Primera palabra

Las pesadillas de don Luis

Buñuel, 100 años

13 febrero, 2000 01:00

Se nombrarán comisiones laudatorias, monumentos... y Buñuel, desde las alturas del centenario, sonreirá y soltará alguno de sus temibles consejos amistosos

En su despertar mañanero se miraba al espejo y se reconocía poniéndose una mano en el pabellón de la oreja y accionando el audífono se preguntaba: "Luis, ¿cómo estás hoy, por la mañana? Bien, bien, estoy bien", respondía. En ese reconocimiento estaba implícita la sorpresa del alumbramiento de cada día. "Esta noche he soñado con carnuzo, es un sueño recurrente, montones de carne, de grasa... Y tú, ¿qué has soñado?" -me preguntaba. Leí en alguna parte que cuando nos despertamos rompemos la frágil telaraña de los sueños.
Los sueños son evanescentes y al igual que los recuerdos los manipulamos a nuestro antojo; quedan restos de imágenes, sensaciones, terrores ancestrales, miedo a la oscuridad, caídas en el vacío... De sueños, pesadillas y alucinaciones sabía mucho Don Luis. En la oscuridad de la cueva, monos-hombres del año 2000 y del 2001, odisea del espacio, excrutan la negrura de los sueños: sueños eróticos imposibles, escaladas de poder, asesinos que pergeñan terribles crímenes en la oscuridad, pensamientos que anidan venganzas por las humillaciones sufridas... y también remansos de felicidad y placer: playas, desiertos, brumas nórdicas, bosques iluminados; la esperanza en una vida mejor, el amanecer de un nuevo día, tal vez de un nuevo milenio...
Dalí levanta la piel del mar Mediterráneo y debajo, sobre la arena, yacen Luis Buñuel y Federico García Lorca. Los tres serán los protagonistas de mi próxima película en connivencia con Agustín Sánchez Vidal. Será un homenaje irreverente, creo que a Luis le hubiera gustado que fuera así. Me comentaba que decidió hacer cine cuando vio Tres luces de Fritz Lang. Hay una fotografía del encuentro de Buñuel con Fritz Lang, no puedo imaginar dos personalidades tan dispares, diría que son los polos opuestos. Cuando estudiaba en la escuela de Cine, me permití el capricho de buscar el nombre de L. B. en las Historias de Cine editadas en nuestro país: apenas unas líneas, una mención pintoresca del surrealismo, un comentario a veces despectivo, nada. Mientras, un exiliado, mi admirado Manuel Villegas López, se extendía sabiamente hablando de él. En un diario español se comentaba jocosamente la existencia de tres famosos homosexuales españoles: Picasso, Lorca y Dalí... Pocos, muy pocos, conocían su obra, en cenáculos literarios Giménez Caballero proyectaba Un perro andaluz. En la antigua escuela de cine se podía ver Tierra sin pan, que tan honda huella dejó en mí. El cine de Buñuel era desconocido para los españoles. Hasta compañeros y amigos lo despreciaban. Recuerdo una penosa proyección de él, en donde críticos de campanillas del momento, y algunos amigos, dijeron inenarrables tonterías de esa obra maestra. Pero la vida es así, y como rectificar es de sabios, ahora San Luis Buñuel se entroniza en los altares de una cultura masificada y USA, y durante un año, el famoso año 2000, ése de las catástrofes sin cuento, de los enigmas por resolver, de la virgen de Lourdes y de la ciencia ficción, pasará como una apisonadora sobre su obra y sobre su persona. Muchos dirán que le conocieron bien -yo me adelanto para decir que sólo conocí una pequeña parcela de su vida y la amistad que él me regaló-, y en este ágape dirán que tienen la clave de cómo era, cómo comía, cómo bebía, cómo pensaba. Se nombrarán comisiones laudatorias, monumentos, panegíricos... y Luis Buñuel, desde las alturas del centenario, sonreirá, con esa sonrisa suya simpática, cazurra, aragonesa, y soltará alguno de sus temibles consejos amistosos: "Carlos, si me dieran el Oscar, lo arrojaría indignado al suelo y me marcharía". "No hagas nunca publicidad de tu película, eso está bien para los mediocres". "La Palma de Oro de Cannes, nada, nada, nada, malo... El Premio Especial del Jurado, bueno, porque ese premio no está politizado, ni depende de las intrigas. Aunque a mí los premios, ya sabes, vanidad de vanidades..." "La pasión es lo único que lo justifica todo, hasta el más horrible de los crímenes". "Los católicos han inventado la confesión para poder controlar el último reducto de nuestra libertad: la imaginación". "He tenido malos pensamientos", confesaba de chico, atormentado por las llamas del infierno. "¿Qué pensamientos eran esos, hijo?", me preguntaba el cura. "Mujeres desnudas, el sexo, me masturbaba". Hacía un inciso: "Bueno, aquí uno podía decir todo tipo de barbaridades: que en mis pensamientos había matado a mi padre, que me acostaba con mi madre, que el Papa era..., lo que se te ocurra, etc..." Y el cura, dependiendo de tu pecado, decía: "Son pecados de intención, hijo mío, trata de controlar esos pensamientos malvados... Reza tres padrenuestros y siete avemarías". Todavía oigo su risa de niño malo.

S e peca con la imaginación, en sueños, en el duermevela, cuando uno no es, o se es ese otro yo, que somos todos. Emulando a Pessoa, somos nosotros y otros más. Lo dijo hace muchos siglos el griego Empédocles: "He sido un niño, una mujer, un pájaro y un mudo pez que surge de las aguas". ¿Somos todo eso? Darwinismo antes que Darwin. He utilizado esa frase alguna vez en mis películas, lo leí en un libro de mi admirado Borges. "Marx, Freud y Darwin, ellos han orientado mi vida" -me dijo un día Buñuel-, como a mí.
Ahora otra generación tiene la oportunidad de ver la obra de Buñuel, si tuviera la ocasión les diría a los más jóvenes que vieran sus películas, no como un hito cultural, ni como la obra del santón entronizado bajo palio, sino como la obra de un hombre honesto que supo rescatar del páramo viejas y siempre nuevas ideas, que se enfrentó con los tópicos, que utilizó la imaginación como el arma poderosa que es, dándole vuelos. Ese buceador de nuestras profundidades, nos mostró el camino de un cine renovador y personal, que desgraciadamente olvidamos con demasiada frecuencia.