El color político del País Vasco cambió ayer sustancialmente. Se volvió morado porque el efecto Podemos arrasó en Gipuzkoa y Álava, donde se convirtió en la primera fuerza desplazando a EH Bildu y al PP de los puestos conquistados en 2011. Sólo se vio superado por el PNV en Bizkaia, único territorio donde el partido de Andoni Ortuzar mantuvo su hegemonía. 

La formación de Pablo Iglesias, con cinco escaños, fue también la más votada en el conjunto de la comunidad autónoma y, por tanto, la gran triunfadora en las urnas vascas. Podemos, con 316.441 apoyos (25,97%), se impuso al PNV, que consiguió 301.585 (24,75%). Le sacó más de un punto, aunque la formación nacionalista le ganó en diputados al jugar la Ley d'Hondt a su favor. El partido de Ortuzar obtuvo seis actas en la Cámara Baja, un tercio de las 18 en liza y una más de las que ya tenía, por lo que conservará grupo propio en el Congreso de los Diputados.

La gran perdedora de la noche fue la coalición abertzale, que se dejó más de 100.000 votos (de 285.290 a 183.611) y dos posiciones en el ranking de partidos. Pasó del segundo al cuarto puesto y perdió cuatro de los seis diputados obtenidos en la cita electoral de hace cuatro años.

Como era previsible, PSE-EE y PP sufrieron el desgaste de sus formaciones y retrocedieron un escaño cada uno. Los socialistas vascos, con tres -uno en cada territorio-, lograron sin embargo sobrepasar a EH Bildu, mientras que el PP se tuvo que conformar con mantener su representación en Bizkaia y Álava.

Las encuestas daban buenos resultados a Podemos pero ninguna había predicho que la irrupción del partido de Pablo Iglesias descabalgaría al PNV de su condición de primera fuerza. La sorpresa llegó con el sondeo a pie de urna realizado por EiTB, que le adjudicó a Podemos incluso más escaños que al PNV y adelantó el duelo en votos entre las dos formaciones que reflejaría a continuación el recuento de los sufragios.

Lo que predecían los sondeos era que el PNV sería la opción más votada, como lo fue en 2011 y en las pasadas elecciones forales de mayo de este año. El partido de Andoni Ortuzar se quejó amargamente durante la campaña del "ninguneo" al que se sometía a Euskadi, por la ausencia del debate territorial, y del "apagón informativo" que marginaba a las formaciones nacionalistas por la polarización de la contienda entre las fuerzas del bipartidismo y las emergentes. Esa misma realidad que le dejaba al margen, con un perfil bajo, y le permitía no embarrarse en el fango de las descalificaciones, hacía creer que su liderazgo no estaba amenazado al no tener un competidor directo.

Pese a la mayor dispersión del voto, se presuponía que la formación de Pablo Iglesias, al restar votos a EH Bildu, aliviaba la presión de la izquierda abertzale por la conquista del espacio nacionalista, como se había visto en las elecciones forales de mayo. Así ha sido, aunque sus consecuencias han tenido mayores efectos.

El PNV se erigió a lo largo de los últimos quince días en el "único garante" del "patrimonio patrio" y su estrategia de no hacer ahora seguidismo del modelo catalán, frente a las ansias de ruptura de EH Bildu, ha sido refrendada por las urnas con tres escaños en Bizkaia, dos en Gipuzkoa y uno en Álava.

Los resultados del 20-D vuelven a demostrar, sin embargo, que gran parte de los vascos votan en clave nacional en las elecciones generales cuando las citas son decisivas. Y ésta lo era para los vascos, como quedó patente por la alta participación registrada, del 70,67%, casi 1,5 puntos más que en 2011.

"El PNV ha aguantado su posición y ha aumentado su representación en el Congreso", valoró Ortuzar tras conocer los resultados, reivindicando una vez más la representación de "la voz vasca en Madrid". Está por ver si los seis escaños de su partido le dan el juego que ambicionan sus dirigentes en la política de alianzas para la conformación de Gobierno y les ayudan a salir de la "irrelevancia", tal y como insinuó el presidente nacionalista.

La fuerza de Podemos

Para un partido que se estrena en esta cita electoral cualquier resultado era bueno ya que partía de cero. Podemos Euskadi se conformaba con cuatro escaños y al final consiguió cinco, dos en Bizkaia y Gipuzkoa y uno en Álava, donde desbancó al PP y sacó casi nueve puntos de ventaja a la lista encabezada por el ministro de Sanidad, Alfonso Alonso.

Confiando siempre en el tirón electoral de su líder nacional, Pablo Iglesias, su campaña estuvo dirigida a amplificar la imagen de cambio proyectada por el partido a nivel general sin entrar en demasiadas especificidades territoriales, salvo en temas como el derecho a decidir y el acercamiento de presos en los que invadió el terreno acotado por EH Bildu.

Ni la convulsión que supuso la dimisión a mes y medio del 20-D de su ex secretario general, Roberto Uriarte, ni la elección de candidatos prácticamente desconocidos, salvo su cabeza de lista en Álava, han impedido a Podemos conquistar la comunidad autónoma. Los más de 300.000 votos obtenidos duplican los conseguidos ( 148.626) en las elecciones forales de mayo, hace escasos siete meses.

