Esta foto de Cipriano González se hizo el otro día en Toledo. El 24 de marzo, en plena tragedia de desabastecimiento del almacén del Socorro de los Pobres, donde tantas veces llueve sobre mojado y nadie se cansa nunca de combatir la pena y el dolor de la necesidad de los demás. Sísifo atrapado en un bucle infinito, aunque haciendo florecer siempre la esperanza y al menos una sonrisa, siquiera leve y chiquitita, siquiera fugaz pero alentadora. La imagen es del fotógrafo Óscar Huertas, nuestro Óscar, y es conmovedora. Posee todo el alma de Cipriano en su mirada, el rostro envejecido del tiempo entregado a los demás, la nieve que se derrama en las imparables explosiones de la edad. Emocionante de puro sencilla y profunda. Esa maravillosa bondad tan desacomplejadamente reflejada. El rojo apasionado y vibrante, maltratado por los años, es del mismo color del corazón de los amigos de los pobres: encendido de inacabable generosidad y de una hermosa misión en la vida. Cipriano es un hombre grande, un ser humano con todas las letras, el lado bueno de las cosas. La pasión tranquila por la entrega a los demás. Un escalofrío extraordinario de emoción. Qué tipo admirable. Óscar ha visto a Cipriano y se ha encontrado con la vida debajo de la gorra.