Una mujer usando el móvil

Una mujer usando el móvil Vitaly Gariev (editada) El Androide Libre

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Adiós a la adicción al móvil: tres maneras para usarlo menos de una forma completamente inconsciente y sin darte cuenta

Usar el móvil de forma compulsiva puede ser un problema, pero hay maneras de disminuir esa dependencia.

Más información: Este móvil está diseñado para vencer tu adicción digital y usarlo lo menos posible, pero hace casi lo mismo que el tuyo

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En la sociedad hiperconectada actual, España se sitúa como uno de los países europeos con mayor penetración de teléfonos inteligentes por habitante.

Esto no es, en principio, ni bueno ni malo, pero permite que la administración esté más conectada, como demuestran aplicaciones como Mi Carpeta Ciudadana.

Sin embargo, a nivel mundial este dispositivo ha traído consigo una sombra creciente, la de la adicción al móvil.

La dependencia del smartphone no es una mera cuestión de malos hábitos o falta de disciplina, sino que puede llegar a ser un problema que afecta a todas las franjas de edad. Un uso excesivo se ha demostrado que puede alterar los patrones de sueño, deteriorar las relaciones interpersonales y reconfigurar la salud mental.

La facilidad con la que accedemos a un universo infinito de información, entretenimiento y, sobre todo, validación social, ha creado un caldo de cultivo perfecto para una dependencia que, hasta hace una década, era prácticamente inexistente.

¿Qué es la nomofobia?

La adicción al móvil, denominada nomofobia (acrónimo del inglés no-mobile-phone phobia), se define como el miedo irracional a estar sin teléfono móvil, a quedarse sin batería, sin cobertura o sin datos.

Sin embargo, la adicción clínica va más allá del simple miedo. Implica un patrón de comportamiento compulsivo, una pérdida de control sobre el uso del dispositivo y la continuación de dicho uso a pesar de las consecuencias negativas evidentes en la vida diaria.

El trastorno derivado de la adicción al teléfono móvil

El trastorno derivado de la adicción al teléfono móvil

Aunque no está oficialmente catalogada como un trastorno independiente en los principales manuales diagnósticos psiquiátricos, comparte numerosas características nucleares con otras adicciones conductuales, como la ludopatía.

A diferencia de las adicciones a sustancias, donde la dependencia es primariamente química, la adicción al móvil es comportamental.

El problema no es el objeto físico (el teléfono), sino las aplicaciones, las notificaciones y las recompensas que este proporciona. El usuario adicto no busca el teléfono en sí, sino que busca la estimulación y la descarga de dopamina que el teléfono le proporciona.

Esta dependencia se manifiesta de formas sutiles pero omnipresentes: la vibración fantasma (sentir que el móvil vibra en el bolsillo cuando no lo ha hecho), la necesidad imperiosa de revisar notificaciones inmediatamente, la ansiedad aguda cuando la batería está por debajo de cierto porcentaje, o la incapacidad de disfrutar de una comida o una película sin consultar la pantalla.

Es crucial diferenciar entre un uso intensivo y un uso adictivo. Un profesional puede necesitar usar su móvil constantemente por motivos laborales, pero teóricamente mantiene el control sobre cuándo y cómo lo usa.

La adicción aparece cuando el uso deja de ser funcional y se vuelve disfuncional, cuando se prioriza la interacción digital sobre la interacción real.

La ingeniería de la persuasión

Nuestra incapacidad para resistirnos al atractivo del móvil no es un fracaso moral o una simple falta de voluntad. Es, en gran medida, el resultado de un diseño tecnológico meticulosamente calculado.

Las aplicaciones más populares y los propios sistemas operativos están diseñados por ingenieros cuyo objetivo principal es maximizar el tiempo que pasamos delante de la pantalla.

Este móvil se ha diseñado para combatir el uso excesivo del mismo

Este móvil se ha diseñado para combatir el uso excesivo del mismo Light El Androide Libre

Para lograrlo, utilizan principios de la psicología conductual para engancharnos de la forma más eficiente posible.

El mecanismo central es el sistema de recompensa variable intermitente, el mismo principio descubierto por B.F. Skinner que hace tan adictivas a las máquinas tragaperras.

Cuando revisamos el móvil, a veces tenemos una notificación gratificante (un Like, un mensaje de un ser querido, un correo importante) y, muchas otras veces, no tenemos nada.

Esta imprevisibilidad es precisamente lo que dispara la dopamina en nuestro cerebro. La dopamina no es el neurotransmisor del placer, sino el de la anticipación y la motivación.

