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Marcel Schwob en el "Journal littéraire" de Léautaud. Nuevas ediciones españolas

1 julio, 2017 00:00

En los últimos años han  aparecido nuevas ediciones en español de la obra de Marcel Schwob. Es el caso de la editorial Páginas de Espuma con la recopilación de sus Cuentos completos con traducción de Mauro Armiño, muy recomendable, que se añade a los ensayos sobre poética y teoría de la ficción que ya comenté aquí. También Alianza Editorial ha emprendido el mismo camino en su colección "El libro de Bolsillo", con traducciones de Antonio Álvarez de la Rosa y por delante Vidas imaginarias, la obra quizá más emblemática del escritor que sin duda mayor influjo tuvo sobre toda la obra de Jorge Luis Borges. Además en 2013, la ovetense KRK Ediciones añadía las crónicas periodísticas, escritas por Marcel Schwob entre 1894 y 1904, bajo el título de Cartas parisinas,  para Le Phare de la Loire y Le Petit Phare, los dos diarios de Nantes propiedad de su familia y que dirigieron, primero su padre y luego su hermano Maurice.

Hace ya un tiempo dediqué a Marcel Schwob unas páginas de este blog en las que traducía algunas de las referencias que Paul Léautaud hacía de él en su célebre Journal Littéraire del que sólo hace unos meses la editorial Fuentetaja proporcionaba al lector español una traducción de la selección de Pascal Pía y Maurice Guyot, de mil páginas, de las aproximadamente siete mil, que componen los diecinueve tomos originales. Ahí va de nuevo actualizado.

Marcel Schwob (Chaville, Francia, 1867-París 1905), no demasiado conocido en España a pesar de que en los últimos años María José Hernández Guerrero le ha dedicado su estudio “Marcel Schwob: escritor y traductor “(2002), y Francisco García Jurado otro titulado “Marcel Schwob. Antiguos imaginarios”(2006), fue autor de libros como El libro de Monelle y La cruzada de los niños, ensayos , como Espicilegio y colecciones de cuentos, Corazón  doble, El rey de la máscara de oro y Vidas imaginarias. Su obra, sin embargo, ha tenido en las letras hispanas una influencia y repercusión mucho mayor que la difusión y el conocimiento de su propia obra entre el público lector. Cristian Crusat, autor de la introducción de esta recopilación de ensayos y críticas, entre los que se incluyen una entrevista, dedicados a exponer las claves de su poética literaria, señala cuatro hitos claves de esa influencia como su mejor carta de presentación: Retratos reales e imaginarios de Alfonso Reyes, Historia universal de la infamia de Jorge Luis Borges, La sinagoga de los iconoclastas de Juan Rodolfo Wilcock y La literatura nazi en América de Roberto Bolaño. Cuatro autores a los que habría que agregar otros como Joan Perucho, Juan José Arreola, Antonio Tabucchi… uno añadiría a Cunqueiro, en el que la influencia de sus Vidas imaginarias y su particular concepto de “biografía literaria” impregna toda su obra.

Crítico y traductor, apoyado en una memoria prodigiosa y una erudición enciclopédica, fue  todo un personaje del París literario que retrató Paul Léautaud en su Journal littéraire y que como complemento de la lectura de El deseo de lo único, he revisitado en estos días y comparto con el lector habitual en este bloc, que no blog de lecturas, en traducción propia, de la que uno se declara desde este momento como el único responsable de sus errores. Ahí van unos cuantos fragmentos escogidos del famoso Journal de Léautaud, sobre Marcel Schwob, su mujer, la actriz Marguerite Moreno, y el propio Paul Léautaud:

“En casa de Schwob por primera vez después de una invitación en respuesta al envío del 'Petit Ami'. Un individuo encantador con un rostro curioso. Se parece a Napoleón. Infinitamente instruido lo sabe todo y siempre sencillo, nunca pedante. Uno es introducido por un criado chino, que añade un tono de elegancia muy fino a esta casa, grande, clara y silenciosa. En la antecámara he visto un monito saltando en otra habitación vecina. Cumplidos con Schwob. Luego viene Moreno, acogedora como si fuese un compañero de siempre. Llega no sé qué miembro de la Academia de Inscripciones, alto, flaco, larga barba rubia, quevedos, que conozco por encontrarle a menudo en la calle de Richelieu, entrando en la Nacional. Luego otro visitante. Se habla de la tiara de Saïtapharnes. Schwob se va a buscar a la habitación de al lado un cofre que parece renacimiento, en plata, ricamente cincelado, comprado por él en Niza, creo. Lo pasa a cada uno de nosotros. Se examina, se admira, se habla sobre ello. Luego Schwob pone el cofre sobre la chimenea. Llegan otras gentes. José de Charmoy, todo un joven, autor del monumento a Baudelaire, rostro afeitado, pálido y moreno, muy de andares y gestos renacimiento, con su mujer, deliciosa como una niña de catorce años. Luego otro montón de gente… en ese momento Moreno ve el cofre sobre la chimenea: '¡Marcel! ¡Cómo dejas este cofre ahí!... ¿estás loco?... No se sabe nunca quién viene por aquí'. Y desaparece a continuación llevándolo a un lugar seguro…” (22 de marzo de1903, páginas 40-41).

