La permanente obsesión del PSOE de Castilla-La Mancha por la expresidenta regional María Dolores Cospedal viene a parodiar al “Cansino histórico”, celebre personaje del gran humorista y paisano José Mota. Un papel para que el de Montiel bien puede hacer un casting entre los socialistas de esta tierra, en la seguridad de encontrar excelentes candidatos para su interpretación. No hay ocasión en la que sus dirigentes saquen a pasear a Cospedal como causa inequívoca de todas las desgracias que afectan a Castilla-La Mancha, incluso a pesar de llevar más de seis años fuera del cargo, aunque no de los tribunales de Justicia.

Salvo por lo que insisten los socialistas cada día, los castellano-manchegos no han notado precisamente una mejora sustancial en la situación de esta tierra, incluso a pesar de las decenas de millones que cada día asegura invertir el Gobierno regional en su desarrollo -100 millones en la gestión turística, su ultimo anuncio-, si luego comparamos con cualquier indicador independiente publicado, como el que refleja la riqueza de sus ciudadanos. Un Producto Interior Bruto per cápita que desde 2008, antes de la crisis financiera global, todavía continua por encima del cosechado en 2020, y muy por debajo durante todo este periodo de la media nacional. Sin embargo, a pesar de estos datos, el PSOE regional sigue más preocupado en continuar jugando su particular partida de póquer con la oposición, con la carta de Cospedal como comodín de la baraja, que en atender los verdaderos problemas de los ciudadanos y el despegue de Castilla-La Mancha del endémico furgón de cola en el que se encuentra habitualmente instalado. 

Cada vez resulta más vacío el lenguaje de la mayoría de nuestros políticos. Peor aún, cansino y reiterativo. Una jerga destructiva para desacreditar al contrario y desfigurar la realidad a favor de sus intereses partidarios, lo que contribuye a la cada vez mayor desafección de los votantes respecto a sus representantes públicos. Bravuconadas o exabruptos sin el menor recorrido político real -también a través de encuestas de partido- que como mucho proporcionan a los ciudadanos, también a los medios de comunicación, unos minutos de conversación distendida o generosos espacios en su universo informativo. Una concepción espectacular de la política que acaba acomodando sus iniciativas a la lógica del espectáculo, y no al de la resolución de problema alguno.