Una de las mejores maneras de entender la realidad es hacerse preguntas. Llevamos haciéndolo toda la vida. ¿Qué ocurrirá si froto estas dos ramitas?, ¿querrá esa mujer tener hijos conmigo?, ¿por qué mi hijo tiene que morirse?, ¿realmente hemos nacido para acabar podridos bajo la tierra?

Y así podríamos seguir todo el día.

Preguntar nos hace crecer, satisface los deseos que llevamos en el corazón y desvela, con el tiempo, algunos de los misterios que se nos presentan. Sin embargo, son precisamente las preguntas sin una respuesta clara las que más nos hacen prosperar. Las que nos ayudan a convivir con la incertidumbre, a lidiar con las heridas, a aceptar con grandeza las infinitas limitaciones de nuestra pequeñez.

Así sucede con el caso de José Manuel Lomas, un librero de Ciudad Real, ya jubilado, que fue condenado en 2024 a seis años y tres meses de prisión por matar de dos disparos a un ladrón que irrumpió en su finca en 2021. El Tribunal Superior de Justicia de Castilla-La Mancha redujo después la pena a nueve meses y cuatro días, al considerar que actuó en legítima defensa, aunque de forma desproporcionada.

El agresor era un hombre con antecedentes penales que irrumpió en la casa de José Manuel con una motosierra. Aterrorizado, el viejo librero la emprendió a tiros.

¿Y qué hubiera hecho yo?

Es la única pregunta posible. Claro que si nos ponemos a meditar, probablemente concluyamos que lo mejor hubiera sido fijarse en que la motosierra estaba apagada. Esconderse y llamar al 112, quizá, o salir corriendo, qué sé yo. Pero es mi casa, qué coño, quién es ese sujeto para irrumpir en la propiedad que con tanto esfuerzo he conseguido tener en el atardecer de mi vida. Y tengo una escopeta a mano, así que me sale el instinto de protección, ese algo salvaje que el estado del bienestar aún no ha logrado domesticar. Y disparo. Y un hombre muere.

El día después debió ser muy duro. Aunque menos que el siguiente. El tribunal entendió que José Manuel actuó de forma “drástica” y sin contemplar otras opciones. Otras opciones, claro. Otr… ¡pero es que tengo a un señor con una motosierra en el salón! El lado salvaje, otra vez, el sentido de propiedad, el hombre amenazado. Cuando tienes que decidir, en medio de ese huracán de dilemas, con la propia vida en juego, no es tan fácil eso de contemplar opciones.

José Manuel ha cosechado desde entonces apoyos ciudadanos, ha habido manifestaciones e incluso peticiones de indulto. Ahora su abogado ha iniciado una recogida de fondos en internet con la que pretende recaudar 80.000 euros que sirvan para pagar la indemnización y el tratamiento psicológico al que su cliente tiene que someterse debido al trastorno delirante paranoide que sufre y que le hace vivir con miedo constante. En apenas unos días, ya han conseguido el 70% del dinero.

La muerte no es una película de Bruce Willis, es un señor con una motosierra apagada en el salón de mi casa. Y tengo un arma a mano. ¿Qué hago?

No lo sé, esa es la verdad, esa es la respuesta que me permite acoger con paz la incertidumbre, abrazar con serenidad el hecho de que yo también podría ser esa persona que dispara. O no.