Espinete y don Pimpón, protagonistas de Barrio Sésamo.

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La 'generación EGB' llama a las puertas de la Moncloa

  • Los principales candidatos, salvo Mariano Rajoy, se formaron en el primer plan de estudios postfranquista y llegaron a la política desde el sector privado.
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19 diciembre, 2015 02:03

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Fueron los primeros en escuchar cintas en un walkman. La televisión siempre ha formado parte de sus vidas. Jugaron al Super Pang antes de que naciera internet. Crecieron con Espinete, Los Goonies y ET. Vieron el pezón de Sabrina en la Nochevieja de 1987. Y en el colegio nunca estudiaron Formación del Espíritu Nacional.

No aparece en los programas electorales, pero hay un punto común en casi todos los partidos nacionales que concurren a las elecciones generales: sus candidatos, salvo Mariano Rajoy, son parte de las primeras generaciones de españoles educadas en la EGB (Educación General Básica) postfranquista. Tres de ellos: Pablo Iglesias, Albert Rivera y Alberto Garzón nacieron directamente en democracia.

El 20D es un hito en el relevo generacional de la política española. Iglesias, 37 años; Rivera, 36; Garzón, 30; Pedro Sánchez, 43; Andrés Herzog, 41; se formaron en una España diferente a la de Rajoy, 60 años, en la que Antonio Machado era materia de enseñanza obligatoria.

La juventud no es una novedad en política. Adolfo Suárez formó su primer Gobierno con 43 años en 1976. Felipe González tenía 40 años cuando el PSOE ganó las elecciones de 1982.

“El cambio generacional es inevitable, pero lo decisivo no es la fecha de nacimiento, sino la actitud, la mentalidad y el talante”, dice Alejandro Navas, profesor de Sociología en la Universidad de Navarra. “Toda sociedad moderna, como la nuestra, valora mucho y mitifica la juventud, en contraposición a otras sociedades tradicionales, como pasa en China o el mundo islámico, en las que se valora el pasado y la tradición y se desconfía de la novedad que pone en peligro el orden establecido”.

Peso relativo en el censo

La mayor esperanza de vida relativiza el peso de este grupo de población en las elecciones del domingo. El 31,3% de los 34,6 millones de españoles llamados a las urnas nació después de la muerte de Franco, según datos del Instituto Nacional de Estadística. El resto del censo tiene más de 45 años. Para los más jóvenes son unas elecciones especiales. Los Iglesias, Rivera y compañía representan la ruptura.

“Los jóvenes tienen motivos para sentirse defraudados. El guión les dice que el mundo es suyo, pero la realidad contradice al guión”, explica Navas. “No hay trabajo, no hay contratos estables, sueldos de hambre, no hay vivienda y no pueden casarse. Están desencantados”.

Julia Patayo era maestra en La Carolina, un pueblo de Jaén de avenidas interminables y plano de cuadrícula como si fuera Nueva York. Cuando empezó a enseñar en 1964, la escuela pública se llamaba Carmen Polo de Franco. Con la democracia, se rebautizó como Manuel Andújar, autor de la novela Vísperas, ambientada en la pujante minería de aquellas tierras norte de Andalucía.

“Muchos temas no se tocaban, eso es cierto”, relata Patayo. “Teníamos aquella asignatura de Formación del Espíritu Nacional que no entendíamos ni los profesores”.

La EGB se instauró en 1970, ya en el tardofranquismo, y se mantuvo con unas leves modificaciones introducidas por el primer Gobierno socialista de González hasta la implantación de la LOGSE en 1990. Para Patayo, el nuevo plan de estudios supuso un cambio “bestial”. En su opinión se abrieron enormes espacios de libertad en la enseñanza de las humanidades y la capacitación de los alumnos en general, con fórmulas más allá de la memorización de los reyes Godos. Además, la religión dejó de tener el peso que tenía antes.

“Recuerdo en los 80 que un alumno me pidió que le acompañara a un centro médico para hacerse una prueba del Sida. Hace unos años, era impensable”, recuerda.

Sin vínculos con el 'aparato del Estado'

Sin embargo, el cambio más significativo de la regeneración del liderazgo político se encuentra en los vínculos entre aparato estatal y el desarrollo profesional de los candidatos a presidente. Sólo Rajoy pertenece al cuerpo de funcionarios, como registrador de la propiedad. El resto, Iglesias (profesor contratado en la Universidad pública), Rivera (abogado) y Sánchez (profesor contratado en la Universidad privada) no forman parte de la administración española, una de las más fuertes de la Unión Europea.

Precisamente, los nuevos responsables de la política española llegarán al Congreso de los Diputados para ejecutar una exigencia prioritaria de Europa: adelgazar nuestro sector público ("excesivo"), reducir el gasto público de las instituciones (“insostenible”) y fragmentarlo hasta hacerlo más operativo y transparente (“opaco”). El nuevo perfil de nuestros líderes podría ser determinante para el retrato de la Administración española en los próximos años. El PP ha repetido en los debates que ha logrado recortar 30.000 millones de euros del aparato, pero no se ha visto reflejado en los presupuestos generales del Estado.

El programa de Ciudadanos es el más agresivo en este sentido: aspira a un modelo de dieta estricta. De cualquier modo, es difícil encontrar en los países de nuestro entorno estos vínculos tan estrechos entre la administración y la carrera política, un síntoma evidente del poder que la clase política ha logrado adquirir en detrimento de los funcionarios independientes a lo largo de estas tres décadas.

Curtidos en retórica y tecnología

No hay una sola característica que defina necesariamente a la generación EGB. La introducción del inglés fue uno de los cambios más significativos. Para los candidatos, una de las principales novedades fue la llegada de la informática y la hegemonía de la televisión como medio de comunicación de masas. Según Navas, una de las grandes diferencias de esta nueva generación que llama a las puertas de la Moncloa es la brecha digital con respecto a los viejos dirigentes.

“Gente como Iglesias y Rivera están más curtidos en la retórica, los nuevos medios y las nuevas tecnologías. Tienen mucho más rodaje mediático y comunicativo que los adultos”, señala. “Los partidos clásicos organizan cursos de formación sobre telegenia para sus líderes. Los nuevos lo llevan en la sangre, lo han mamado de este chicos”.

Sociológicamente, el cambio tiene algo de magia. Se ha visto durante la campaña electoral: políticos transformados en estrellas del rock actuando en pabellones abarrotados. Centenares de personas siguiendo mitines en la calle. Pero Navas considera que, como todo, lo importante viene después: “Lo difícil no es llegar, sino mantenerse”.

La crítica que algunos mayores hacen a los partidos emergentes es una “audacia excesiva”. Defienden la renovación ante un sistema que emite síntomas de agotamiento. Pero piden a los jóvenes que se sienten en el Congreso la próxima legislatura que protejan la democracia, más allá de sus imperfecciones.

“Algunos hemos visto los tanques en la calle. Los jóvenes piensan que la democracia es algo como el aire que respiran”, dice Navas. “Creo que el peligro de los jóvenes es que no saben lo que es estar sin democracia, y la falta de libertad y de ahí que puedan ser demasiado severos en la crítica a la democracia imperfecta”, añade.