George Orwell vino a España a luchar contra el fascismo, aunque descubrió lo que era el comunismo. La larga mano de Stalin movía los hilos de su política neurótica en España con independencia de la guerra que se libraba contra el fascismo. Pero Orwell no era un periodista cualquiera. Disponía de una gran capacidad de observación, de una habilidad envidiable para discernir los acontecimientos que se producían a su alrededor y poseía una voz única para combatir lo que no le gustaba. Lo que supo muy pronto es que el lenguaje resulta fundamental para acceder y mantener el poder ya que a través de él resulta más fácil controlar a los grupos humanos. Lo reflejaría en la antológica novela 1984. El dictador sabe que, para controlar todo tipo de revueltas, hay que inventar una neolengua en la que las palabras conocidas pierdan sus significados tradicionales. Se destruyen las palabras a la vez que se destruyen las posibilidades de entendimiento y diálogo.

La derecha, en su afán de demolición de lo que no controla, no solo resquebraja las instituciones, véase el uso partidario de la justicia, el acoso contra la Fiscalía General del Estado o el uso disparatado que está haciendo del Senado, donde disponen de mayoría absoluta. Lo que el artículo 69 de la Constitución en su apartado 1 define como Cámara de representación territorial se ha convertido en Cámara de investigación permanente, en una Cámara para ajustar cuentas a un gobierno que no es el suyo. Cuando este tiempo pase, habrá que montar piedra a piedra una institución que en sus orígenes nunca tuvo un destino claro. Pero no contentos con los desmontajes institucionales, se han puesto a inventar su particular neolengua. Han traído a Orwell a la calle Génova para que les descubra los secretos de su novela '1984' y les explique cómo hacer que la mentira parezca verdad y que la verdad deje de tener valor ético o moral alguno. Y así han lanzado su última versión de la mentira como forma de argumentar. "La mentira no es ilegal", han expresado sin ningún rubor. ¿Qué significa eso? ¿Mentir puede servir para que un juez amigo enjuicie al Fiscal General del Estado, cuestionando en el proceso el valor de la institución? Si mentir no es ilegal, puede servir para que el espacio sideral que existía entre verdad y mentira se convierta en un territorio resbaladizo en el que se emplee la mentira calculadamente elaborada para difuminar la verdad y, por ende, la realidad. Asumida la idea de que la mentira no es ilegal, se anula el antiguo significado de las palabras y se les proporciona un nuevo. Lo que venga a continuación solo será ruido, imposibilidad de encuentro, desafección de los ciudadanos que ya no entienden lo que antes entendían. Las sociedades se cierran en sí mismas y pierden todo sentido de proyecto colectivo. El otro invento que han planteado al Orwell de la novela '1984' es el empleo de las canas como elemento de predicción de la realidad. Si alguien sabe, porque ha vivido muchos años –tiene canas– cómo se comportaron los hechos en otras ocasiones, el esquema se extiende a todas las actuaciones previsibles y se deduce lo que se quiera deducir. En este caso, que el Fiscal General del Estado había actuado al servicio de alguien que no se enuncia, pero se presume. Y esto se convierte en delito que un juez adicto a la causa convierte en un caso de investigación general. Habrá que esperar para comprobar hasta dónde el veneno de la neolengua de la derecha ha contaminado a algunas de las instituciones esenciales de la convivencia, como puede ser la Justicia.