Jaime Olmedo Ramos
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El fundamento de la modernidad es el proyecto ilustrado, cuya traducción en nuestros días es, en lo político, el Estado constitucional; en lo económico, la economía de mercado; en lo social, el estado de bienestar, y en lo cultural, la sociedad abierta.

Sin embargo, vivimos tiempos confusos, acaso el preludio de la quiebra de ese sueño de la razón práctica que se llama Ilustración, y resulta imprescindible actualizar su discurso mediante la salvaguarda de la democracia constitucional y de la libertad dentro de un Estado de derecho, como ha señalado Benigno Pendás (2019).

Entre una "derecha displicente" centrada en la mera gestión "liberada de molestos debates ideológicos", y una "izquierda complaciente" que sigue anclada en una "imaginaria superioridad ética" (Pendás, 2019: 18), se han abierto las puertas, con la frivolidad propia de lo posmoderno, al rostro actual de la demagogia histórica: el "populismo", que es "pura y simplemente, el peor camino posible para una sociedad madura y compleja, pero, en el fondo, vulnerable y desarraigada" (Pendás, 2019: 111).

Hoy nos hallamos ante ciudadanos en incertidumbre, sujetos frágiles, inermes, que, "en trance de ser nadie", se encuentran en un estado de "penuria de identidad" (Pardo, 2011) como resultado de combinar un pesimismo existencial con un optimismo hedonista.

Aquellos rasgos aparentemente positivos del sujeto posmoderno (débil ontológicamente, escéptico epistemológicamente y eclético en lo moral) se han erosionado hasta dar en su envés: manipulable económicamente, relativista e irresponsable insolidario.

En este escenario, Timothy Snyder denuncia dos políticas perniciosas que están condicionando el entendimiento y la gestión de la denominada "cosa pública": la "política de la inevitabilidad", es decir, el futuro conocido, inevitable, y la "política de la eternidad", esto es, el pasado imaginado.

Si en la primera de estas actitudes hay "un coma intelectual inducido" que no permite imaginar futuros alternativos, en la segunda lo que hay es una "hipnosis", la añoranza de un pasado que realmente nunca ha existido (Snyder, 2018: 143-150).

No hace falta una profunda reflexión para descubrir que ambas opciones pivotan sobre dos contradicciones perversas: sobre el futuro no puede haber certezas, sino esperanzas, imaginación, ilusiones. Por su parte, sobre el pasado no puede haber imaginación, sino certezas basadas en el conocimiento histórico.

Cualquiera de esas dos opciones es, en conclusión, "antihistórica", pues "la seducción de un pasado mitificado nos impide pensar en posibles futuros" (Snyder, 2018: 148).

El peligro, según este profesor de Yale, es que nos enfrentamos a una transición desde la política de la inevitabilidad a la política de la eternidad, de la que los populismos nacionales son buen ejemplo. Confiemos en que los jóvenes, como concluye Snyder en el epílogo de su obra, sean capaces de despertar y convertirse en una "generación histórica que rechace las trampas de la inevitabilidad y la eternidad que les han tendido las generaciones anteriores" (Snyder, 2018: 150).

No todo debe confiarse al "juicio de la Historia" como consuelo de que "una fuerza moral autónoma" puede "ajustar cuentas en el libro de los hechos y afrenta de la humanidad" (Wallach, 2022: 15). Esa idea del juicio de la historia es una "fantasía consoladora que hemos heredado de la Ilustración" (Wallach, 2022: 146).

No debe darse por sentado que la verdad saldrá finalmente a la luz en una versión secular del Día del Juicio Final; se ha de dar la batalla cultural en nuestro tiempo histórico en vez de esperar "la acción de una fuerza externa" y autónoma en una especie de tribunal del mundo, como dijo Schiller (Wallach, 2022: 18).

Concebir "la necesaria superioridad del futuro frente al pasado en todos los ámbitos" no solo encierra "una concepción progresista y lineal" de la historia, sino que nos inmoviliza en el presente, dejando la acción en el futuro a cargo de una fuerza ajena a nuestro control (Wallach, 2022: 21).

Elaborado por la OEI.

Elaborado por la OEI.

En definitiva, "no podemos depender de una fuerza redentora autónoma (la historia) ni de la prevalencia del buen sentido de una supuesta razón humana universal para implementar sistemas de igualdad y justicia" (Wallach, 2022: 158).

