Un incendio forestal en la zona del municipio de Ponteceso (A Coruña).

Un incendio forestal en la zona del municipio de Ponteceso (A Coruña). Moncho Fuentes EFE

Historias

No solo importa el calor: así influyen el abandono rural y los mosaicos agrícolas en los incendios forestales

Aunque las cifras totales de superficie quemada se mantienen por debajo de la media histórica, los incendios son más intensos y peligrosos.

Más información: El cambio climático, la 'cerilla' perfecta para calcinar los bosques: los incendios son ya más grandes y más frecuentes

Raquel Nogueira
Publicada

Entre 60 y 77 días al año extra de olas de calor. Eso es lo que dice la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) que se vivirá en España a finales de siglo si no se toman medidas contra el cambio climático.

Este contexto de temperaturas extremas, que va de la mano de la escasez de precipitaciones y de una sequía prolongada, provoca que el riesgo de incendios aumente. Fuegos que cada vez son más frecuentes y más intensos, a pesar de que afectan a menos hectáreas.

Según los datos provisionales del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO), hasta el 27 de julio se registraron 4.270 siniestros forestales, de los que 2.934 afectaron a menos de una hectárea y 1.336 incendios que quemaron más de una.

La superficie forestal total afectada asciende a 33.359,69 hectáreas, lo que representa un aumento del 5,4% respecto al mismo período de 2024 (31.662 hectáreas).

Sin embargo, esto supone una reducción significativa respecto a la media histórica (2015-2024) del 43,3%. Esto es, se han calcinado 58.886 hectáreas menos.

Eso sí, en lo que llevamos de año y hasta finales de julio se contabilizaron 12 megaincendios, esos que afectan a más de 500 hectáreas, en línea con la media histórica, pero lejos de la cifra récord de 2022, con 39.

Pero detrás de estas cifras, según los expertos consultados, no está solo el calor (aunque este juega un papel clave en la voracidad y facilidad de expansión del fuego).

Asturcones pastando en la sierra del Sueve.

Asturcones pastando en la sierra del Sueve. iStock

España se enfrenta desde ya a una combinación de olas de calor prolongadas, sequía estructural y abandono rural que se convierte en el caldo de cultivo de un escenario de riesgo de incendio elevado.

La memoria de los árboles

Investigaciones del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF), de la revista científica Nature, de ISGlobal y otras instituciones científicas apuntan hacia la necesidad de "estrategias integrales que combinen la gestión del paisaje, la recuperación de mosaicos agroforestales y la adaptación al cambio climático".

De ahí que, como ya se explicó en ENCLAVE ODS, el concepto de memoria ecológica emerja como fundamental para entender la vulnerabilidad de los ecosistemas mediterráneos ante las perturbaciones climáticas actuales.

Y es que, como recuerdan desde el CREAF, la memoria ecológica de los árboles tiene mucho que ver con su incapacidad de moverse como seres vivos… y con la evolución. "Han desarrollado estrategias propias para hacer frente a situaciones ambientales desfavorables" para "sobrevivir a situaciones extremas".

Uno de los resultados de su desarrollo evolutivo es su "capacidad de los ecosistemas de recordar estímulos o situaciones como la falta de agua o el calor extremo, y aprender a responder adaptándose a los cambios", indican desde el centro de investigación.

Abandono rural

Pero es que, además, los expertos coinciden en que el abandono rural y los cambios en los usos del suelo tienen también mucho que ver con los incendios.

Entre 1960 y 2021, España perdió 5,3 millones de habitantes en zonas rurales, según Instituto Nacional de Administración Pública (INAP).

Este abandono rural, explican desde el CREAF, tiene consecuencias directas en el riesgo de incendios forestales, pues desaparecen las actividades tradicionales que mantenían el territorio limpio y fragmentado.

Arrozales agrícolas en Calasparra, Murcia, España.

Arrozales agrícolas en Calasparra, Murcia, España. iStock

Para recuperar la esencia de los montes y el paisaje, desde el centro de investigación pusieron en marcha el proyecto LIFE MIDMACC (2019-2024), que demostró poseer un enfoque innovador para la adaptación al cambio climático en zonas de media montaña de La Rioja, Aragón y Cataluña.

Entre las medidas propuestas por este programa está la recuperación de pastos mediante desbroce de matorral y la introducción de ganadería extensiva, pero también la gestión forestal adaptativa para reducir el riesgo de incendios o la introducción de viñedos de montaña (que también sirve como estrategia de diversificación económica).

Asimismo, el CREAF propone la creación de cinturones agrícolas como protección contra incendios. Algunas de sus investigaciones sugieren que recuperar 17.000 hectáreas de cultivos y pastos en la región metropolitana de Barcelona, por ejemplo, podría disminuir hasta un 30% la conectividad del fuego en caso de incendio.

Los estudios recomiendan restablecer los cultivos que existían en los años 50 y aprovechar espacios abiertos generados por la sequía en los bosques.

Cuestión de prevención

Además, la prevención de incendios, tal y como explican desde el CREAF, pasa por apostar por la ganadería extensiva y regenerativa, clave para recuperar paisajes en mosaico.

En La Rioja, por ejemplo, el sistema extensivo ha logrado aumentar las cabezas de ganado mientras se reducen los incendios y la superficie quemada.

Rebaño de ovejas en la ganadería extensiva en el Pirineo navarro.

Rebaño de ovejas en la ganadería extensiva en el Pirineo navarro. iStock

Asimismo, a la hora de recuperar o planificar estos paisajes en mosaico es vital, dicen desde el centro de investigación, que la sequía se convierta en un factor determinante en la gestión forestal adaptativa.

A fin de cuentas, el paisaje en mosaico que incluye terreno forestal de árboles, matorrales y terreno agrícola es más resiliente ante incendios y megaincendios.