La democracia está en crisis a escala mundial y América Latina no es una excepción. Algunos politólogos, historiadores, políticos y periodistas de la región reflexionan sobre la forma de encarar este reto en una Latinoamérica mayoritariamente democrática, pero que está experimentando procesos de creación y consolidación de dictaduras y una involución autoritaria (Venezuela y Nicaragua), el debilitamiento de la institucionalidad democrática (El Salvador) o el acoso a su sistema de libertades (Guatemala).
Para ello, en las siguientes páginas se muestran las reflexiones de diferentes autores sobre esta crisis. Para estas personas la democracia, también en América Latina, está en crisis y en retroceso. Siguiendo su argumentación, esa "fatiga" democrática se debe a la ineficacia de los sistemas políticos y de partidos para articular y canalizar las demandas ciudadanas.
Asimismo, está causada por el incremento de la frustración social ante la ausencia de perspectivas de mejora personal e intergeneracional, lo cual alimenta alternativas populistas que utilizan la polarización tóxica para ganar las elecciones y, después, mantenerse en el poder perpetuando la crispación.
Como colofón, además, recomiendan tratamientos y estrategias para fortalecer la institucionalidad democrática y combatir el virus iliberal que las debilita. El diagnóstico apunta a que no solo se está dando una crisis de la democracia en la región, sino que se está profundizando en ese deterioro.
Democracias fatigadas
Manuel Alcántara señala que ese deterioro democrático tiene ya "visos de pérdida de vigor o, si se prefiere, de fatiga. Hoy este escenario se ha agudizado y corre peligro de derivar en astenia, que es el paso previo a una situación de deterioro crónico". Se trata de los progresivos efectos del "hundimiento de la representación, del individualismo rampante, de la desinformación masiva descontrolada y de la economía de la atención. Aspectos novedosos ante los que las instituciones acuñadas en un formato funcional para otros tiempos navegan sin rumbo".
José Joaquín Brunner alerta de que "desde ambos extremos del espectro ideológico crecen fuerzas iliberales y no democráticas alrededor del mundo, al mismo tiempo que aumenta el número de regímenes populistas-autoritarios de derechas y de izquierdas, aunque de preferencia los primeros. Más grave aún, la mayoría de las veces estos desplazamientos son desencadenados por el voto popular, que parece estar inclinándose hacia posturas de derecha radical".
El misil de la polarización
Esa fatiga de la democracia se debe a múltiples factores. El más grave es el de la polarización política nacida de la desafección ciudadana, y que acaba articulando la frustración social.
Flavia Freidenberg alerta sobre la polarización emocional y tóxica, pues "hay liderazgos que usan el enfrentamiento con los otros para conseguir el poder y mantenerse… Los que están conmigo son todos buenísimos y tienen razón, y a los que opinan distinto hay que perseguirlos para ganar elecciones. Y hay una desconfianza generalizada de la ciudadanía en la oposición, en los partidos políticos, en opciones distintas para acceder al poder".

Imagen diseñada por la OEI en Colombia.
Esta polarización no es coyuntural, sino que se ha ido prolongando a lo largo de los años. Simón Pachano, analizando las elecciones presidenciales ecuatorianas de febrero, apunta que "la polarización es el resultado de la disputa que se viene arrastrando por ya largos 17 años entre correísmo y anticorreísmo… Un efecto de la combinación entre polarización y fragmentación es la concentración de la votación en las dos candidaturas que se sitúan en los extremos del clivaje".
La polarización y el populismo
Esta situación facilita el ascenso de liderazgos carismáticos y populistas que, una vez en el poder, utilizan y pervierten las instituciones democráticas para erigir gobiernos autoritarios basados en la permanente apelación a un discurso dicotómico.
Sergio Berenztein percibe esa tentación bonapartista en Milei. Señala que existen "temores respecto de este nuevo proyecto hegemónico", el cual se apoya en "múltiples aristas. Una es la pretendida "batalla cultural" de larga duración contraria a los valores "progresistas" y "globalistas"… En el nivel doméstico esto se traduce en constantes ataques a quienes piensan diferente, en especial periodistas y economistas que cuestionan (por motivos diferentes) la consistencia de sus políticas económicas. Más aún, en algunos sectores extremos de LLA hay un tufillo facistoide".
Por su parte, Marisa González de Oleaga señala que "el deterioro democrático tiene dos vías: la instrumentalización y control del poder judicial y la utilización de la política de medios para contaminar el debate público… La desinformación está actuando como un catalizador en la erosión de los principios y prácticas democráticas en América Latina, afectando a la calidad del debate público, la confianza en las instituciones y la capacidad de los ciudadanos para participar efectivamente en los procesos democráticos".
