En las terminales de propaganda de la derecha se han activado todos los resortes ante las medidas de ahorro energético del gobierno. Quien ha marcado el tono, una vez más, ha sido la Sra. Ayuso que, con su lenguaje pandillero, ha manifestado su NO a las medidas del gobierno. El objetivo es parar a Sánchez y sus pretensiones de influir en la Unión Europea. Que no se lo crea él ni se lo crean en Bruselas, que son unos cándidos y por eso tenemos los precios más bajos de gasolinas y gasóleos de la Unión. Solo hay que viajar y ver precios en las gasolineras de toda Europa. Así que las pandillas se han movilizado y hasta buenos escritores están escribiendo cosas que en un futuro les avergonzará. Hay que resaltar los fallos de coordinación, los desajustes de las medidas, que parezca algo improvisado, sin pies ni cabeza. Y por supuesto silenciar que el  plan presentado por España es el mejor valorado por algunos medios de comunicación europeos.  

Como ya sabemos éste es uno de esos debates insustanciales en el que ni la racionalidad, ni la solidaridad, ni los compromisos exteriores, ni las circunstancias derivadas de una guerra cuentan. Se impone la frivolidad estúpida. Así que ahí estamos ante el chiste fácil, el ingenio retorcido, al victimismo irredento de unos y de otros, el fango y el barro. Asistimos en España al despliegue del liberal-anarquismo de la derecha norteamericana que hasta el momento había disfrazado. No cumpliremos, se dice en Madrid. Y esa negativa se parece a la insumisión. Y que las medidas las financie el gobierno. Para algunos sectores cualquier  esfuerzo, derivado de  situaciones excepcionales, debe ser financiado por el Estado, es decir por los impuestos de todos, mientras los beneficios son personales e intransferibles. La banca no recuerda sus rescates recientes y se subleva contra medidas extraordinarias y pasajeras. Las energéticas evitan hablar de los llamados beneficios caídos del cielo. Y nosotros no recordaremos a los emprendedores listos que, con los contactos adecuados, ingresaron en sus sacas domésticas, pingües comisiones con el tráfico de mascarillas. En eso consiste el liberal-anarquismo. Y en conceder becas a las familias con los salarios  altos. Y en deteriorar la sanidad pública. Y en potenciar la educación privada. Y en ignorar que en Madrid hay pobres, porque los consejeros de la Comunidad no los ven. Los esfuerzos de Deusto, editando las obras de Ayn Rand, empiezan a dar resultados. Para quienes no sepan de que va la referencia culta, sepan que la novela  “El Manantial” es la favorita de Trump y “La Rebelión del Atlas,” de Mike Pompeo, miembro del ultra conservador “Tea Party”. O para aclarar más, la escritora a cualquier propuesta socialdemócrata la identificaba con el comunismo. ¿Les va sonando ya?

A todo esto el PP se ha subido al carro de alentar la insumisión y al mismo tiempo hablar de negociación. Soplan y sorben a la vez y descuidan uno de los elementos esenciales de la democracia que consiste en cumplir las leyes. Por cierto, los pandilleros no quieren saber nada de que algunas de las medidas promovidas por el gobierno fueran exigidas por el nuevo líder que ensaya, con mediano éxito, su papel de  moderado. Para los pandilleros no rigen las leyes generales. Se mueven según sus propias reglas que elaboran en función de sus intereses momentáneos. No obstante, por si la posición resultara escandalosa, en la retaguardia quedan los magistrados, jueces y fiscales, para torcer el brazo al gobierno.