos que viven cada día con la incertidumbre de si el agua que consumen es limpia o si los pondrá en riesgo de contraer enfermedades.

La cifra aparece en el último informe conjunto de UNICEF y la Organización Mundial de la Salud (OMS), presentado durante la Semana Mundial del Agua 2025 en Estocolmo, y retrata con crudeza las desigualdades que siguen marcando el acceso a servicios básicos de agua, saneamiento e higiene.

El documento, titulado Avances en materia de agua potable y saneamiento en los hogares 2000-2024: especial atención a las desigualdades, examina los progresos logrados desde el inicio de los Objetivos de Desarrollo Sostenible en 2015.

Sin embargo, el balance resulta ambiguo. Casi mil millones de personas han conseguido en la última década acceder a agua potable gestionada de forma segura, lo que ha elevado la cobertura mundial del 68% al 74%.

Pese a ello, la cifra global de quienes continúan excluidos demuestra que el ritmo de avance es insuficiente para alcanzar la meta de cobertura universal en 2030.

El informe detalla, además, que la brecha es especialmente evidente en las zonas rurales, donde la cobertura de agua potable apenas pasó del 50% al 60% en nueve años. Por su parte, en las ciudades, el acceso se mantiene estable en un 83%, sin progresos significativos.

El contraste entre territorios rurales y urbanos es una constante que también se refleja en saneamiento e higiene, con comunidades enteras que siguen dependiendo de fuentes no tratadas o, directamente, de ríos y lagos. Más de cien millones de personas en todo el mundo continúan bebiendo agua superficial sin filtrar ni purificar.

Lejos del objetivo

El saneamiento constituye otro de los grandes desafíos. Según los datos más recientes, 3.400 millones de personas no disponen de servicios gestionados de forma segura, lo que equivale a dos de cada cinco habitantes del planeta.

Entre ellas, 354 millones practican todavía la defecación al aire libre, una fórmula que la comunidad internacional se había propuesto erradicar hace años y que se mantiene con fuerza en países de bajos ingresos.

De hecho, en estas naciones la proporción de personas que carecen de saneamiento adecuado es cuatro veces mayor que el promedio mundial. Pese a que desde 2015 se incorporaron 1.200 millones de individuos a sistemas de saneamiento seguros, la cobertura global apenas alcanza el 58%, con un avance insuficiente para cerrar la brecha en el plazo previsto por la Agenda 2030.

Una mujer lava a su hijo en Bangladés.

Una mujer lava a su hijo en Bangladés. Sultan Mahmud Mukut UNICEF

La higiene en los hogares tampoco ofrece un panorama alentador. En 2024, 1.700 millones de personas seguían sin acceso a instalaciones básicas de lavado de manos con agua y jabón, y más de 600 millones carecían de cualquier tipo de servicio.

La cobertura mundial de higiene ha pasado del 66% al 80% en nueve años, pero el progreso ha sido dispar. En las áreas rurales se ha avanzado con rapidez, pasando del 52% al 71%, mientras que en las ciudades apenas se han registrado cambios.

Cuestión de género

El informe hace especial hincapié en el impacto de estas carencias sobre mujeres y niñas. En muchos países, son ellas quienes asumen la responsabilidad de recolectar agua para sus familias, una tarea que puede llevar más de 30 minutos diarios en regiones de África subsahariana y Asia central y meridional.

Esta carga, además, limita el tiempo que pueden dedicar a estudiar o trabajar y perpetúa los ciclos de desigualdad. A esto se suma la falta de instalaciones adecuadas para la gestión de la menstruación. Aunque la mayoría de mujeres y adolescentes tienen acceso a productos menstruales y a un lugar privado para cambiarse, muchas carecen de materiales suficientes para hacerlo con la frecuencia necesaria.

La consecuencia es que miles de adolescentes dejan de asistir a la escuela o de participar en actividades sociales durante sus periodos. El estudio confirma que las jóvenes de entre 15 y 19 años son más propensas que las adultas a experimentar interrupciones en su educación y su vida diaria debido a la menstruación.

Desigualdad persistente

La desigualdad se manifiesta también entre grupos sociales y geográficos. En los llamados contextos frágiles, definidos por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) como aquellos en los que se combinan altos niveles de riesgo con una débil capacidad estatal para gestionarlos, las cifras son especialmente bajas.

Allí, la cobertura de agua potable gestionada de manera segura es 38 puntos porcentuales inferior a la de otros países, y las brechas en saneamiento e higiene superan los 30 puntos. En comunidades indígenas, en grupos étnicos minoritarios o en regiones mal conectadas, los indicadores también son sistemáticamente peores que en la población general.

Dos niños transportan agua potable en Gana.

Dos niños transportan agua potable en Gana. Shehzad Noorani UNICEF

Ante esta situación, las organizaciones advierten que el mundo se encuentra lejos de cumplir las metas de la Agenda 2030. Pues, el Objetivo de Desarrollo Sostenible número 6, que busca garantizar el acceso universal a agua, saneamiento e higiene, requeriría duplicar el ritmo actual de progreso en los países de ingresos medianos bajos.

Para los países de bajos ingresos, la situación es aún más compleja. Sería necesario multiplicar por siete la provisión de agua básica y por 18 la de saneamiento e higiene. Y es que, con el horizonte de 2030 cada vez más cerca, los expertos consideran que el acceso universal a servicios gestionados de forma segura está prácticamente fuera de alcance si no se produce una aceleración drástica de las medidas.

El reto hacia 2030

Durante la presentación del informe en Estocolmo, los responsables de la OMS y UNICEF insistieron en que la falta de acceso a agua potable y saneamiento no puede verse solo como un problema técnico, sino como una vulneración de derechos humanos.

"El agua, el saneamiento y la higiene no son privilegios, son derechos fundamentales", subrayó Ruediger Krech, director interino de Medio Ambiente, Cambio Climático y Salud de la OMS. "Debemos acelerar las medidas, especialmente en las comunidades más marginadas, si queremos cumplir nuestra promesa de alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible", añadió.

Por su parte, Cecilia Scharp, directora de Agua y Saneamiento de UNICEF, enfatizó que la infancia es la más afectada. "Cuando los niños y niñas carecen de acceso a agua potable, saneamiento e higiene, su salud, educación y futuro se ven amenazados. Estas desigualdades son especialmente graves para las niñas, que a menudo soportan la carga de la recogida de agua y enfrentan obstáculos adicionales durante la menstruación".