José Bono (d) y Felipe González (i), en Salobre el año 1998. Imagen del legado fotográfico de Bono.

José Bono (d) y Felipe González (i), en Salobre el año 1998. Imagen del legado fotográfico de Bono.

Sociedad

Así es el refugio de José Bono en plena sierra: un pequeño pueblo de Albacete donde tiene casa y cuida sus raíces

El expresidente de Castilla-La Mancha mantiene intacto su nexo con Salobre, el pequeño municipio de la Sierra de Alcaraz donde nació.

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Entre montañas, agua cristalina y un puñado de casas que se asoman al río, José Bono ha encontrado siempre su lugar en el mundo. Aunque el expresidente de Castilla-La Mancha ha ocupado algunos de los cargos más altos de la política nacional, desde ministro de Defensa hasta presidente del Congreso de los Diputados, el histórico socialista nunca ha perdido el vínculo con Salobre, el municipio albaceteño de apenas 500 habitantes en el que nació y al que sigue regresando cada vez que puede.

Situado a cien kilómetros de Albacete capital, en plena Sierra de Alcaraz, este rincón natural castellanomanchego está atravesado por el río Salobre, cuyas aguas -de origen salino, como sugiere el nombre- surcan también la finca familiar del exdirigente.

Allí, junto al rumor del cauce y en un entorno que invita al sosiego, Bono ha levantado una casa sencilla por fuera, pero sorprendente por dentro. En su patio, adornado con cuatro fuentes bautizadas con los nombres de sus hijos -Amelia, Ana, José y Sofía-, se suceden las escenas familiares cada verano.

La última, compartida por su hija Amelia en redes sociales, mostraba al veterano político dándose un baño con uno de sus nietos: "Jaime bañándose en el río del pueblo con el abuelo Pepe. Me muero de amor", escribió la influencer, acompañando las imágenes de un corazón.

La vivienda, que antaño también albergó la tienda familiar, conserva una de sus joyas más personales: el escaño desde el que Bono vivió el intento de golpe de Estado del 23-F. Pero no es lo único que atesora.

Fachada de la casa de José Bono en Salobre.

Fachada de la casa de José Bono en Salobre. Google Street View

En la bodega, convertida casi en museo, reposan objetos de profundo valor sentimental: una artesa donde su abuela hacía pan, el libro de cuentas del negocio familiar, una báscula antigua, la cartera de su padre -alcalde de Salobre durante 16 años-, un joyero con las alianzas de su madre o un fragmento del Muro de Berlín regalado por Felipe González.

Entre todos esos recuerdos, se impone una constante: la conexión con sus raíces y sus creencias. En una de las estancias, presidida por una alfombra con forma de cebra, Bono conserva también un reclinatorio y varias imágenes religiosas, reflejo de unas convicciones que nunca ha escondido.

Una de las estancias de la vivienda de Bono en Salobre.

Una de las estancias de la vivienda de Bono en Salobre. Imagen cedida a El Español

El pueblo que lo vio nacer, mientras tanto, conserva ese aire tranquilo de los municipios serranos. Sus calles empinadas, su pedanía de Reolid -conocida por su balneario- y parajes como el Estrecho del Hocino, un espectacular desfiladero por el que serpentea el río, convierten a Salobre en un enclave tan íntimo como especial.