Aunque la noticia viene arrastrada desde el año 2011 cuando la sociedad que gestionaba la bodega Casalobos se declaró en concurso de acreedores el último intento de vender en subasta el edificio y la parcela de la bodega, no deja de ser una mala noticia reiterada. Siempre que un proyecto empresarial fracasa todos perdemos. Son posibilidades de riqueza y trabajo que se nos escapan y en el medio rural, como es el caso de Picón en Ciudad Real, el dolor es aún mayor. Pero en fin, el fracaso de Casalobos y su modelo de bodega y algo más, que apuesta por vinos de calidad, no es único ni mucho menos.

Lo de las bodegas de diseño, acompañadas de otras actividades como las turísticas, la gastronomía y cualquier otra cosa que se puede añadir al infinito mundo del vino, tuvo su punto álgido hacia principios del siglo. En las más antiguas y prestigiosas denominaciones de origen, como La Rioja y Ribera del Duero, se vio la necesidad de dar una vuelta de tuerca al sector vitivinícola siguiendo los modelos de negocio de lugares como California y Sudáfrica. Buena parte del sector se lanzó a construir edificios emblemáticos firmados por los estudios de arquitectura más prestigiosos y que fueran capaces de simultanear el turismo y la producción de vino a través de conseguir una alta calidad y prestigio en las dos vertientes del negocio.

Y en esto, junto a empresas que llevaban mucho tiempo en el negocio del vino y veían la ineludible necesidad de adaptarse a los gustos del consumidor y a las nuevas perspectivas que marcaban los tiempos, también llegaron gentes que habían descubierto ese mundo y veían el negocio mucho más fácil de lo que en realidad era. Ni unos ni otros se han visto libres del fracaso, y ahí está el grupo Osborne en la comarca de Talavera para certificar que ni la experiencia de producción y comercialización ni la apuesta estratégica que seguro vino avalada por estudios fiables, garantiza el éxito.

Han fracasado apuestas como la de Osborne y otras muy distintas como la de Casalobos, pero que desgraciadamente tienen en común la constatación con la perspectiva de los años, que el sector del vino y las bodegas, por si alguien no lo sabía está en una profunda crisis en la región y en la que desgraciadamente a día de hoy no se cumple, algo que hace unos días el representante de los viticultores pedía para el sector con la vendimia en marcha: “Que todos, viticultores y bodegueros podamos vivir del sector”.

Desgraciadamente, los unos cierran bodegas y los otros se plantean ya empezar a arrancar cepas y poner otro cultivo. Una burbuja de libro aunque, el de la viticultura, como el del teatro sea un mundo permanentemente en crisis.