Capilla Sixtina

El fantasma de la señora Cospedal

19 septiembre, 2017 00:00

Aclaremos el título. La señora Cospedal no es un fantasma. Es una persona real. Tan real que fue presidenta de Castilla-La Mancha, en mala hora, y en la actualidad es ministra de Defensa. No se puede ser más real. Sin embargo, seguidores y detractores manejan ahora su nombre como un fantasma amenazante. Una estantigua que mueven y agitan los suyos con la esperanza incierta de que la señora real, de carne y hueso, se desvíe de sus ambiciones más universales y preste de nuevo su dedicación a un territorio pequeño e ingrato. No debe olvidarse que la única vez que gobernaron la Región durante unos breves cuatro años, la perdieron en un tiempo récord. El PP, que con ella llegó al gobierno, la utiliza como fórmula para amedrentar al actual gobierno, formado por PSOE y Podemos. Y la parte mayoritaria del gobierno actual, o sea, el PSOE, a su vez, emplea idéntico fantasma en su propia confrontación interna, para engatusar incautos, si es que de estos quedan algunos. El PP no quiere aceptar lo que es evidente: carece de candidato para las próximas elecciones. Y en el PSOE esto se sabe.

El PSOE, por su parte, gobernando en un pacto con Podemos, la ha adoptado como fantasma que hay que ahuyentar. Tanto es así que, más que el titular señor Page, el fantasma de la señora Cospedal ocupa el papel protagonista en la campaña de primarias en la que se disputa la Secretaría General Regional del partido. Si gana fulano la Secretaría General, dejan caer unos, volverán los aciagos tiempos de Cospedal. En cambio, si gana zutano no solo no volverá, sino que ni siquiera lo intentará. ¿Se confunden interesadamente churras con  merinas? Fulano, en el imaginario fantasmal construido, actuaría como estímulo en la reencarnación del fantasma, mientras que zutano, por el contrario, serviría como fuerza disuasoria. Es decir, una fantasía falseada: la señora Cospedal no quiere volver a ser candidata a la Comunidad ni por asomo. Cosa distinta es que quiera mantener su territorio partidario a otros efectos. ¿Creen ambas partes eficaz enseñar el mismo fantasma cada uno para su particular propósito? Y los militantes de ambos partidos ¿creen en esos discursos de sus dirigentes, reverso y envés de una misma moneda?

Si nos atenemos al PSOE, en un acto supremo de máxima confusión entre gobierno y partido, entre ficción y realidad, entre intereses personales y objetivos partidarios, bastantes de sus cuadros y gobernantes de diversas instituciones apoyan la mixtura. ¡Mal, muy mal asunto! Creer en fantasmas desemboca en los terrenos de la irracionalidad infantil en la que miedos, supersticiones y fanatismos engendran supeditación y dependencia. El ejercicio adulto de la política desaparece y se reduce a cuestiones de prestidigitación y magia en la que uno o varios fantasmas actúan e interactúan para condicionar comportamientos, votos y hasta el desarrollo interno de las  organizaciones partidarias. ¡Inaudito! Así que si la señora Cospedal, en su dimensión fantasmagórica, sirve tanto para unos como para otros, algo fundamental debe estar fallando en aspectos de funcionamiento partidario. Con el fantasma, el PP atenúa las crisis  que siempre provocan los nombramientos de candidatos. En el PSOE, en cambio, sus dirigentes la utilizan como parte de campaña contra un adversario interno. Resultado: un único fantasma vale tanto para la derecha como para la izquierda. ¡Apañados estamos!

En la lógica de los procesos –últimamente ya casi no creo en un funcionamiento lógico de la lógica- la señora Cospedal no querría ser candidata  a la Presidencia de la Comunidad ni en sus peores sueños. Lo intentó en dos ocasiones  y en la segunda consiguió derribar al PSOE en unas provincias consideradas de derechas. Fue un éxito para ella y para el PP. Pero perdió el poder con idéntica celeridad. Un fracaso de la misma dimensión que el triunfo. Desde aquel poder que ganaron y tan rápido perdieron, los dirigentes del PP viven en la nostalgia  de que el fantasma de la señora Cospedal recupere las instituciones castellano-manchegas. Para el PSOE, impedir que formara gobierno la todopoderosa Cospedal fue un éxito increíble. Y a ese triunfo incuestionable se aferran los diseñadores de la campaña del señor Page para trasladarla a la confrontación interna. El discurso, poco más o menos, sostiene que si el señor Page no gana la Secretaría General del PSOE, volverá rediviva la señora Cospedal. Se unifican, en una confusión sospechosa, partido con gobierno, instituciones con partido y militancia con cargos públicos. Una falacia de consecuencias catastróficas. Qué se lo pregunten a los socialistas franceses.

Los partidos políticos deben de estar por encima de los triunfos y las derrotas de sus candidatos ocasionales. Los militantes deben ser equipos de refuerzo y aprovisionamiento, tanto en las batallas ganadas como en las derrotas. Incluso más en las derrotas porque perder en democracia forma parte de su esencia. Lo que puede ser una tragedia es no disponer de capacidad de reacción para recuperar desde la oposición el poder. Es la obsesión del PP  en Castilla-La Mancha y por lo que invoca el fantasma de la señora Cospedal. ¡Qué viene, qué viene!, sugieren una y otra vez, para darse ánimos a ellos mismos. Bueno, es su problema. Pero que  el PSOE utilice idéntico fantasma resulta dramático. Y, sobre todo, si se emplea en una campaña interna. Una desproporción. Nada tienen que ver los ámbitos de gobierno con los de funcionamiento interno. Deberíamos vivir otros tiempos. Más maduros, más clarificadores, menos falsificados. Los militantes lo merecen.