No somos adictos a recibir la recompensa, sino a la anticipación de poder recibirla. Cada vibración es una promesa de una posible recompensa. A esto se suman otras técnicas de diseño persuasivo:

  • Scroll infinito: Plataformas como Instagram, X (Twitter) o TikTok eliminan los puntos de parada. Nunca se llega al final del contenido, lo que impide que el cerebro encuentre una señal natural para detenerse.
  • Notificaciones: Las alertas sonoras y visuales, especialmente las de color rojo (un color que evolutivamente asociamos con la alerta o el peligro), explotan nuestro instinto de orientación, secuestrando nuestra atención de forma inmediata e interrumpiendo cualquier tarea que estuviéramos realizando.
  • Validación social: Las redes sociales magnifican esta adicción al apelar a nuestras necesidades humanas más básicas: la pertenencia al grupo y la validación social.

Combatir la adicción al móvil no requiere un exilio digital completo, lo cual es inviable en la sociedad actual. Requiere la implementación de límites conscientes y la reconfiguración de nuestra relación con la tecnología. Y hay tres formas concretas que funcionan.

Crear fricción y desactivar las recompensas

La adicción se nutre de la facilidad de acceso y de las recompensas instantáneas. Para combatirla, debemos introducir fricción digital.

Notificaciones de correo sin leer

Notificaciones de correo sin leer El Androide Libre

Es decir, debemos hacer que el acceso a las aplicaciones problemáticas sea deliberadamente más difícil y menos gratificante. El primer paso, y quizás el más efectivo, es desactivar la gran mayoría de las notificaciones.

Habría que dejar sólo las importantes, como llamadas telefónicas, mensajes de familiares muy directos, etc.

Cada notificación es una interrupción que secuestra su atención y le invita a caer en el bucle. Si tiene que abrir la aplicación voluntariamente para ver si hay algo nuevo, romperá el ciclo de reactividad y lo convertirá en una acción proactiva.

Otra táctica poderosa es poner la pantalla en escala de grises (la mayoría de los teléfonos tienen esta opción en los ajustes de accesibilidad).

Los colores vibrantes de los iconos (especialmente el rojo de los globos de notificación) están diseñados para atraer nuestro cerebro. Una pantalla en blanco y negro es aburrida, reduce drásticamente el atractivo visual y disminuye la liberación de dopamina asociada al uso.

También es importante reorganizar la pantalla de inicio. Mover las aplicaciones adictivas como redes sociales o juegos a una carpeta en la segunda o tercera página.

Fronteras físicas y temporales

El móvil ha invadido espacios que antes estaban protegidos, como el dormitorio o la mesa del comedor. Es vital recuperarlos.

Muchos expertos coinciden en que el dormitorio debe ser una zona libre de móviles. Usar un despertador tradicional y cargar el teléfono en otra habitación es importante.

Un dormitorio diseñado para no usar el móvil

Un dormitorio diseñado para no usar el móvil IA

Esto evita dos de los peores hábitos: mirar el móvil justo antes de dormir (afectando la melatonina por la luz azul) y mirarlo nada más despertar (lo que inicia el día en un modo reactivo, inundando el cerebro de cortisol y estímulos ajenos antes incluso de habernos levantado).

Si es posible, es bueno comprométase a no usarlo durante la primera hora del día ni durante la última hora antes de dormir.

También se pueden crear también micro-reglas, como no llevar el móvil a la mesa durante las comidas.

Esto no solo reduce el tiempo de pantalla, sino que mejora la digestión y, fundamentalmente, la conexión con las personas con las que comparte la comida.

Fomentar alternativas analógicas

La adicción al móvil, como muchas otras, a menudo llena un vacío. Usamos el teléfono de forma compulsiva cuando estamos aburridos, solos, ansiosos o tristes.

Para reducir la dependencia, debemos encontrar alternativas saludables para llenar ese vacío.

Gente practicando deporte en exteriores

Gente practicando deporte en exteriores Iván Villarejo

Leer un libro físico, pasear por la naturaleza, dibujar, tocar un instrumento musical, cocinar una receta nueva, hacer deporte o simplemente sentarse en silencio y observar el entorno sin hacer nada. Todas esas acciones nos alejan de los móviles.

Es fundamental reaprender a estar aburrido. El aburrimiento no es un enemigo; es el caldo de cultivo de la creatividad, la reflexión y la autoconciencia.

La meditación o las prácticas de mindfulness pueden ser herramientas extremadamente poderosas para entrenar la atención y gestionar la ansiedad que surge al desconectar.

Al fortalecer nuestra vida offline, el atractivo del mundo digital disminuye naturalmente. Se trata de construir una vida tan rica y satisfactoria en el mundo real que el mundo virtual se convierta, de nuevo, en un simple complemento.