Tengo la idea metida en la cabeza de que Benito Díaz Díaz ya había tratado este asesinato, producido en las inmediaciones de Talavera de la Reina en julio de 1939, aunque ni mucho menos con la profundidad del estudio presente. Desde luego, muchas cosas son nuevas ahora para mí después de que el autor haya realizado una exhaustiva investigación de diversos procesos judiciales sobre el caso que se alargaron durante una década.

Lo primero que queda debidamente probado es que las muertes del comandante Isaac Gabaldón, su hija Pilar y el conductor José Luis Díez fueron tres asesinatos realizados de manera no planificada y por una casualidad, debido a las circunstancias, por tres jóvenes comunistas que desde Madrid se dirigieron a Oropesa con la intención de cometer un atraco que financiaría el soborno de algún funcionario de prisiones para obtener la libertad de uno de los dirigentes de las JSU. El coche del comandante, que venía de Oropesa en visita privada y fuera de servicio, se cruzó aquella noche en el camino de los tres asesinos y los acontecimientos se desencadenaron trágicamente. A cualquier otro militar le podría haber tocado.

El hecho de que el comandante Gabaldón hubiera estado destinado como capitán en Talavera durante la II República con fuerte contestación en la ciudad por las formaciones de izquierda y los sindicatos por su tendencia al autoritarismo y a la mano dura, desató la teoría de una acción perfectamente planificada por la incipiente guerrilla urbana con un objetivo claro. Luego, la propia familia alentó la teoría de la conspiración dentro del entorno profesional del militar y la madeja se enredó en una serie de procesos que se alargaron durante diez años. Unos y otros contribuyeron con sus actuaciones, sospechas y rumores a que lo que fue un asesinato sin planificar y efectuado por un grupo, que fuera de su militancia comunista, no tenía detrás unas directrices concretas de actuación, se convirtiera en un presunto misterio en que todo el mundo aportaba presuntos objetivos ocultos de amigos y enemigos.

No hay que olvidar que los asesinatos se produjeron a finales de julio de 1939, apenas a tres meses del final oficial de la Guerra Civil, y desataron una espiral de represalias por el régimen, que en las siguientes semanas fusilaría además de los autores materiales y algunas personas que habían tenido contacto con ellos, muchos de ellos sin sospechar que acabarían cometiendo esos asesinatos. Un grupo de más de 67 jóvenes que se encontraba en prisión, entre las que se contaban las denominadas Trece Rosas fueron fusiladas, claramente en respuesta.

Benito Díaz, con las actas de los diversos procesos conservados en el Archivo General e Histórico de Defensa, como documentos fundamentales y su conocimiento de la época en Talavera, deja meridianamente clara unos sucesos que desde el principio hasta ahora han estado rodeados de misterios y sospechas.

Un entretenido y documentado trabajo que gustará a los profesionales y a los simplemente amantes de la Historia.

Benito Díaz Díaz. El asesinato del comandante Gabaldón. Conspiración, bulos y fusilamiento de las Trece Rosas. Almud Ediciones. Biblioteca Añil, 2020. 132 páginas.