Fuera del círculo de muy cafeteros en estas cosas de la conservación del patrimonio, hay pocos que entiendan la pretensión de convertir un edificio de los años sesenta del siglo pasado, como es el de Tresku en Talavera, en un monumento digno de la misma protección, que pongamos por caso la Iglesia Colegial.

Cualquier talaverano estaría de acuerdo en señalar que por la ubicación en que se encuentra es un punto de referencia en la ciudad, su imagen está consolidada en la memoria de unas cuantas generaciones de habitantes y visitantes de la ciudad. En cuanto a calidad y originalidad arquitectónica y artística habría mucho que decir, porque los mismos argumentos se podrían haber aducido hace tan solo unos pocos años para no derribar la antigua Estación de Autobuses y poner en su lugar el complejo que hoy tiene por centro El Corte Inglés.

El de Tresku fue un edificio que desde el principio solo fue aprovechado en su planta baja debido a los problemas estructurales que al parecer tenía y que se juntaron con  diversas desavenencias en la propiedad y su aprovechamiento. Cuando se levantó fue una de tantas obras que llevaban el sello del arquitecto municipal de aquellos tiempos y de los que existen abundantes ejemplos en la ciudad que abarcaban toda la gama en cuanto a calidad y gusto de lo que se llevaba en la época.

Puestos a proteger con alguna figura legal como la de BIC al edificio de Tresku habría que declarar como tal todo el ensanche del Prado comprendido entre el parque del Prado y la avenida de Pío XII, que al fin y al cabo es también una muestra integral del urbanismo de la época, algo que cualquier institución con un mínimo de responsabilidad jamás se plantearía.

El declarar BIC o colocar cualquier carga legal de pretendida protección sobre un edificio como Tresku lo único que provocaría es que si alguna vez hay alguna posibilidad, como la que se planteó de integrarlo en el complejo del Corte Inglés, o que alguien tenga la iniciativa de transformar un edificio muerto en algo vivo esa opción simplemente desaparezca.

Lo mejor que le puede suceder al pretendido monumento de Tresku y a la ciudad de Talavera es que alguien emprenda la tarea de renovar ese edificio, de darle vida, de cambiarlo radicalmente si es necesario, sin que se encuentre con una montaña de impedimentos legales que lo hagan imposible.

Seguro que la normativa urbanística vigente hoy en Talavera es más que suficiente para asegurar que lo que allí se levanta de nuevo o se modifica puede mejorar lo existente. Lo de monumento en peligro de Hispania Nostra a uno, ya digo, le parece una broma.