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Opinión

Lost in translation

28 febrero, 2014 01:00

La comunidad internauta (al menos la aficionada a la compra de libros) lleva unas semanas de enhorabuena. Gracias a una operación de crowdfunding (o micromecenazgo) articulada en la Red, la librería barcelonesa Documenta, que lleva casi cuarenta años activa, sobrevivirá en un nuevo local céntrico. La acción detiene así una sangría que se ha llevado por delante a varias librerías emblemáticas, en la mayoría de casos a causa de su privilegiado emplazamiento, lo bastante goloso para que las multinacionales, en su guerra por ocupar espacio, estén dispuestas a quintuplicar el alquiler (la crisis, desde luego, tampoco ayuda, pero basta pasearse por la Quinta Avenida, aunque sea con Google Maps, para comprobar que impera el mismo paisaje de marcas que en el Paseo de Gracia o en la Gran Vía de Madrid).

En lugar de esperar al cierre para tirarse de las barbas los clientes y amigos de Documenta se han apuntado a la iniciativa trazada por el veterano librero Josep Cots, y su nuevo socio, Eric del Arco. La exitosa campaña destaca por la transparencia en relación al capital necesario y a su posterior empleo, y por el excelente aprovechamiento de los recursos de Internet: elaboración de videos explicativos, apoyo en la red Verkami (http://www.verkami.com/) especializada en financiar proyectos originales de creadores independientes, y la gestión de un blog donde se combinaban la información con el aliento.

El resultado ha desbordado en más de diez mil euros los objetivos estipulados, de manera que los 259 mecenas (agrupados en ocho categorías cuyos beneficios van desde un punto de libro especial a una cena en la librería con un servicio de catering de primera categoría) han convertido la Nueva Documenta en una realidad.

El éxito de la propuesta invita a reflexionar con optimismo sobre el micromecenazgo, que en cuanto se aplica sobre la creación artística va desvelando aristas que se irisan de manera bien distinta según la disciplina concreta y la industria que las ampara. Me gustaría fijar la atención en un aspecto común, concretamente en un matiz de traducción: en castellano la palabra "micromecenazgo" viene envuelta en un halo de modestia que se pierde en inglés. El "micro" da paso al "crowd" que remite a una "multitud" o "muchedumbre". "Crowd" también podría traducirse por "público" de manera que la palabra en inglés ofrecería una definición funcional: una clase de creación artística sustentada económicamente por su público. De manera que el crowdfunding virtual se distinguiría de las donaciones de toda la vida, no tanto por la "cantidad" de donantes (pocos en castellano, multitudes en inglés), como el supuesto de los seguidores de un director o de un grupo que antes flotaban como electrones aislados, pueden ahora en la Red comunicarse, vincularse y emprender acciones comunes.

No dudo de que sea correcto traducir crowdfunding por micromecenazgo, pero no parece equivalente financiar proyectos nuevos que parten casi de cero, que ofrecer una vía de apoyo lateral a creadores ya instalados (mejor o peor) en la industria. Y para nada es lo mismo que Rob Thomas con el apoyo de UPN o el prestigiosísimo David Fincher "consigan" financiación millonaria para sus series o películas más indie, que asistir en directo (y el excelente diseño y la fácil navegación de Verkami así lo permite) a cómo se retuercen proyectos de desconocidos para conseguir los deseados 3000 euros con los que alquilar una cámara.

Micromapa

Los más de treinta mil proyectos creativos que ya ha financiado (más de un 80% necesitaban menos de ocho mil euros) convierten probablemente a Kickstarter en la organización de crowdfunding más activa de los últimos años. Héctor Muñoz ha empleado año y medio en trazar el mapa de plataformas crowfunding en España, su informe da una idea del alcance y la variedad del fenómeno. Cosmonauta, la película de Nicolás Alcalá, es ahora mismo la creación más popular financiada por micromecenazgo: las más de cuatro mil quinientas personas que donaron dinero a fondo perdido aparecen acreditados como productores, y el "cómo se hizo" (http://es.cosmonautexperience.com/) termina siendo casi más interesante que el resultado final. 25 mecenas han sido suficientes para financiar por primera vez en España una investigación biomédica: "¿Te anticiparías al alzheimer?".