El paleontólogo Francisco Ortega se confiesa, como Broncano, adicto a la página embalses.net. Vive con la vista puesta en el pantano de Buendía, a ver si baja el nivel del agua y se abre ese libro infinito al que suelen acceder por el lomo.
En una visita reciente a Toledo, invitado por la asociación Ciencia a la Carta, hablaba de los dinosaurios que vivieron durante el Cretácico Superior en las actuales provincias de Cuenca y Guadalajara. Esto fue entre hace 75 y 64 millones de años e incluye el momento de la famosa extinción, acontecida gradualmente tras el impacto de un meteorito frente a las costas de Yucatán.
Ortega sabe que su oficio es deudor de la ingeniería civil. El festín de material destapado en Fuentes (Cuenca) como consecuencia de las obras del AVE Madrid-Levante ha convertido Lo Hueco en un yacimiento por ahora inagotable del que extraer información sobre la etapa final de los dinosaurios en el sur de Europa. Hasta 12 000 fósiles de vertebrados ha contabilizado allí el Grupo de Bilogía Evolutiva de la UNED bajo la dirección de este paleontólogo, cuyo discurso destila tanta pasión como conocimiento.
El registro es completo. Han encontrado troncos, flores y semillas, así como abundantes restos de un tipo de tortugas extintas denominadas botremídidos y de cocodrilos hermanos de los cocodrilos modernos.
También han localizado terópodos, unos pequeños dinosaurios emparentados con el celebérrimo velocirraptor. Alguno de ellos dará que hablar, anunciaba el profesor en su intervención. Quién sabe si algún día recordaremos Toledo como el lugar donde el paleontólogo anticipó su próximo hito científico y mediático.
Porque Ortega y su equipo revolucionaron la paleontología patria y mundial al describir en 2010 la especie Concavenator corcovatus. La revista Nature publicaba entonces que en Cuenca teníamos uno de los fósiles de dinosaurio carnívoro más completos de Europa, un ejemplar de casi seis metros que inmediatamente saltó a la fama con su inconfundible joroba. Pepito ha asomado incluso a la gran pantalla protagonizando un cameo en la segunda entrega de Jurassic World, aunque, como a menudo señala el profesor, Concavenator no necesita el cine para ser relevante.
Pero Pepito, procedente del yacimiento de Las Hoyas, en la Serranía de Cuenca, vivió hace 125 millones de años, "algo antes" que nuestros protagonistas del Cretácico Superior. Volvamos a Lo Hueco, cuyo grupo estrella son los saurópodos, esos gigantones de cuatro patas con cuello largo y cabeza muy pequeña que parten de una gran diversidad pero que llegan al final reducidos al grupo de los titanosaurios.
Ahí tenemos a Qunkasaura pintiquinestra, presentado por el equipo científico de la UNED a finales del pasado verano. Con claras evocaciones conquenses y quijotescas en su nombre, este titán aporta valiosa información sobre movimientos de dinosaurios por Europa al final del Cretácico, lo que estimula aún más la curiosidad de los paleontólogos para comprender cómo podían vivir estos animales tan grandes, los mayores que han pisado el planeta, cómo se relacionaban entre sí y cuál era su papel ecológico en los ecosistemas.
Huevos fósiles
En las distancias cortas, Ortega y su compañera de equipo Fátima Marcos, prehistoriadora, restauradora y doctora en Ciencias, contaban que los fósiles aparecen rellenos de arcilla o de yeso, máxime si nos movemos por el territorio de lapis specularis, tan castellanomanchego; que hay una fascinación general por los huevos fósiles, abundantes en el espacio de nidificación identificado entre Buendía y Sacedón, y que sería maravilloso encontrar fosilizados embriones o recién nacidos.
Con tantas posibilidades, los dinosaurios son el vehículo óptimo para hablar de evolución, de extinción o de cambio climático al compás de su propia trayectoria. Visiten el Museo de Paleontología de Castilla-La Mancha, nuestro MUPA, comprendan la historia de la vida en el planeta y conozcan a los dinosaurios de aquí.
Allí les espera, entre otros, al famoso Concavenator, cuyo colorido aspecto se ha inferido mediante el papel ecológico que se le asigna una vez disponible su esqueleto completo e, incluso, su contorno corporal marcado en la roca. Especulación educada, según Ortega.