“Esta noche escuchando a Moreno en Aricie, yo lloraba por lo bajo” (15 de abril de 1900, página 22).

Schwob.- Pequeño, encorvado, pálido o amarillo según los días. Los ojos blancos de tan brillantes. Un cierto parecido a Napoleón. Se dice de él morfinómano y eterómano. Se habla también de sus relaciones con el chino que le sirve como criado. Le conocía ya de vista. La primera vez cuando vivía en la calle de la Université, una mañana, yendo  al estudio, desembocando en la calle Bonaparte sobre el muelle Malaquais, con un abrigo de pieles, fresco, afeitado y cubierto el rostro de polvo de arroz. Otra vez en los muelles de los libres de viejo, tocado por un sombreo melón enorme con su perrito Flossie en los brazos…

Yo conocía a Mlle Moreno, por haberla visto a menudo en los pasillos del teatro cuando ella estaba en la Comédie. La había visto varias veces, hace algunos años, cuando yo iba a casa de mi padre a Courbevoie y ella tomaba el tren con Mendes para ir a su casa de Saint-Germain. Ella me contó un día lo fácil que le era hacer acudir a cualquier lugar a Mendes mediante una carta de mujer, un juego con el que se divertía continuamente. Ella le escribía, disimulando su caligrafía, una carta de una supuesta admiradora, que feliz por conocerle, le esperaría tal día, a tal hora, en tal lugar, en un coche de alquiler, que podría reconocer por determinada particularidad. Nunca falló. Una y otra vez acudía a la cita. Se abría la  puerta del simón y aparecía, una y otra vez Mlle Moreno: '¡Eh! Idiota ¡soy yo!...' Mendes acababa generalmente sus noches en la brasserie del cruce de Châteaudun. Frecuentes escenas entre los dos amantes. Mendes a veces un poco ebrio, y una tarde, a la salida, tirándola al suelo y mientras tenía la cara en el arroyo diciéndole: 'Abraza a tu hermano, el lodo'. Es, a él, por cierto, a quien debe su maravillosa forma de decir los versos.

Se la tiene por fea. Pero no se puede ser fea con una cara tan expresiva. Los ojos, la nariz, la  boca están llenos de espíritu. Lo tiene, como raramente lo tiene una mujer. Es la malicia y la sátira femeninas personificadas, con algo excesivamente simple de camarada y de granuja al mismo tiempo.

Decía el otro día de una dama que tiene las piernas un poco torcidas: “tiene las piernas estilo Henri II”  (Lunes, 4 de enero de 1904, páginas 54-55).

Con la MorenoLéautaud mantendrá una relación muy especial aunque la timidez del joven Paul le impidiera dar un paso más allá de lo que las quejas conyugales de la Moreno le daban a entender: “Una de la mañana. He ido a ver a Moreno en su camerino a las once, después de su actuación en La Sorcière. Ha hablado mucho de Schwob. Moreno amargada por este sujeto, Schwob neurasténico diabólico, exigente, enfermo imaginario, haciendo continuas escenas y cuando se da cuenta de que sólo él tiene la culpa, poniéndose a llorar. Moreno me contaba lo poco idílico que encuentra eso y cómo sueña con pena que esto no tenga fin". “Más tarde me es igual. Es ahora cuando me interesa. Cuando no pueda hacer el amor, esto se habrá acabado. Me retiraré. Daré lecciones… es ella la que mantiene la casa y paga todo. Schwob no se ocupa de nada, y cuando tiene necesidad de mil francos es ella quien los encuentra". “No importaría si al menos una tuviera alguna compensación, pero estamos muy lejos de eso”. “He sacrificado mi juventud, mi amor al lujo, la coquetería, hasta mi amor al amor. No es a los sesenta años cuando necesitaré hacer el amor ¿No es eso? ¿Veamos Léautaud? ¿Qué tengo que hacer? Deme un consejo”  (Sábado 23 de enero de 1904, páginas 59-60).

