Albacete nunca defrauda y cada visita es como una aventura por descifrar. Tanto me gusta que alargo las estancias de manera natural y dejo siempre cuestiones pendientes para el siguiente viaje. En esta ocasión, me trajeron acá los toros y el teatro, una combinación perfecta en tanto que el ruedo es el teatro de los sueños y las tablas, el sacrificio y la entrega. Si el homenaje a Samuel Flores que rindió el Capítulo de Albacete de la Fundación del Toro de Lidia fue soberbio, la gala de Amithe (Asociación de Amigos de los Teatros Históricos) fue antológica, memorable, para volverla a pasar por el corazón y la cabeza las veces que haga falta.

Para empezar, me permitió conocer a todo un señor, caballero o dandy de la escena europea. Josep María Flotats es el actor vivo español probablemente más laureado. En su palmarés, habita incluso la Legión de Honor, que es la mayor de las distinciones que otorga la República Francesa. Compartir con él unas horas mientras contaba cómo Mitterrand lo llamaba por su nombre propio y le sermoneaba directamente sin papel alguno, me pareció delicioso. Tiene Flotats un encanto natural discreto que mece a su interlocutor sin saberlo. Su palabra, dicción y maneras son de otro tiempo, otra época, otra fascinación. "Es de otra liga", como me decía Galiacho. Y tiene razón. Pocas veces he visto a una persona con tanta pasión educada en el paso de los años. Creo que podría ser cualquiera de los sabios de la Ilustración que tanto trabajó durante la estancia en su amada Francia. El discurso que pronunció al recibir el máximo galardón de Amithe -un premio que tienen todos los grandes del teatro español- fue antológico. Echó mano de la carta de su maestro Louis Jouvet a un joven actor de teatro. Y la noche fue seda, blonda y miel entre los arcos del Teatro Circo.

Manuel Galiana estrenó El lector de Galdós, la obra que Javier López Galiacho escribió en pandemia recordando al que es, sin duda, mejor novelista español tras Cervantes. De Galiacho ya lo hemos dicho todo… Albacete le inunda cuerpo, cabeza y corazón, mientras que su formación humanística lo ha elevado a la estatura de un gigante de la Mancha. Tiene además a Juan Luis como hermano, viejo lobo del periodismo que fascina donde va. Incluso jóvenes muchachas le piden autógrafos y se hacen fotos con él. Es el último de Filipinas y ahora se las trae tiesas en las televisiones con las fotos de Leonor. Juntos son los Dalton de la Mancha y me honran con su amistad. Javier se ha convertido en un galdosiano de referencia. Su Lector es el conocimiento preciso y exacto de un autor que conoció como pocos el alma de España. Galiana era el hombre. Cuando leí el manuscrito, pensaba en él sobre las tablas. Y el estreno nacional del pasado viernes nos puso en lo cierto. A sus ochenta y tantos años, demostró que está en plena forma y vimos un Galdós completo frente a nosotros, que piensa, evoca y llora. Don Benito medio ciego, dándole clases magistrales a un lector, que era el bisabuelo del propio Galiacho. La noche fue mágica en compañía de buenos amigos. Dario Regattieri además, un auténtico descubrimiento que emerge de los pilares de la tierra europea para convertirse en grandísimo productor teatral.

Albacete, hasta la próxima, que será pronto. Cuando Azorín vislumbró desde el tren aquel Nueva York de la Mancha, no sabía aún cuánta razón tenía.