Uno de los boxes del Hospital Universitario de Toledo.

Uno de los boxes del Hospital Universitario de Toledo.

Sucesos

Angustia en un pueblo de Toledo: nueve horas de espera para trasladar a una mujer con un brote psiquiátrico

La paciente deambuló desnuda y con alucinaciones antes de ser ingresada.

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Manuel Moreno
Publicada

Esta historia puede ser otro toque de atención para que las patologías psiquiátricas no sean obviadas por profesionales. La semana pasada, sobre la una y media de la tarde, un hombre con una agravada movilidad reducida solicitó ayuda por teléfono a voluntarios de Protección Civil, en un pequeño pueblo de Toledo, porque estaba compartiendo piso con una mujer que había estado toda la noche gritando y verbalizando frases incoherentes. "No había ningún motivo", respondió el interlocutor, que dormía en habitación separada.

Los voluntarios preguntaron al llegar qué había sucedido en la casa porque estaba desordenada y había heces de perros y objetos por el suelo, algo poco habitual si uno de los moradores es una persona con movilidad reducida, que necesita los pasillos libres para poder moverse. El hombre, de 56 años y apreciado en la localidad, no supo contestarles.

Dentro del domicilio, un enfermero fuera de servicio que iba con la agrupación de Protección Civil oyó voces en una de las habitaciones. Tocó la puerta y preguntó si podía entrar. La mujer, de 54 años, le dijo que pasara mientras profería insultos en voz alta contra su compañero de piso. Reconoció, sin embargo, que el hombre no le había hecho nada al tiempo que vociferaba que lo quería mucho. "¿A que sí, cariño?", chillaba con cambios de carácter continuos.

Alucinaciones

Este enfermero continuó preguntando y ella comenzó a tener alucinaciones visuales, como que veía bichos en el techo, al cabo de unos segundos no los veía y decía al profesional que él estaba loco. También poco después tuvo una conducta extravagante, en términos sanitarios: se ponía y quitaba ropajes, se colocó un chaquetón para el frío en pleno verano y hasta se desnudó, además de salir y entrar a la casa.

Con todo, telefonearon al 112 y pidieron la presencia de un médico para valorarla mientras los voluntarios, entre ellos el enfermero, intentaban averiguar si el trastorno era más orgánico que psiquiátrico. La mujer se negó a que la atendiesen, la médico del centro de salud telefoneó y le contaron el episodio.

La facultativa preguntó si estaba consciente y orientada, pero los voluntarios insistían en que la mujer no comprendía en qué situación se encontraba. "Si la paciente está consciente, orientada y no quiere que sea asistida, yo no tengo por qué desplazarme", recuerdan que dijo la médico, "porque la paciente se niega y la ley la ampara".

La médico se negó

El enfermero hizo ver a la facultativa que la mujer no estaba en sus cabales y había que actuar en contra de su voluntad. Pero la médico se negó en redondo.

Al cabo de un tiempo, se presentó una ambulancia con dos técnicos sanitarios. Los voluntarios les explicaron la situación y tomaron la tensión a la mujer mientras desvariaba. El enfermero fuera de servicio reiteraba que la conducta no era buena, pero los técnicos y la ambulancia acabaron marchándose porque la paciente se quedaba "tranquilamente" en la cama.

Segundo episodio

Los voluntarios también se retiraron, aunque advirtieron a su compañero de piso, con movilidad reducida, que llamara al 112 si necesitaba ayuda. Tres horas después, este hombre telefoneó a los voluntarios de Protección Civil contando que la mujer estaba saliendo desnuda a la calle y él no podía impedirlo por su minusvalía. "En el 112 me han dicho que no pueden hacer nada", recuerdan los voluntarios, que se dirigieron nuevamente hacia el inmueble.

Antes de que llegaran y el compañero de piso pidiera a la Guardia Civil que se personara, la ambulancia con los dos técnicos sanitarios ya estaba en el domicilio. Sin embargo, se marcharon dejando a la mujer en la vivienda porque ella no quería asistencia.

Los voluntarios la convencieron para que se metiera en la cama, estuviese tranquila y se tomase su medicación. Ella, alcohólica, sin embargo no había ingerido desde la noche anterior, por lo que el enfermero fuera de servicio descartó una intoxicación etílica y también un síndrome de abstinencia.

Desnuda en la calle

A las ocho de la tarde, el compañero de piso, con movilidad reducida por su discapacidad, telefoneó otra vez a los voluntarios de Protección Civil solicitando ayuda porque la situación se le volvía a ir de las manos. Cuando llegaron, la mujer salía desnuda a la calle y se encontraron con el hombre cubierto con la ropa que ella le había lanzado, además de estar el suelo de la casa lleno de objetos.

Los voluntarios lograron meterla de nuevo en la casa y telefonearon al 112 rogando una solución. Finalmente, fue personal del centro de salud, entre ellas la facultativa que se negó a desplazarse. La medicaron y estuvieron con ella hasta que llegaron, por tercera vez, la misma ambulancia y los mismos dos técnicos sanitarios, ya malhumorados.

Con la paciente preparada para el traslado, la médico dijo que había que esperar a la Guardia Civil, aunque el enfermero fuera de servicio señaló que no era necesario. Eran las nueve y cuarto de la noche, ocho horas después del primer aviso, y tuvieron que esperar una hora más hasta que una patrulla llegó.

Debido a esta demora, dio tiempo a que a la mujer se le pasara el efecto de la medicación y volviese a moverse de manera altanera por toda la casa. Definitivamente, fue trasladada a la unidad psiquiátrica de un hospital, donde continúa ingresada a la hora de escribir esta historia.