“Vuelvo a ver a Moreno en su camerino, conversación casi idéntica a las anteriores: Schwob, ella y sus gustos. La acompaño hasta la puerta. Me quedo allí a escucharla, siempre sobre lo mismo: el amor, todo lo que le falta, lo que haría en su lugar, una buena media hora. Ciertamente hago el papel del bobo, como todos los tímidos. Me quedo escuchando sin decir palabra. Se me diría, si yo lo contase, palabras insinuantes, avances. Completando nuestra cierta intimidad cuando  voy a buscarla al teatro se viste y desviste delante de mí sin el menor empacho, de la manera más natural hasta encontrarse casi desnuda. ¿Qué respondería? ¿Qué respondería yo? Atraído por el amor. Pienso en otras cosas y mi timidez hace el resto, el miedo de equivocarme, el embarazo en el que me encontraría. Y no solamente el embarazo: el ridículo” (Sábado, 6 de febrero de 1904, página 60).

“Cena en casa de Schwob, con Moreno, Schwob acostado, Moreno y yo en una mesita delante de la chimenea. Moreno debía contarme algunas historias sobre la Comédie Française. A las 9 y 20 partida para el teatro. Schwob, fatigado, prefiere quedarse solo. Yo  voy con Moreno y paso la velada en su camerino… Encantadora intimidad. Ella se viste y desviste delante de mí. Como la otra tarde, sentada frente al espejo de maquillaje, tenía su cara, el cuello desnudo, sus senos libres y visibles. Raramente he visto tal expresión de fineza en un rostro de mujer. Lo asombroso con ella es que para ser una comedianta no tiene nada de teatrera. Una naturalidad que parece de los chicos de la calle… Después de cenar en el momento de partir, Schwob constata que tiene fiebre, 37,3, pero añade con un tono gimiente: 'Tengo mucho más que eso'. Inmediatamente en su habitación, Moreno esboza una especie de can can diciéndome: ¡Ha visto usted el golpe de fiebre! Riendo, y, a todo esto, delante de su criada.

Me gustaría saber que hay de cierto debajo de ciertas palabras de Moreno, cuando se queja de su falta de placer, de su falta de amor… y también: toda su libertad de gestos y de etiqueta conmigo. Esto tres tardes seguidas que he pasado en su camerino y tres tardes seguidas en las que ha hecho lo mismo. Alguien más osado que yo, no lo dudaría más” (Miércoles 10 de febrero de 1904, páginas 61-62).

Cuando se publiquen los diarios correspondientes a estos años, reaparecerá Marguerite Moreno que protestará por la narración implacable de Léautaud: “Ella es mucho más conocida hoy (1946) que lo era en aquella época: todos sus papeles en el cine, su gran triunfo como en “La Folle de Chaillot”, sus conferencias, sus intervenciones en la radio. No es el lector del Mercure en la lejana provincia quien estará interesado en verla como uno de los personajes de estas páginas de mi Journal. ¿Indelicado de mi parte? ¿Impropio de un hombre galante? Sí, sin duda. Lo uno y lo otro me es absolutamente igual. Puede que ella proteste y diga que no hay una sola palabra de verdad. Nadie la creerá. Si se dirige directamente a mí, tengo mi respuesta. Tenemos la misma edad: 75 años. Estamos en nuestro año septuagésimo sexto. Lo que cuento pasó en 1904. Hace 42 años. Yo le diría: “Querida señora todo eso está muy lejos. Somos, un viejo señor y una vieja dama. Todo eso pasó hace mucho tiempo. No hay razón para buscarnos las cosquillas” (Martes 10 de diciembre de 1946, páginas 805-806).

“Ya he escrito mi respuesta a Moreno, por si ella protesta con la publicación del próximo fragmento del Journal en Le Mercure (Lunes 6 de enero de 1947, página 815). 

“Cena en casa de Schwob, sin Moreno, a la que he visto apenas una hora, y que va a cenar en casa de Bernheim, de Bellas Artes. Se ha convertido en algo habitual que cuando Moreno cena con alguien se me invite a mí para que Schwob esté acompañado… He cenado en casa de Schwob sin Moreno, que se ha ido a las 8 a casa de Bernheim.

Schwob acostado en su lugar habitual, el gran espejo encima de la cabecera de su cama, rodeado de mesitas cargadas de libros en el pequeño salón" (Sábado 16 de abril de 1904, páginas 65-66).

