Las plantas pirófilas son resistentes al fuego.

Las plantas pirófilas son resistentes al fuego. iStock

Historias

Cuando el fuego deja de ser destrucción: así son las plantas pirófilas que renacen (y dependen) de los incendios

Este tipo de especies, también conocidas como pirófitas, utilizan estrategias fascinantes para sobrevivir a las llamas y colonizar los terrenos quemados.

Más informaciónLos efectos de las tormentas tras los megaincendios: "Hacen que el suelo sea mucho más sensible a los procesos de erosión"

Publicada
Actualizada

Ourense, León, Zamora, Palencia, Cáceres, Tarifa... de norte a sur, el fuego ha conquistado durante lo que llevamos del mes de agosto 360.000 hectáreas de la geografía española.

Aun con una veintena de incendios activos y con uno de los peores registros que se recuerdan, son innumerables los daños y pérdidas que ha sufrido nuestro país. Tanto personales como materiales y, por supuesto, medioambientales.

La imagen del monte verde ha sido eclipsada por un manto de ceniza que deja una panorámica imborrable y cientos de dudas sobre si, alguna vez, en un futuro próximo, volveremos a ver los paisajes que antes se dieron.

Sin embargo, y aunque ahora en la mente solo ocupe la idea de lo visto y vivido en los últimos 15 días, lo cierto es que el fuego ha formado parte de los ecosistemas mediterráneos durante más de 400 millones de años, tiempo suficiente para que numerosas especies vegetales desarrollen adaptaciones extraordinarias que les permitan no solo sobrevivir a los incendios, sino beneficiarse de ellos.

Viral se hizo la imagen de varios árboles en el terreno que, entre las llamas, aún seguían intactos en pie de guerra. Y estos no eran otros que los pertenecientes a la familia de las conocidas como plantas pirófilas o pirófitas, que han evolucionado hacia mecanismos únicos que desafían la percepción común del fuego como destructor absoluto de la naturaleza.

Víctor Resco, catedrático de Ingeniería Forestal en la Universidad de Lleida, explica a ENCLAVE ODS que, de hecho, estas especies han desarrollado una relación muy íntima con las llamas.

Fotografía de un incendio en Povoa de Lanhoso, Portugal.

Fotografía de un incendio en Povoa de Lanhoso, Portugal. iStock

"Cuando hablamos de plantas pirófilas, normalmente nos referimos a las que se regeneran después de un incendio, pero no es solo eso. Hay algunas que incluso dependen de él, especies cuya regeneración se ve favorecida por las llamas y que, en algunos casos, está ligada íntimamente a la ocurrencia de algunos fuegos", desvela el experto.

Entre las más fascinantes destaca el pino carrasco, una variedad mediterránea que ha perfeccionado una estrategia evolutiva de carácter extraordinario. "Lo importante de este pino es que tiene sus semillas guardadas en los conos, es decir, los piñones dentro de las piñas. Estas están cerradas con un tipo de pegamento que se funde con el calor de los incendios", detalla Resco.

De este modo, esta adaptación convierte cada fuego en una oportunidad de regeneración masiva: "Al fundirse el calor que enganchaba las escamas de las piñas, estas se abren, liberan los piñones y eso hace que después de un incendio veamos una recuperación muy abundante".

El pino carrasco mantiene así un banco de semillas aéreo en la copa de los árboles, que en el momento de las llamas comienza a dispersar su descendencia.

Bancos de semillas

Mientras esta especie almacena sus semillas en las alturas, otras mediterráneas como el romero, el tomillo y la jara han desarrollado una estrategia diferente, pero igualmente efectiva.

"Esta clase de matorrales tienen un banco de semillas en el suelo", explica el catedrático. "Van creciendo y las plantas van echándolas, por lo que, cada año, quedan enterradas bajo el suelo".

Así permanecen en estado de latencia durante años o incluso décadas, esperando las condiciones ideales para germinar. "Cuando hay un incendio se activa esa semilla. Con el calor de los incendios, con el humo o con el agua que viene después en otoño, la germinación de estas especies se desactiva y vemos que se empiezan a regenerar", describe Resco.

Por otro lado, un tercer grupo de plantas pirófilas ha desarrollado la capacidad de rebrote. Especies como el enebro, el madroño y las encinas pueden recuperar completamente su parte aérea desde sus sistemas radiculares tras un fuego.

"Estas lo que hacen básicamente es que, después de las llamas, al ver que no hay competencia y al encontrarse el suelo desnudo, comienzan a rebrotar", explica el experto.

También cosa de animales

Pero la adaptación al fuego trasciende al imperio de las plantas. Resco revela que también existen especies animales pirófilas: "El lobo se encuentra con una abundancia muy elevada después de incendios de alta intensidad. ¿Por qué? Pues porque después de estos tienen zonas con vegetación baja y van a poder cazar mejor".

Las águilas constituyen otro ejemplo de ello. Algunas rapaces, particularmente abundantes tras las llamas, encuentran en los terrenos quemados condiciones ideales para la caza, aprovechando la eliminación de la cobertura vegetal que facilita la detección de presas.

Contrario a la percepción popular, Resco enfatiza que "cuando hablamos de incendios, en muchas ocasiones lo confundimos con una catástrofe ecológica, y eso no necesariamente es así, porque el fuego lleva más de 400 millones de años en los ecosistemas, de manera que nuestras especies están desarrollando adaptaciones a este suceso".

Esta perspectiva evolutiva es fundamental para comprender la ecología mediterránea. "La biosfera está en constante dinamismo y los incendios son parte de esta dinámica. Tendemos a pensar que los ecosistemas son como castillos, como cuadros que no deberían cambiar nunca. Y no es así", subraya el investigador.

La relación entre las llamas y la vegetación ibérica tiene raíces milenarias. Durante la época medieval, explica Resco, "el hombre utilizaba el fuego para roturar, para transformar el bosque en campo. Lo empleaba de una manera recurrente, y quemaba muchas veces cada pocos años".

Esta práctica histórica, de hecho, se trata de la que modeló los paisajes que conocemos hoy en día, dando lugar a una vegetación repartida distintamente a nivel geográfico.

"Se favorecieron las especies que rebrotan, como las encinas y los robles, mientras que las que no rebrotan, como los pinos, fueron mucho más perjudicadas por el incendio", resultando en una disminución de la distribución de la mayoría de especies de pinos, excepto el carrasco.