La mujer cuyo feto fue hallado en un congelador en Alberche del Caudillo, en Toledo, ha ingresado en prisión provisional, al igual que su pareja, tras ser acusados de forma inicial de un presunto delito de asesinato. Ambos pasaron a disposición judicial el 12 de septiembre en Talavera de la Reina, donde el juez decretó prisión comunicada y sin fianza.
El caso se destapó cuando la madre de la acusada alertó a los servicios sociales, que a su vez informaron a la Guardia Civil. Según la Junta de Castilla-La Mancha, la mujer se encontraba en una situación de riesgo debido a sus adicciones, estaba siendo atendida por servicios sociales y tres de sus cuatro hijos tienen medidas de protección, mientras que el menor está bajo tutela y en proceso de adopción.
La vida es, a veces, paradójica y no puede entenderse sin un pequeño gran salto que va más allá de la razón; solo desde un lugar distinto al de nuestras propias fuerzas podemos llegar a comprender cómo pueden suceder cosas así. Comprender, tampoco: quizá desde la fe podamos suspender el juicio y confiar en un plan que nos excede. A lo mejor eso, y ya es mucho.
La mujer metió a su hijo recién nacido en un congelador. ¿Dónde está la naturaleza cuando más se la necesita? ¿Por qué los gritos de ese pequeño no despertaron a alguien? ¿Qué demonio tiene en el alma el hombre que asistió al parto a su lado? ¿Y cómo es posible que una mujer con ese historial, víctima de todo tipo de adicciones, no fuera monitorizada al minuto en la fase final de su embarazo?
Ha dicho la consejera de Bienestar Social que los servicios sociales estaban a la espera de que el bebé naciese para poder actuar de "manera inmediata". Se ha lamentado de que la mujer no fuese a dar a luz a un hospital: "Las circunstancias se han dado de otra manera. No ha acudido a un centro sanitario que es donde podríamos detectar el nacimiento del bebé y, por tanto, el desenlace ha sido el que ha sido".
Las circunstancias no se dan solas: se pueden provocar, se puede actuar sobre ellas. Hay desenlaces que no son inevitables. Joder.
Tengo más preguntas que me duelen: ¿cuántos niños hay en vientres enfermos, adictos, desvalidos? ¿Cuántas familias avanzan rotas, dominadas por la violencia, solas? Sé que hay personas extraordinarias trabajando en los servicios sociales, que se dejan la piel siguiendo casos así, tratando de poner mil ojos allí donde nadie quiere vivir, en el extrarradio de nuestras convicciones morales.
Pero hace falta más. Es ahí donde la administración debe redoblar los esfuerzos y triplicar los presupuestos. Hace falta hacer más para llevar la luz a esos barrios apartados de nuestros pueblos, a esos callejones donde nadie quiere mirar, a esas vidas que a nadie parecen importar.
Hace falta hacer más.
Porque hay un niño cuyos gritos nadie pudo escuchar.
Joder.