Otra conclusión que dejan las urnas es el acierto de la elección del candidato por Álava, Juantxo López Ugalde, ex director de Greepeace y fundador de Equo, impuesto por la dirección nacional. Su designación motivó la dimisión de Uriarte que pretendía que fuera cabeza de lista por Bizkaia. La victoria de López Ugalde es inapelable.

El gran perdedor

EH Bildu, heredera de Amaiur, no pudo mantener la marca de la coalición abertzale en 2011. Con Podemos en abierta progresión y apostando con claridad por el derecho a decidir era prácticamente imposible que lo hiciera. Ya no contaba con el plus de salida, el cese de la violencia, que hace cuatro años propulsó su triunfo electoral como si hubiera sido el principal artífice de la derrota de ETA, y sí en cambio con un poderoso rival en la formación morada.

La izquierda abertzale, defensora de una vía vasca hacia la independencia, ha pasado a lo largo de su trayectoria de menospreciar las elecciones generales a tratar de garantizarse los mayores escaños posibles en las instituciones desde donde, en sintonía con los nacionalistas catalanes, pretende "agrietar las estructuras del Estado" y romper el actual sistema, como repitió en sus mítines el presidente de Sortu, Hasier Arraiz. Anoche el dirigente abertzale reconoció sin ambages la derrota, mucho más grande de la pronosticada. "Se ha impuesto la lógica estatal", admitió, e hizo autocrítica al "no haber sabido interpretar" las ganas de cambio del electorado.

EH Bildu sólo obtuvo dos diputados, uno en Gipuzkoa y otro en Bizkaia. Su debacle es mayor en Gipuzkoa, donde perdió dos escaños y 49.175 votos. Los resultados echan por tierra una de las máximas aceptadas como ciertas en el País Vasco, la tradicional fidelidad del electorado de la izquierda abertzale.

La caída del bipartidismo

El PSE-EE partía con el hándicap de la fortaleza que demostraba Podemos en las encuestas, en las que la formación de Iglesias disputaba su espacio de izquierdas y le pasaba claramente por encima. Sus líderes intentaron durante toda la campaña movilizar a los vascos con el mensaje de que los socialistas representaban la "única alternativa posible" para desbancar al PP. Pidieron el voto útil para romper con la derecha y advirtieron de que dividir a la izquierda y votar a Podemos sólo conseguiría perpetuar a Rajoy en la Moncloa.

Los socialistas vascos tocaron fondo en 2011, comicios en los que perdieron cinco diputados cuando la ola a favor del PP se convirtió en una apabullante mayoría absoluta en España. Ahora luchaban por retener aquellos 255.000 votos y cuatro escaños, y eran conscientes de las dificultades de obtener representación en Álava, territorio en el que han sufrido las últimas crisis internas y donde Podemos presentaba a López Uralde, su candidato de mayor tirón. Se han quedado lejos de los sufragios pretendidos, han perdido más de 95.000, pero aún así han logrado mantener un diputado por cada territorio cuando incluso peligraba la elección del ex alcalde Odón Elorza por Gipuzkoa.

El PP en el País Vasco, presidido por el ministro de Sanidad Alfonso Alonso, tenía como objetivo ser la primera fuerza en Álava y obtener un escaño en Bizkaia y sólo la posibilidad del milagro encarnado en la personalísima campaña realizada por Borja Sémper les hacía pensar en el logro de una representación por Gipuzkoa. Ayer consiguieron dos diputados pero la pérdida de su primera posición en el territorio alavés, el único reducto donde resistían, es un duro varapalo para los populares vascos que han sufrido en las tres provincias la irrupción de Ciudadanos.

En 2011 el PP mostró sus limitaciones para crecer en la comunidad autónoma al tener que conformarse con tres diputados y no poder superar en votos al PSE-EE, pese al gran triunfo de Rajoy en la mayoría del resto de España. Obtuvo el 17,80% de los sufragios aunque su mayor golpe lo registró este mismo año, en las forales de mayo, bajo la presidencia de Arantza Quiroga con tan sólo el 9,48% de los sufragios. Ayer lograron superar en más de dos puntos (11.62%) esta exigua marca pese a que retrocedieron en 69.515 apoyos con respecto a 2011.

El rechazo de la formación de Albert Rivera al Concierto Económico, uno de los pilares básicos del autogobierno, abortó en la comunidad autónoma la fuerza con la que emergía en el resto. La modulación última del mensaje del partido naranja, al centrarse en pedir una revisión del Cupo y aplazar la supresión del Concierto, no modificaron al alza sus posibilidades. Su portavoz, Nicolás de Miguel, admitió al cierre de campaña que únicamente confiaban en el "efecto Rivera" para lograr representación. No fue suficiente, aunque Ciudadanos obtuvo un 4,09% de los votos.

Los resultados del 20-D otorgan 6 senadores al PNV, 5 a Podemos y un único en Álava al PP. En 2011 los doce puestos estuvieron mucho más repartidos, ya que 4 fueron para el PNV, PP y Amaiur empataron con 3 y el PSE-EE obtuvo 2.

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