Mercedes y Mariano en su churrería.

Mercedes y Mariano en su churrería.

Toledo

Mercedes y Mariano, 40 años haciendo churros en las ferias de Toledo: "Se creen que todo lo que ganas es beneficio"

Se iniciaron como feriantes desde muy jóvenes con el negocio de los juguetes y los frutos secos.

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El verano tiene muchas cosas buenas, una de ellas son las ferias de los pueblos, una joya cultural que muchos desconocen y que solo unos pocos aprecian. Uno de los iconos de estos festejos son los churros: una receta tradicional a base de harina, agua y sal cuyo aroma invade las calles de infinidad de municipios.

En la provincia de Toledo se encuentra un matrimonio de Gálvez, Mariano y Mercedes, que lleva más de 40 veranos sirviendo este manjar en su churrería portátil a los vecinos de un total de 28 pueblos de la comarca de los montes toledanos.

Estos dos galveños se iniciaron como feriantes desde muy jóvenes con el negocio de los juguetes y los frutos secos. "Empezamos con un carrito que hice con las ruedas de una moto", cuenta Mariano a EL ESPAÑOL - EL DIGITAL CLM. Después de dos años y medio, dieron un giro de 180 grados y apostaron por los churros.

La primera churrería de este matrimonio de Gálvez.

La primera churrería de este matrimonio de Gálvez.

"Montamos la churrería porque era más rentable que los juguetes. Nuestra primera churrería fue una caseta desmontable. Desde entonces llevamos 41 años al frente de este negocio", explica.

Como todos los sectores evolucionó con los años y este matrimonio adquirió su primera churrería de remolque que fue de acero inoxidable. "Fue la primera que se hizo en la comarca, me llamaban el loco del acero inoxidable", recuerda Mariano.

La churrería remolque de acero inoxidable de Mercedes y Mariano.

La churrería remolque de acero inoxidable de Mercedes y Mariano.

Inversión importante

Al poco tiempo adquirieron un segundo remolque. Montar una simple churrería portátil puede suponer un mayor desembolso del que a priori parece. En este caso, este matrimonio de Gálvez tuvo que invertir más de 100.000 euros entre la estructura, freidoras, utensilios, etc. "El remolque en su día me costó diez millones de pesetas, lo que sería hoy sesenta mil euros".

Después de casi media vida, tienen claro que la vida de feriante no es ningún chollo, dejando de lado la rentabilidad económica. "Te critican cuando te ven lleno de dinero y hay muchos gastos. Se creen que todo lo que ganas es beneficio", lamenta Mariano.

Mariano en sus inicios como churrero.

Mariano en sus inicios como churrero.

La vida del feriante

En poco más de seis meses se condensan la mayor parte de las fiestas de los pueblos, lo que supone una carrera a contrarreloj para los feriantes. "Llegas, montas y después de todo el día tienes que irte a otro sitio para seguir trabajando sin ducharte, sin comer y sin dormir".

Uno de los problemas más grandes es que "no encuentras a nadie para trabajar. Nadie quiere este oficio". La excesiva burocracia tampoco ayuda. "Ser feriante cada vez es más difícil, más papeles, más licencias. Nosotros somos autónomos, con eso te digo todo".

Los puestos en las ferias también son un quebradero de cabeza aunque "entre los compañeros nos solemos respetar".

Su estilo de vida hace que este matrimonio pase juntos las 24 horas del día. "La gente no se lo cree porque dice que si yo estuviera todo el día con mi mujer ya estábamos divorciados. Nosotros hemos discutido más cuando hemos estado separados", resalta Mariano.

Ser madre ambulante

Mercedes ha sido la columna vertebral de esta emblemática churrería. A pesar de su frenético día a día, fue capaz de ser madre y criar, con mucha ayuda, a sus tres hijos, David, Iván y Mario. De los tres hermanos, David era y ha sido el que más se ha involucrado en el negocio de sus padres. 

"Mi suegra y mi hermana se quedaban con ellos en el verano. Luego una amiga del pueblo, Alicia, se hacía cargo de mis pequeños y yo le pagaba claro. Luego en la feria se lo pasaban bomba, les encantaba el baile y se quedaban con nosotros en la churrería", detalla Mercedes.

Aunque este oficio no está hecho para todo el mundo, "muchas veces mis hijos se dormían detrás de la churrería en unas tumbonas", apunta, a lo que añade: "no cualquiera vale para tener a tus hijos tirados debajo de un mostrador".

Una de las dos churrerías.

Una de las dos churrerías.

Fin a toda una vida

Ahora, este matrimonio, ya prejubilado, ha decidido poner punto y final con mucho dolor y pena a su negocio después de 41 años. "Nuestros hijos no quieren continuar y el año pasado vendimos una de las churrerías. Fue muy duro y me costó una enfermedad. Lo pasé muy mal, estuve a punto de ir a un psicólogo y todo", expresa Mariano.

"Es toda una vida resumida en un remolque. Empezamos desde cero con el dinero de la enhorabuena de nuestra boda, nos compramos un Seat Trans y con el carro nos íbamos a las ferias", resumen ambos de forma emotiva.