Image: Poemas tardíos

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Poesía

Poemas tardíos

Wallace Stevens

17 septiembre, 2010 02:00

Wallace Stevens. Foto: Walter Sanders

Traducción de Daniel Aguirre. Lumen. Barcelona, 2010. 96 páginas. 14'90 euros


Cuando usted piensa en poesía, piensa en Wallace Stevens. Incluso aunque no lo haya leído, o lo haya leído y le haya parecido un loco pretencioso. No hay nada que usted pueda hacer. Es la definición de poesía by default: Wallace Stevens.

Con personas como él nos cruzamos a diario: abogados, hombres de negocios que, en sus ratos libres, escriben versos. Discreto y auténtico, Stevens (Pennsylvania, 1879-1955) nunca sintió la necesidad de disfrazarse de poeta para serlo. Es el anti-Byron: Stevens era un señor que iba a trabajar, volvía de trabajar y poco más. En una vida gris como la suya se gestó la obra maestra del lenguaje humano en el siglo XX.

Poco dado al optimismo, Stevens opinaba que la poesía es una fuerza destructiva. Alma gemela de La roca, Poemas tardíos es lo que su titulo dice. A Stevens le complace la linealidad verbal, el orden sintáctico obsesivo-compulsivo, a la vez que disfruta detonando bombas en el corazón del significado. Como buen modernista, se puso a salvo de la modernidad en cuanto pudo. A él le interesan asuntos extravagantes, como "la hechura de la sibila": "Es la sibila del yo,/ el yo como sibila, cuyo diamante,/ cuyo supremo abrazar toda abundancia/ es pobreza, cuya joya hallada/ en lo central más exacto de la tierra/ es necesidad". Para el poeta el espacio y el tiempo sólo existen en la medida en que él los crea. La sensación de que hay algo que no soy yo es sólo una ilusión, de ahí que la poesía de Stevens sea un motor de implosión: para llegar a alguna parte, debemos regresar a nosotros mismos. Es como un Big Bang en regresión: "La realidad es una actividad de la más augusta imaginación". En Stevens, la poesía posee una autonomía total respecto al mundo real, porque se autocontiene, se autogestiona, no remite sino a referentes mentales: "No viene el padre a adornar el cántico./ Proclama un padre a otro, los patriarcas/ de la verdad". Son versos de "El papel de la idea en poesía", y el día que a la literatura le llegue su hora, serán el epitafio perfecto.

Cuando Whitman proclamó que América posee la naturaleza poética más plena, que es en sí misma el poema más grande, pensaba en Wallace Stevens. Si alguna vez hubo alguien capaz de desactivar el mecanismo gravitacional del planeta, ése fue él: si no en la realidad, sí lo hizo en la imaginación humana. Y si fuera de la mente no hay nada, entonces el mundo empezó con Stevens. El hombre, la obra: una sola cosa. "La imagen debe ser de la naturaleza de su creador./ Es la naturaleza de su creador acrecentado,/ elevado". El poeta absoluto.