Hay que realizar aquí y ahora una defensa activa de la democracia constitucional y de la libertad, especialmente en Iberoamérica, pues hay una serie de riesgos evidentes, entre los cuales es novedosa la existencia de parlamentos regidos no por la partitocracia, sino ⎯según el neologismo de Pendás⎯ por la "grupocracia" (Pendás, 2019: 117).

No pueden laminarse o darse por descontados logros políticos que costaron mucho alcanzar. Las generaciones nuevas, en ocasiones carentes de conocimiento y respeto histórico, no son capaces de valorar tales conquistas en clave de gratitud y patrimonio cívico.

Conviene recordar siempre la sentencia de Goethe en la escena primera de la primera parte (La noche) de su Fausto (1808): "Lo que has heredado de tus padres / adquiérelo para poseerlo".

O lo que Pedro Salinas concluyó en su Aprecio y defensa del lenguaje (1944): "Deber de todo grupo histórico, de toda generación, es la transmisión enriquecida de su herencia".

Pero para evitar la desafección social, las cortes, los sistemas bicamerales (tanto el Congreso como el Senado) han de revitalizarse mediante lo siguiente: debates políticos atractivos, discusiones no mendaces, participación ciudadana, comisiones y órganos de gestión ágiles, austeridad, corrección en las formas…

Pues las Cámaras "expresan la idea de la política como diálogo y la negociación como método de trabajo" (Pendás, 2019: 293). La institución parlamentaria es ahora más necesaria que nunca como centro y eje de la democracia representativa.

En todo este proceso de conciencia pública y ciudadana, la universidad es una piedra angular. La madurez de un pueblo se mide por la independencia de sus individuos frente a lo que se espera de sus gobiernos, capaz de elegir entre el bien y el mal con derecho a equivocarse, pero sin culpar a nadie.

Estamos, sin embargo, instalados en lo que Hughes acuñó como "cultura de la queja" más la "cultura de la excusa" (Diz, 2018: 238), de raíz rousseauniana, razón por la que la infantilización y victimización van de la mano.

Los niños perdidos del país de Nunca Jamás no forman parte de esos buscadores de la verdad y la libertad ni participan de eso que John Milton llamó en Areopagítica (1644) el "esfuerzo comunitario por la verdad", ese que, frente a la "raza de embaucadores", va de cerro en valle y de valle en cerro recogiendo trozo a trozo los pedazos de la verdad que hayan quedado esparcidos.

Un ciudadano Peter Pan no está educado en la exigencia de los deberes y, en una sociedad del "yo" y del "ya", no admite postergar la recompensa; es un individuo sin empatía y sin autocrítica; un ciudadano que se mueve en una vulgaridad horizontal más que en el eje vertical que procura el ascenso de la humanidad hacia la excelencia y evita el descenso hacia la mediocridad.

Un Estado que fomente tales súbditos tendrá potestas, pero nunca auctoritas, y la esperanza reside siempre en aquellos ciudadanos con espíritu crítico y personalidad individualizada y libre.

Desde la Universidad Camilo José Cela pensamos que la educación superior debe formar de manera integral a sus estudiantes, que no solo sean hábiles en todas las competencias apreciadas por el mercado, sino que utilicen esas competencias para el bien común cultivando una serie de valores distintivos que pueden agruparse en torno a la búsqueda de la verdad, la apreciación de la belleza y la expresión de la bondad.

Según Howard Gardner, Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales y doctor honoris causa por esta Universidad en 2011, la verdad, la belleza y la bondad son las virtudes sobre las que se debe construir un currículo relevante para el siglo XXI.

Referencias

  • Diz, A. (2018). La libertad como voz y silencio. Reflexiones liberales. Caligrama.
  • Pardo, J. L. (2011). Estética de lo peor. Ediciones Barataria.
  • Pendás, B. (2019). La sociedad menos injusta. Estudios de Historia de las Ideas y Teoría de la Constitución. Iustel.
  • Snyder, T. (2018). Sobre la tiranía. Veinte lecciones que aprender del siglo XX. Galaxia Gutenberg.
  • Wallach Scott, J. (2022). Sobre el juicio de la historia. Alianza Editorial.

***Jaime Olmedo Ramos es rector de la Universidad Camilo José Cela.