Vuelve la moderación como virtud política de moda y uno no tiene otra que aplaudir a unos y a otros. Hasta hace un rato lo que se llevaba en España era condenar la cobardía de los políticos de la Transición y reducir aquel periodo a un enjuague en el que el miedo se impuso sobre la justicia. Ahora, gracias a Juanma Moreno y a Andalucía parecen resucitar algunos de esos valores.

Y es que desde la perspectiva de los populismos a izquierda y derecha, la moderación era un valor en baja y se vendían al alza en los mercados del pensamiento cerril los viejos fantasmas de las dos Españas garrote en ristre. Daba la impresión de que la verdad solo podía ser patrimonio de quién más gritara y más radical se mostrara ante el adversario. El bipartidismo era la raíz de todas nuestras desgracias y se denostaba el turno pacífico como un enjuague a espaldas de los ciudadanos. Solo cabía una verdad.

Ahora se vuelve a hablar de consensos y la palabra clave es moderación, como si hubiera pasado la pesadilla. Podemos está reducido al espacio que tradicionalmente  ocupó la izquierda comunista y Vox, la contestación por la derecha, pierde aliento en cada nueva prueba. Parece como si los españoles, con los andaluces como vanguardia,  hayan vuelto a poner de moda aquella expresión de la calle, recogida por Don Benito Pérez Galdós tantas veces sobre la nostalgia de los tiempos de la Restauración en la que gracias al dúo Sagastá-Cánovas afortunadamente no pasaba nunca nada: ¡Benditos tiempos bobos!

Asi que no le extraña a uno que el vicepresidente del Gobierno Regional, José Luis Martínez Guijarro, haya advertido a Paco Núñez que en CLM es Emiliano García-Page quien representa la moderación de Juan Manuel Moreno en Andalucía; algo inaudito, pero que le suena a uno mucho mejor que la música de fondo habitual de los últimos tiempos. Que el adversario político reconozca que se identifica con el programa y el talante del compañero del adversario, aunque sea de otro territorio y con el objetivo de ponerle en un compromiso difícil de resolver, no deja de ser un avance.

Desde que tras la II Guerra Mundial en los países occidentales de Europa se instauró el llamado Estado del Bienestar en paralelo a la recuperación y perfeccionamiento de los sistemas democráticos, a izquierda y derecha las únicas alternativas políticas nacidas del sentido común son aquellas que tienen como base los principios de la socialdemocracia: socialdemócratas de centro izquierda y socialdemócratas de derecha, y en eso estamos.

Eso sí, de vez en cuando es inevitable que la demagogia, la radicalidad y las soluciones fáciles a problemas complejos se abran paso y brote la fiebre en el cuerpo del enfermo. Afortunadamente, después del palo andaluz, parecen volver para todos esos galdosianos “tiempos bobos”, en los que todo es previsible, se impone el sentido común y todos aspiramos a ser tan moderados como Juanma y Emiliano.