Hace un par de semanas tuve la oportunidad de volver a visitar el yacimiento de Guarrazar, en Guadamur, muy cerca de Toledo. Un yacimiento tan espectacular como desconocido. Y es que todos conocemos -más o menos- la historia de cómo se encontraron por casualidad veintitantas coronas visigodas, de cómo se trocearon y malvendieron… pero poco más. ¿Me equivoco, querido lector?
Guarrazar bien merece una visita. Entre otras cosas, porque es “un yacimiento arqueológico fundamental para el conocimiento de la historia del reino visigodo de Toledo, en el que se están descubriendo los restos de grandes edificios que formaron parte de un complejo monástico-palacial vinculado a los reyes visigodos”, Tal y como explica su responsable, Juan Manuel Rojas.
Ya va siendo hora de que Toledo deje de dar la espalda a su herencia visigoda. La que fuera capital del reino visigodo poco tiene que enseñar hoy de lo que fue y de cómo fue, más allá de un espectáculo en el Puy du Fou (de Vega Baja mejor ni hablamos).
Pero es que, además, Guarrazar necesita visitas para poder seguir enseñándonos nuestra historia, esa herencia cultural que debemos legar a las generaciones futuras. Mantener nuestro patrimonio cuesta, aunque nuestra Administración regional parece que aún no se ha dado cuenta…
En estos días en los que el robo de las joyas de Napoleón III del Louvre ha puesto el foco de la actualidad en lo vulnerable que es nuestro patrimonio, no puedo dejar escapar la ocasión para recordar que poco se puede cuidar lo que no se conoce. Hoy nos escandalizamos de estos vecinos de Guadamur que trocaron y vendieron el tesoro escondido para sacarse unos reales con los que saciar el hambre, pero ¿qué pensarán de nosotros dentro de 200 años? ¿Qué hicimos por ese tesoro escondido que es Guarrazar? Se verá.