Quizás porque parecía que todos los datos del año meteorológico estaban en contra, ha sido para muchos, una sorpresa la cosecha de uva de este año. El volumen de vendimia en las tres grandes denominaciones de origen, Mancha, Rioja y Ribera del Duero ha sido calificado como aceptable y ya se sabe que cuando un agricultor reconoce que no le ha ido mal es que la cosa pinta bien. Ya digo, una sorpresa para muchos, pero no para aquellos que llevan desde hace siglos cultivando una planta que se adaptó a estas tierras interiores de la Península Ibérica en los mismos comienzos de la agricultura. La vid tradicional, en los lugares en los que siempre ha crecido, ha respondido como el viticultor que la conoce esperaba. No hay sorpresa.

Se ha convertido en una verdad irrebatible, por no decir un dogma de fe, la proclamación del cambio climático como un proceso inducido por la actividad humana que irremisiblemente afectaría de una manera radical a la agricultura del futuro. Los cambios serían tan drásticos que en un periodo de treinta años toda la vida sobre la tierra estaría vuelta del revés.

Es incontestable que el clima, como la vida, ha cambiado constantemente desde los inicios de la Tierra. Pero lo ha hecho de una manera a veces radical y sin que se pudiera achacar que la actividad humana era el principal factor del cambio. Ahí están las diversas oscilaciones climáticas constatadas desde el cuaternario al siglo XVII, cuando la capacidad humana para incidir de una manera sustancial sobre el cambio climático era ridícula.

Sea como sea, el pesimismo climático se ha impuesto en la mentalidad del hombre común y por eso, ante ese tiempo loco del que todos hablan solo se puede esperar una catástrofe para todos. Es imposible que algo vaya bien y por eso también a la mayoría de la gente, la aceptable cosecha de uva y la previsible calidad del vino le sorprenda.

Las cepas de vid han resistido este año en La Mancha, en La Rioja y en la Ribera del Duero, y eso es decir en la España del vino, han dado su aceptable cosecha y eso, con unos años buenos, otros malos y otros regulares es lo que llevan haciendo en estas tierra desde hace cientos de años: primero nos salvan del pesimismo y de la catástrofe cuando se comprueban los racimos ocultos detrás de los pámpanos, luego, elaborado el vino, nos reafirman en nuestro optimismo y nos rescatan continuamente de los efluvios negativos de los que solo ven nubes negras y apocalipsis climáticos en el horizonte. Bienvenido, vino nuevo.