
Un profesor de Burkina Faso, en el aula con una alumna. Reuters
Los héroes de Burkina Faso que mantienen las escuelas abiertas: se enfrentan a amenazas de muerte y secuestros a diario
Un quinto de los colegios del país están cerrados por el conflicto, pero los maestros hacen frente a las intimidaciones.
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Entre noviembre de 2023 y abril de 2024, la Oficina de Derechos Humanos de las Naciones Unidas registró acusaciones "preocupantes" de violaciones de estos derechos en Burkina Faso. En concreto, aseguran desde la ONU, en aquel momento afectaban a al menos 2.732 personas, en un país de poco menos de 23 millones de habitantes.
Esas denuncias, aseguran desde la organización, supusieron un aumento de la violencia del 71% respecto a los seis meses anteriores. Este es solo un ejemplo de la situación de un país que vive inmerso en una guerra de guerrillas desde 2015, cuando el yihadismo implosionó.
Desde entonces, grupos armados, como Jamāʿat nuṣrat al-islām wal-muslimīn, el Estado Islámico del Gran Sáhara u otros parecidos, se han hecho con el control del 40% del país. Según Naciones Unidas, además, en los últimos dos años han "intensificado sus ataques dirigidos contra civiles, incluyendo a personas desplazadas internas".
Esta situación ha provocado que la educación se tambalee en Burkina Faso, donde se estima que, al menos, un quinto de las escuelas están cerradas. El principal motivo son las amenazas que reciben los profesores y alumnos que acuden a diario a ella, en su mayoría por parte de grupos yihadistas.
Pero también la violencia generalizada que se vive en el país. Y es que se estima que al menos 6,3 millones de personas necesitaron ayuda humanitaria en 2024 para sobrevivir. Esto es, un cuarto de la población.
Para su desgracia, según la ONU, Burkina Faso vive, desde hace dos años, "la crisis de desplazamiento más descuidada del mundo". A fin de cuentas, el suyo se trata de uno de esos conflictos olvidados, en los que no se pone el foco ni mediático ni político.
Profesores en el infierno
Según el servicio de monitorización de violencia civil Acaps, entre 2022 y 2023 se registraron, al menos, 270 ataques en escuelas. Y desde entonces, miles de alumnos se han visto privados de su derecho fundamental a la educación, y cientos de profesores han tenido que reinventarse.
Desde la sección en el país de World Vision explican a ENCLAVE ODS su preocupación "por el elevado número de escuelas afectadas por el conflicto (más de 5.400), lo que ha dejado a más de 800.000 niños fuera de las aulas". Asimismo, indican que una evaluación realizada por sus equipos en 2024 reveló que "los niños que viven en zonas de difícil acceso presentan signos de angustia psicológica".
Tal y como cuenta un maestro a The Guardian —cuyo nombre, por motivos de seguridad, no puede ser revelado—, algunos intentan mantener sus colegios abiertos a pesar de sufrir violencia de primera mano.

Un grupo de alumnos vuelve al colegio en Burkina Faso. Reuters Dori
Recuerda que su país "lleva sufriendo ataques monstruosos a la educación desde 2016". Las milicias, relata, "matan, violan, torturan y secuestran" a cualquiera que se atreva a enfrentarse a ellas.
Y asegura solo haber dado clase en "un ambiente sano para la enseñanza" un año en toda su vida como maestro. Al principio, dice, los combatientes únicamente atacaban a la policía y los militares, pero pronto pusieron el objetivo en las escuelas.
"En 2018, cuando empezaron a tomar el control de la zona norte del país, incluyeron en su lista de enemigos a otras personas con influencia local, como los alcaldes, los jefes comunitarios y los profesores", apunta.
Este maestro asegura, además, que fue secuestrado por milicianos que habían ordenado el cierre del centro educativo en el que trabaja, pero él se negó a abandonar a sus alumnos: "Para mí no es un trabajo, es mi misión, por eso no paré".
Sin embargo, explica el educador, muchos de sus "colegas" han abandonado la profesión. "Vivimos en unos de los peores lugares del mundo para ser profesor; las milicias hacen que la vida de la gente sea casi insoportable".
Historia de un secuestro
Este maestro asegura que a él le secuestraron cuando se encontraba de camino a otra escuela diferente a la suya, a 60 kilómetros de su hogar. Acudía allí para ayudar a otro colega con los exámenes de sus alumnos. Dice que sabía cuán peligroso era, incluso se llegó a plantear cancelar el viaje.
"Normalmente, cuando volvemos a nuestros pueblos en verano y dejamos la localidad donde está nuestra escuela, lo hacemos en helicóptero. Sin embargo, esta vez decidí ir por carretera, pues tenía parientes cerca", cuenta. Y confiesa que las milicias lo apresaron durante el camino y lo mantuvieron cautivo durante días, junto a otras personas que también estaban de viaje.

Alumnos en un examen en Burkina Faso. Reuters
Solo les soltaron tras amenazarles: si no les decían a todos los habitantes de la zona que abandonasen las escuelas y cerrasen los centros educativos, sería su fin. Él, admite, no abandonó su puesto como profesor.
Pero sí que se encontró en más de una ocasión "notas amenazándonos" y "libros ardiendo" al llegar a clase. "Durante semanas, tanto los profes como los alumnos nos encontramos con bloqueos en las carreteras que daban a la escuela", cuenta.
Sin luz, sin redes telefónicas, sin todo lo necesario para hacer que el trabajo en el aula salga adelante, muchos compañeros decidieron abandonar. Para él, sin embargo, no era una opción.
"Soy el supervisor del colegio además de profesor, porque muy poca gente quiere trabajar en estas condiciones, casi sin presupuesto", dice. Pero él lo hace por los alumnos. Porque son el futuro de su comunidad.

Sus estudiantes son extremadamente pobres. Muchos, explica, son hijos de agricultores y ganaderos que han visto cómo sus cultivos y rebaños son diezmados por el cambio climático y las guerrillas.
Con los precios de la comida a precios desorbitados, su compromiso es mantener la escuela abierta si el Gobierno sigue alimentando a los pequeños. Su lógica es clara: "Nunca dejaremos de preocuparnos del futuro de los niños más pobres, porque ellos construirán el futuro de nuestra querida nación".
Por su parte, Donatien Bigiraneza, director nacional de World Vision en Burkina Faso, destaca que, como muestra la historia de este maestro, "las necesidades en el sector de la educación son enormes". Por eso, insiste Bigiraneza, "es importante que el gobierno y los socios continúen aumentando la financiación en este sector para salvar a una generación de niños afectados por el conflicto".