“Hemos hablado de Schwob. Valery ha dicho una frase de exquisita y delicada justicia: “Cuando pienso en Schwob, siento deseo de decir: Monsieur Marcel Schwob, experto. Yo lo pondría en mi reseña" (Sábado 11 de junio de 1904, página 70).

El 27 de febrero de 1905 Léautaud llevará a cabo una de sus más célebres faenas de “fossoyeur” (enterrador), según la denominación que utilizaba Pierre Dominique en el Dictionnaire des Contemporains du Crapouillot y que recoge el propio Léautaud. (Domingo 29 de octubre de 1950, página 855). Ahí va un mínimo fragmento de las memorables páginas dedicadas a la muerte de Marcel Schwob:  “Cuando estaba en la puerta de salida pregunto a Théry si había visto a Schwob. Me dice que no. Le digo que yo querría verle por última vez. Vuelve a entrar al salón a decir mi deseo a Maurice Schwob, que me dice: '¿De verdad quiere usted verle? Es una penosa impresión ¿no se arrepentirá usted de recordarle así?... –No, no', le dije. Me abrió la puerta del dormitorio de Moreno. Entré, y allí vi a Schwob tendido, la cabeza solo descubierta, la cara muy amarilla, la boca un poco plegada, un poco de barba comenzaba a oscurecer su mentón, los ojos todavía abiertos, congelados, apagados y fijos. Maurice Schwob, nos ha dicho que no había medio de cerrarlos… Fue el viernes 24, cuando cayó tanta nieve. Marie le había contestado que debía ser el tiempo, que nevaba. '¡Ah! Nieva', respondió Schwob. '¡Ah! Me tranquilizas Marie.' Había cogido inquina a su chino, no quería verle ni que se acercara a él, 'ese individuo que me martiriza', decía. Todo, porque Ting no dejaba de decir al médico las  veces que se había inyectado morfina tal día. Porque esa era una de las causas de su debilitamiento, así como también de sus momentos de vida, de vivacidad, de ingenio, de brillantez que tenía. Su hermano mismo me lo ha dicho. Antes de ir a su curso sobre Villon se metía un pinchazo. 'Cuando se le veía brillante es que se había metido un pico. Si volvías a verle una hora después veías el cambio. Pagaba su hora o sus dos horas de vida, de inteligencia'. Había comenzado a inyectarse al principio de la enfermedad para apaciguar su sufrimiento, luego, enseguida, para darse un poco de vida, un poco de energía. Eso, al parecer le había hundido el corazón y la menor indisposición se convertía para él en algo muy peligroso. Sin embargo, él no se creía que se iba a morir. Pensaba por el contrario que saldría de esta. Había estado igual de enfermo hace años en Samoa…" (Páginas 82-83).

Por último un apunte crítico, en el que Léautaud, con la perspectiva del tiempo decantado sobre la obra de Schwob escribe sobre ella comparándola con la de André Suares y André Maurois: “No he podido ver nunca en Suares un 'gran escritor'. Es un 'preciosista' en el vocabulario a menudo rebuscado hasta el exceso. Es también, literariamente, el judío por excelencia: no ha escrito nada más que a través de otros sobre otros. Como Schwob, como Maurois. Asimiladores, disociadores, grandes analistas. En Suares puede haber gran imaginación hasta el romanticismo. Gentes que se encuentran dentro de otras” (Martes 6 de enero de 1948, página 831). 

Reseñas

Marcel Schwob. “El deseo de lo único. Teoría de la ficción”. Editorial Páginas de espuma, 2012. Edición de Cristian Crusat. Traducción de Cristian Crusat y Rocío Rosa. 312 páginas. 21€.

Paul Léautaud. “Journal Littéraire.” Choix de pages par Pascal Pía et Maurice Guyot, preface de Pierre Perret. Editorial Mercure de France, 1998. 936 páginas. Edición española en Fuentetaja, 2017.

Marcel Schwob. “Cuentos completos”. Traducción de Mauro Armiño. Editorial Páginas de Espuma, 2016. 784 páginas 35€.

Marcel Schwob. “Cartas parisinas”. Prólogo de Bernardo Fernández Pérez. Traducción de Miguel Ángel López Vázquez y Ángeles González Fuentes. KRK ediciones, 2013. 418 páginas. Biblioteca Municipal José Hierro de Talavera de la Reina.

Marcel Schwob. "Vidas imaginarias". Traducción y presentación de Antonio Álvarez de la Rosa. Alianza Editorial, El libro de bolsillo. 2017. 166 páginas. 9,20€.