En un país en el que sobre todo en el ámbito político la palabra dimisión no existe, es una rareza ver a alguien dimitir. Lo suyo es que a uno lo dimitan, empleando el verbo en el mismo sentido que en el comité central del Partido Comunista de Carrillo, según nos contó Jorge Semprún cuando era Federico Sánchez, se empleaba la palabra autocrítica: “- Ahora te vamos a hacer la autocrítica, camarada”.

El de director del Festival de Teatro Clásico de Almagro es un puesto goloso desde la fundación del festival. Solo hay que echar un vistazo a la lista de los que han ejercido el cargo a lo largo de sus cuarenta y cinco ediciones para ver en ella gente con mucho prestigio y largas trayectorias en el mundillo del teatro y ahí están los nombres de Adolfo Marsillach o de Natalia Menéndez, por citar uno de los primeros y otro de los últimos. Por eso ha llamado la atención la dimisión del que ha sido director durante cinco años del festival Ignacio García, cuando el patronato que rige la fundación le ofrecía su continuidad durante un año más.

La verdad es que no se han dado demasiadas explicaciones sobre la dimisión, lo cual es signo de buena educación por las partes, aunque el ciudadano preocupado por saber  cómo se gastan los dineros públicos en la cosa de la cultura se quede con las ganas de saberlo. Lo lógico y natural que aceptamos hoy es que, cuando por un milagro alguien dimite, se vaya dando un portazo y enfile sus pasos directamente a algún programa de televisión de esos en los que lo mismo cabe un divorcio con cuernos que un gestor despechado contra el que  antes con el mismo criterio con que  le contrató, ahora le despide.

Lo único que se ha filtrado sobre el rechazo a continuar como director del festival, ha sido, por una parte, que lo habitual es ser contratado por cinco años, cosa que afectaría sobre todo al interesado y sus aspiraciones de estabilidad, y por otra, la confirmación de  que en la próxima edición del festival, la Compañía Nacional de Teatro Clásico reducirá significativamente su participación. Algo que, uno piensa, si puede repercutir muy negativamente en su calidad.

Y es que, la participación con una programación que ocupe un lugar central de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, es para Almagro algo tan vital como el mantenimiento de su histórico corral de comedias o de su plaza mayor. Sin la CNTC en Almagro, o con su participación reducida con respecto a lo que ha sido la norma a lo largo de su historia nada sería igual. Si a eso se añade que al parecer los rectores del INAEM no han demostrado demasiado entusiasmo en las propuestas del director del festival, uno comprende que Ignacio García, quizás porque sea uno de esos raros  que andan en la farándula, no haya tenido ningún problema de hacer esa rareza, tan poco española, de dimitir.