Una de las motocicletas cargadas en el buque británico hundido.

Una de las motocicletas cargadas en el buque británico hundido. iStock

Historias

El barco hundido por los nazis durante la II Guerra Mundial en el Mar Rojo donde crece todo un arrecife

En los restos del naufragio del SS Thistlegorm, conviven más de 70 plantas y animales, en lo que puede considerarse un arrecife de coral artificial.

20 marzo, 2023 01:59

Jacques-Yves Cousteau, uno de los biólogos marinos y oceanógrafos más importantes del mundo, fue el que encontró en 1955 uno de los buques británicos desaparecidos entre las aguas del mar Rojo durante la Segunda Guerra Mundial. Tras nueve años sumergido, junto al hallazgo, se rescataron los vestigios de un ataque encarnizado, hoy convertido en todo un arrecife de coral artificial que alberga más de 70 plantas y animales diferentes.

Aquel barco naufragado era el S.S. Thistlegorm. Un 2 de junio de 1941 parte desde el puerto de Glasgow en dirección a Alejandría. Varias semanas de travesía más tarde, y ya en aguas egipcias, su capitán William Ellis decide anclar el barco. Un accidente de otro buque con una mina le impide el paso por el Canal de Suez. 

En paralelo, los alemanes vigilan los posibles barcos del bando aliado que podían llegar cargados de munición y más soldados. La noche del 6 de octubre, las luces del S.S. Thistlegorm desatan una lluvia de bombas que acaba hundiendo el buque británico. Nueve tripulantes mueren y, bajo el mar, quedaban las motocicletas y camiones que cargaba, además de botas de goma Wellington, repuestos de aeronaves, rifles, minas terrestres, municiones y otras armas, así como dos locomotoras de vapor LMS Stanier Clase 8F, entre otros bienes.

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Hoy, aquel enclave es uno de los más atractivos para los buceadores. Además, gracias a un estudio publicado ahora en la revista Plos One, se ha podido comprobar cómo lugares como este se han convertido en auténticos laboratorios de biodiversidad.

Según ha podido analizar un equipo de oceanógrafos de la Universidad de Bolonia y el Centro Interinstitucional para la Investigación de la Biodiversidad Marina, han hecho falta más de 80 años para poder ver auténticos arrecifes de coral sobre los amasajijos de acero del buque naufragado a 32 metros de profundidad.

El casco del buque SS Thistlegorm cubierto de corales, en agosto de 2014.

El casco del buque SS Thistlegorm cubierto de corales, en agosto de 2014.

En todos estos años transcurridos desde el descubrimiento de los restos del naufragio por Cousteau, en 1955, y el desarrollo del centro turístico de Sharm el-Sheikh en la década de 1990, más de 175.000 buzos de todo el mundo han visitado cada año el SS Thistlegorm. Esto ha despertado una preocupación con respecto a la duración de este sitio histórico.

Como recoge el estudio, barcos anclados irresponsablemente, buzos inexpertos e incluso la presencia de burbujas de aire pueden causar daños irreparables a la integridad estructural de las reliquias submarinas, así como a la comunidad biológica que reside allí. Además, debido a que los restos del naufragio no cuentan con protección legal, pueden ser objeto de saqueos.

No fue hasta el año 2007 cuando estos científicos se sumergieron de manera periódica para analizar, hasta 2014, el estado del pecio y comprobar si una estructura artificial como esta podía albergar una cantidad similar de biodiversidad al de un arrecife natural. Se puso en marcha así el llamado Proyecto Thistlegorm, para inspeccionar la zona usando una cámara de 360 con el fin de crear una reserva arqueológica en 3D precisa, además de crear conciencia sobre la protección de los sitios del patrimonio cultural subacuático.

Los corales sobre el buque británico de la Segunda Guerra Mundial sumergido en el Mar Rojo.

Los corales sobre el buque británico de la Segunda Guerra Mundial sumergido en el Mar Rojo. iStock

Como apuntan los autores en el estudio, una de las cuestiones más interesantes a la hora de estudiar su evolución es que se encuentra a una distancia de la costa y a una profundidad que le aleja de las incursiones humanas y del impacto de las altas temperaturas que sí están sufriendo, por ejemplo, otros arrecifes del mar Rojo.

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En las diferentes inmersiones, los investigadores anotaron hasta 72 especies diferentes en torno a esta imitación de arrecife natural. Algunas como la anguila morena gigante, el pez payaso, el pez ardilla o el pez murciélago jorobado que conviven en lo que fue un buque británico de la Segunda Guerra Mundial. 

Para los autores, la literatura científica sobre las tendencias temporales a largo plazo (más de 5 años) y el seguimiento de la estructura de la comunidad en arrecifes artificiales es escasa. Sin embargo, existe un gran interés en su papel (incluidos los restos de naufragios y los barcos hundidos) como herramienta de conservación. Pueden servir potencialmente como un hábitat compensatorio para los arrecifes naturales dañados antropogénicamente, y como posibles refugios que ayuden a los corales en la colonización de aguas más frías en respuesta al calentamiento de los océanos.

Imagen de los peces nadando en los alrededores del buque sumergido.

Imagen de los peces nadando en los alrededores del buque sumergido. iStock

Según recoge la investigación, se ha demostrado que los naufragios, en particular, aumentan significativamente la biodiversidad tanto de peces como de especies bénticas en ambientes de fondos blandos a lo largo de la costa y representan microhábitats clave en el océano abierto.

Asimismo, los investigadores apuntan que  los estudios de arrecifes artificiales y naufragios en otras regiones del mundo han mostrado resultados igualmente prometedores. En los Cayos de Florida, las comunidades de peces de arrecifes artificiales son similares a las de los naturales. Al menos en términos de cantidad de peces y composición de especies.