El crimen organizado
Esta crisis de la institucionalidad democrática es una ventana de oportunidad para que el crimen organizado penetre en la institucionalidad. Alberto Vergara señala que "ni la democracia ni el estado de derecho son capaces ya de procesar los conflictos de una sociedad, cada vez más, salida de control. Y al colapso de la política siguen el desorden y la violencia… La ausencia de representación política facilita la expansión del crimen y anticipa más desorden… Ni el estado de derecho ni la representación política le ajustan las bridas a la industria de la ilegalidad".

Imagen de Shutterstock cedida por la OEI.
Por su parte, Will Freeman analiza cómo "la influencia criminal en la política local es menos catastrófica que un narcoestado en toda regla, pero esto hace que a los presidentes les resulte demasiado fácil descuidar el problema… El poder local del crimen erosiona la democracia y el estado de derecho… Los votantes a menudo no pueden estar seguros de a quién están eligiendo realmente, ya que los candidatos pueden tener patrocinadores criminales ocultos".
El tratamiento
Las democracias muestran estos síntomas de enfermedad, pero poseen los mimbres y las bases desde las que encarar su reconstrucción.
Freidenberg destaca que la democracia "es un ser vivo. Si tú le tocas un pedacito, como a una ameba, intentará acomodarse otra vez. Puede que haya un periodo de retrocesos importante, en las libertades, en el funcionamiento de los partidos, de las instituciones, pero tiene esta capacidad de regenerarse, de resiliencia".
Una resiliencia que se ejercita y se entrena, por ejemplo, invirtiendo en capital humano, en ciudadanía. Freidenberg indica que "no nacemos demócratas, nos hacemos. De ahí la relevancia de la educación".
Educar no solo a la ciudadanía, sino también a una clase política que se ha ido alejando de la sociedad y ha perdido excelencia.
Manuel Alcántara alerta sobre ese doble deterioro. El de los liderazgos, porque "los actuales tiempos de democracias fatigadas están generando momentos que poco a poco se han ido decantando hacia la configuración de gobiernos caracterizados por la baja calidad de sus integrantes". Y en segundo lugar, el de los consensos en los que se han sostenido nuestras democracias: los "fundamentos del gran consenso occidental basados en los valores de la Ilustración… están siendo profundamente cuestionados".
Creatividad e innovación
Las fuerzas democráticas, por lo tanto, están llamadas a reformular y rediseñar los fundamentos de la democracia y su institucionalidad para fortalecerla. Roy Hora centra ese desafío en las fuerzas de las izquierdas, aunque, en realidad, es un reto para todas las agrupaciones democráticas.
Subraya que "la llegada de Milei a la Casa Rosada, junto con la reformulación del campo político que viene con ella, plantea enormes desafíos conceptuales y políticos… La de la elaboración de una visión realista y moderna de los desafíos que el país tiene por delante, más capaz de aunar crecimiento económico y desarrollo personal, igualdad y libertad".
Se trata de apelar a la creatividad política para construir regímenes más flexibles, con capacidad de adaptación y dar respuestas. Alcántara destaca que "la propia democracia tiene sus mecanismos para confrontar sus retos. El sometimiento a reglas aceptadas por la colectividad, la elección de las autoridades, el equilibrio de poderes son principios para regir la convivencia. Hay también posibilidades de que la revolución digital sea una vía para facilitar el funcionamiento de todo ello y que la inteligencia artificial sea utilizada, en tanto que bien público, alejándola del imperio de las corporaciones".
Por último, Albero Vergara apela a la necesidad de que el liberalismo se transforme y regrese a sus esencias para nutrir y fortalecer a la democracia desde una visión progresista y con vocación social: "Esta es una región que necesita a gritos una agenda que se tome en serio la construcción de comunidades de ciudadanas y ciudadanos, de individuos, que cuenten con dosis semejantes de libertad; que tengan capacidades parecidas para elegir y planear con algún grado de efectividad la vida que buscan para sí mismos… Las flaquezas más obvias del liberalismo podrían compensarse con la ayuda de un viejo y olvidado aliado: el republicanismo".
Referencias
Alcántara, M. (2025). Democracias fatigadas al borde de la astenia. El País.
Freidenberg, F. (2024). La capacidad de resiliencia de las democracias: elecciones y política en contexto de pandemia. Instituto de Investigaciones Jurídicas.
Hora, R. (2024). Javier Milei y el incierto experimento libertario. Nueva Sociedad.
Ramos, M. (2025). El estado (cambiante) de la democracia en América Latina: resistencia, deterioro y quiebra. En E. Rodríguez Pinzón & M. Ramos Rollón (Eds.), América Latina en un mundo perplejo: inseguridad, turbulencias económicas y democracias asediadas (pp. 43-58). Fundación Carolina.
Vergara, A. (2025). Una alianza para el progreso criminal. La República.