Ana M. Angel Esteban, psicóloga.

Ana M. Angel Esteban, psicóloga.

El Comentario PSICOLOGÍA

Efectos psicológicos y emocionales de pedir perdón con demasiada frecuencia

Ana M. Ángel Esteban
Publicada

Desde tiempos antiguos, la noción de perdón ha ocupado un lugar preponderante en la forma en que intentamos sentirnos mejor y recuperar vínculos personales. Pedir perdón no solo es un acto de humildad y valentía, sino también un proceso profundamente transformador.

La teoría del apego y la psicología positiva destacan cómo la vulnerabilidad y la autenticidad son componentes esenciales para desarrollar vínculos seguros y saludables. Pedir perdón, sin embargo, no se limita a las palabras; es un proceso emocional que afecta tanto a quien lo emite como a quien lo recibe. Los estudios en neuropsicología sugieren que el acto de disculparse puede reducir la activación en áreas del cerebro asociadas al estrés y la ansiedad, promoviendo una sensación de liberación y bienestar. Pero también tiene su parte negativa si lo utilizamos en exceso.

Desde la perspectiva de la terapia cognitivo conductual, aprender a disculparse y a perdonar es fundamental para resolver conflictos de manera constructiva. Es un tema delicado que conlleva una combinación de sentimientos encontrados, como el alivio, la vergüenza y, a veces, incluso el miedo a ser nuevamente herido.

La empatía juega un papel decisivo. Darnos cuenta de cómo puede sentirse el otro es crucial en el proceso de pedir perdón ya que las relaciones se reconstruyen sobre la base del entendimiento mutuo. La empatía hacia uno mismo es tan crucial como la empatía hacia los demás.

La neurociencia también ha aportado evidencia sobre la importancia del perdón. Investigaciones recientes han mostrado que la liberación de neurotransmisores relacionados con el bienestar, como la oxitocina, se ve potenciada cuando se restablecen vínculos afectivos a través del perdón. Construcción y reconstrucción de recuerdos positivos que refuerzan la conexión interpersonal

El proceso de pedir perdón no es algo que ocurra de la noche a la mañana. Implica una serie de etapas: el reconocimiento del error, el remordimiento, la decisión consciente de enmendar la situación y, finalmente, la expresión sincera del arrepentimiento. Cada paso tiene un impacto psicológico profundo. Existen estudios que indican que el perdón tiene efectos terapéuticos, ayudando a reducir la ansiedad y mejorar la calidad de vida, nuestra y la de los demás.

Pedir perdón no está exento de retos. Uno de los mayores es el miedo: miedo a mostrar debilidad, a ser juzgado o a que la disculpa no sea aceptada. Estos temores pueden generar paralización y conducir a que las heridas se profundicen y se generen rencores. Es cierto que es importante tener habilidades comunicativas para expresar adecuadamente un perdón, pero no cualquiera dispone de ellas. Las palabras pueden parecer insuficientes a veces, lo que lleva a veces a una doble frustración: la del ofensor por no haber logrado transmitir su arrepentimiento, y la del ofendido, por no recibir un mensaje claro de empatía. Así que pedir perdón no solo es un acto de corrección, sino un acto de amor: amor propio y amor por el otro.

El perdón, como he dicho antes, es un gran gesto de humildad y amabilidad, pero cuando se hace siempre ante cualquier cosa que nos digan que está fatal o que nosotros creamos que está causando malestar en otros, o sea, de forma constante y a veces desproporcionada, puede tener efectos negativos tanto en nosotros mismos como en las relaciones con los demás.

En relaciones de amistad muy cercanas y en relaciones de pareja, pedir perdón no se puede convertir en la fórmula de que aquí no ha pasado nada. Una vez o dos sirve, pero si se usa habitualmente pierde eficacia e incluso sentimos que es una tomadura de pelo por parte del otro.

Qué efectos puede tener:

Pérdida de credibilidad: si lo hacemos constantemente, si nos disculpamos por todo hasta por lo que no es culpa nuestra, empezaremos a perder valor en poco tiempo, la credibilidad y eso afectará a la autoestima. Los demás pueden pensar que sentimos que hacemos pocas cosas bien o que nos sentimos poco seguros de ellas. Damos una imagen de poca autoconfianza y valía personal.

Creación de patrones de sumisión: puede parecer y ser una conducta de complacer a los demás, de necesidad de ser aceptado y que los otros, según qué personas sean, se aprovechen de esta necesidad de aceptación que han percibido en nosotros para pedirnos o hacernos sentir culpables y conseguir sus propósitos.

Desequilibrio en las relaciones interpersonales: la otra persona puede, ante tanto perdón y culpa, desarrollar y asumir un rol de superioridad y poder aunque sea de manera inconsciente.

Ansiedad o fobia social: El miedo a no gustar crea ansiedad e intentamos acoplarnos a los pensamientos de los otros. Cuando percibimos, aunque sea erróneamente, que no pensamos lo mismo o que no hacemos lo que el otro prefiere, ya empiezan las disculpas que refuerzan nuestro sentimiento de inferioridad y de nuevo ansiedad social.

Qué hacer antes de pedir perdón

Antes de pedir perdón de forma impulsiva debemos evaluar la situación, ver si lo que está pasando realmente tiene que ver con nuestra culpa o es una mera crítica. Cuenta hasta 10, por ejemplo.

No puedes asumir automáticamente que tienes la culpa de algo y hala, a pedir perdón, porque en esta ocasión pierdes credibilidad y para ti autoestima. No sirve para nada. Hay que hablar. Por ejemplo, hablar de qué le ha molestado al otro y solucionar el conflicto sin culpa y con la intención de resolverlo. Este es el poder de la comunicación.

Tienes que darte cuenta de cuándo pides perdón por inseguridad, por necesidad de aprobación o por culpa. Tenemos que aprender a tolerar la incomodidad que nos produce la inseguridad de no agradar siempre, porque no pasa nada, son nuestros puntos de vista y nuestras actitudes. No se trata de algo solo socialmente establecido. Cada uno opinamos de formas distintas y no por ello somos peores o mejores. Es nuestra opinión. Prueba a no disculparte automáticamente por la culpa o la necesidad de no desagradar y comprueba qué pasa, que seguro que no es lo peor que te puede pasar en la vida.

Así que empieza a valorarte y a dejar de tener miedo. Cuanto más seguro o aparentemente seguro te muestres, más seguro te verán también los demás. Bueno, hay estrategias y comportamientos que podemos practicar para parecer más seguros e influir en la imagen y actitudes que los demás tienen con nosotros.

Así que deja de pedir tanto perdón y empieza a quererte un poquito más. Ah, y siempre que dudes en pedir perdón o mostrar arrepentimiento por algo de forma verdadera y con amor, ten en cuenta que le llegará a la otra persona a no ser que esté invadida de rencor y toxicidad, pero no por no demostrarte que lo acepta, no pienses que no ha sido efectivo. Lo que cuenta es la intención con la que lo has hecho y cómo te sientes tú al hacerlo. Cuando alguien es manipulador y tóxico nunca aceptará nada con realidad, te seguirá haciendo sentir culpable.

Ana M. Ángel Esteban es una psicóloga y sexóloga con consulta en Toledo.